Los aniversarios invitan siempre al balance. El primer año de Javier Milei como presidente de la Nación conlleva la tarea de sopesar buenas y malas pero, además, obliga a analizar qué modelo de país se ha comenzado a armar a partir del desembarco libertario. No son las medidas económicas concretas, algunas singulares y otras no tanto, las que le darán forma a esta Argentina sino y sobre todo la imposición de una nueva lógica al momento de pensar el rol del Estado y, fundamentalmente, el del sector privado.
Tras doce meses, el Gobierno ha puesto muchos más ladrillos en esta construcción de lo que todos hubiésemos esperado. Tiene un estilo veloz y pragmático donde el eje principal es la visión de cómo deben ser las cosas de acuerdo al modo liberal de entender el funcionamiento de la economía y, en definitiva, la sociedad toda. No existen consideraciones para las variables que se ubican por fuera de este dogma.
Desde un comienzo se le reclamó al Gobierno un programa económico a la vieja usanza, con objetivos de corto, mediano y largo plazo. Esa fue la primera sorpresa que dieron los libertarios: no lo había. O, mejor dicho, existía un único y principal objetivo que era bajar la inflación a toda costa, para lo cual el entramado sistémico de la economía debía acomodarse en consecuencia.
Así las cosas, no hay una carpeta amarillenta en un cajón ni un archivo en alguna secreta computadora que tenga guardada la hoja de ruta en el plano económico. Sin embargo, existen dos puntos clave que Milei ha tomado como estandartes, y otros que quedan inexorablemente supeditados a ellos. Los primeros son el superávit fiscal y la política cambiaria; los otros, la actividad productiva y el costo social de las medidas.
SUPERAVIT FISCAL
Desde un comienzo el equipo económico de Luis Toto Caputo, pero que en realidad conduce Javier Milei en su irreductible condición de economista, fijó como prioridad alcanzar el equilibrio fiscal. De allí que la motosierra de la campaña, que sólo parecía un símbolo político, terminó haciéndose realidad cuando designaron a Federico Sturzenegger como ministro de Desregulación y Transformación del Estado. Allí nació entonces la Deep Motosierra, que achicó el gasto público un 30% en 12 meses.
Lo novedoso en esta manera de administrar no es el recorte en sí mismo, que ya lo hemos visto en el menemismo, sino la idea de que no se expandirá el gasto de ninguna manera. He aquí tal vez la principal diferencia que destroza la comparación con los ’90 y el estilo Menem, épocas de achique del Estado pero sin cerrar el grifo del gasto.
De allí que la lógica del Presupuesto 2025 y su manera de ejecutarlo –lo aprueben o no en el Congreso- es que si las cuentas cierran en positivo, pues entonces el Gobierno avanzará en el recorte de impuestos para aliviar la carga tributaria sobre el sector empresarial y los consumidores. Y si los números son rojos, se aplicará con mayor énfasis la motosierra para continuar talando el gasto. Queda claro, no se conjugará el verbo expandir.
En la estrategia libertaria el Estado ha dejado de ser el motor que pone en marcha la economía. Su rol deberá ser el de crear los incentivos positivos suficientes para que el sector privado se haga cargo de esta misión. Lo explicó muy bien esta semana el economista estadounidense Arthur Laffer, de visita en Buenos Aires: bajar impuestos alienta la productividad, baja precios, estimula el consumo y genera empleo.
El encadenamiento es lógico, casi de manual, y el experto asegura que fue lo ocurrido en Estados Unidos durante la gestión Reagan, y que volverá a pasar ahora cuando asuma Donald Trump. Los economistas locales, en cambio, dudan de que se puedan recortar de manera tan audaz los impuestos. Sobre todo porque lo que queda del Estado de Bienestar, por llamarlo de alguna manera, exige ser financiado.
Viviendo en la Argentina también es dable dudar de que todos los beneficios tributarios que obtenga la clase empresaria a partir de una política semejante vayan a traducirse necesariamente en baja de precios, creación de empleo y mejores salarios. Se ara con los bueyes, pero los bueyes no son iguales en todos lados.
INFLACION Y DOLAR
En la mirada liberal, la inflación es siempre un fenómeno monetario. Parece estar demostrándolo Javier Milei en este año de gobierno. Como en todo sistema, las partes están relacionadas. La economía no es diferente en este abordaje. Tocar una pieza afecta el funcionamiento del mecanismo y del resto de las partes. Y ya sabemos qué puede ocurrir si se corta el cable equivocado.
En esta manera de trabajar sobre la baja de la inflación es que achicar el gasto público resulta la base de todo el programa. Sólo así fue posible clausurar las máquinas de imprimir billetes y detener la emisión monetaria. Con menos pesos en circulación, tras una quirúrgica maniobra de política monetaria, se desactivaron los riesgos de hiperinflación, nubarrones que acechaban allá por el mes de diciembre. La menor disponibilidad de pesos, tener la billetera medio flaca, desalentó la demanda de dólares en el mercado cambiario, revirtiendo la tendencia alcista del dólar. El cepo, claro está, también hizo lo suyo. Sin embargo, a días del aniversario, no deja de ser llamativo la caída del blue, la Pax Cambiaria, y el fortalecimiento de la moneda local.
De hecho, de acuerdo a un informe elaborado GMA Capital sobre la base de datos del Bank for International Settlements (BIS), el peso argentino es la moneda que más se apreció en el mundo entre diciembre 2023 y octubre 2024. La moneda local se revalorizó un 40,1% en términos reales entre diciembre de 2023 y octubre de este año, muy por encima del resto de las monedas del mundo. Abajo quedaron Turquía, que vio la lira apreciarse un 16,5%; Malasia en tercer lugar con 8,5%; y Sudáfrica, 8,1%; mientras que Brasil, principal socio comercial de Argentina, devaluó un 12,8% en los primeros 10 meses del año.
Esta foto del retraso, aseguran los expertos, llegó para quedarse. El equipo económico continuará con su política devaluatoria del 2% mensual, aunque podría bajarla al 1% si la inflación sigue cediendo. De ninguna manera los libertarios van a inducir una devaluación del peso para ganar en competitividad. Este equilibrio de 1 dólar = 1.000 pesos parece asegurarles estabilidad para continuar achicando el gasto y previsibilidad de cara a un año electoral que puede resultar clave en las aspiraciones políticas de Javier Milei.
El Talón de Aquiles de este esquema pasa por las dificultades para sumar reservas internacionales en el Banco Central, que aún son negativas. Ese es el principal reclamo que le hace el Fondo Monetario Internacional al Gobierno, y es también el único objetivo no cumplido de todo lo acordado con el organismo de crédito multilateral. El Ejecutivo espera que, pese al encarecimiento del peso, lleguen las inversiones extranjeras vía RIGI o se concrete alguna ayuda monetaria en forma de préstamo.
PRODUCCION
No existe la posibilidad de reducir semejante nivel de inflación sin padecer estrecheces, así como no hay forma de bajar de peso sin dieta y ejercicio. La política de severo recorte del gasto público y emisión cero, con casi nulas transferencias del Tesoro hacia las provincias y la paralización de la obra pública, provocó el desplome del consumo interno. Acto seguido, las fábricas dejaron de producir.
Doce meses después de haber asumido la presidencia, en la Argentina libertaria sólo celebran dos sectores: el agropecuario y el de los hidrocarburos, ambos atados a los vaivenes de los precios internacionales, pero con una ventaja comparativa enorme en términos de competitividad y una proyección descomunal a futuro.
El resto del sector productivo sufrió la merma del consumo durante el primer semestre, pero ha comenzado a advertir un latido de vida en el tramo final del 2024. Hay, sin embargo, un tema que les preocupa en demasía: el retraso cambiario y la política oficial de apertura de la economía. Temen que las compras deriven mayormente hacia productos importados de menor precio, lo que impactaría por debajo de la línea de flotación de la industria local.
Mientras el presidente Milei acusa a los empresarios de haberse acostumbrado a “cazar en el zoológico” a partir de no tener competencia internacional en sus rubros, los hombres de negocios declaman ser competitivos, aunque aseguran con razón que jamás podrán estar a la altura de las circunstancias siendo víctimas de una presión tributaria que los sofoca. Veremos también ahora cómo se articula el flamante acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, qué sectores salen bien parados y cuáles lamentarán la rúbrica del pacto.
Pese a todo, la tormenta quizás ya haya pasado para el sector industrial. El último informe de Indicadores y Expectativas de la Unión Industrial Argentina revela que “las empresas indicaron una mejora significativa en la evolución de la producción. Casi el 30% registró subas en la producción, superando a aquellas con caída (26,5%) por primera vez desde el relevamiento de julio de 2022”. Y añade: “En cuanto a las ventas internas y exportaciones, todavía hay más empresas que registraron caídas, aunque la diferencia se acortó significativamente. El 33,4% de las empresas reportó una caída en sus ventas internas, frente al 29,3% que indicó un incremento. En el caso de las exportaciones, el 20,2% registró bajas, mientras que el 19,4% reportó subas. Asimismo, la cantidad de empresas que incrementó su dotación de empleo fue superior a la que decreció (16,8% vs. 14,2%)”.
POBREZA
La consecuencia del ajuste para recortar la inflación, que en términos globales sigue siendo descomunal, fue la recesión. Menos plata en el bolsillo, menos consumo, más pobreza. La sociedad argentina sufrió en este año un claro deterioro de su nivel de vida a partir del fogonazo inflacionario del primer cuatrimestre y la actualización del precio de los servicios tras la quita paulatina de los subsidios. El azote dejó el tendal y la pobreza superó el 50%.
En el último informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina, en cambio, el nivel de pobreza parece haber llegado a su pico y experimentar lo que tal vez sea el principio de una parábola descendente. Según el documento, “la pobreza alcanzó al 49,9% de la población y la indigencia al 12,3% en el tercer trimestre, lo que representa una baja frente al 51% y 15,8% registrados por el Indec en el segundo trimestre, respectivamente”. Se trata de los valores más elevados desde 2004. En la responsabilidad no se salvan kirchneristas, macristas ni libertarios.
Aunque las variables económicas son claras, el balance de los 12 meses de gestión libertaria es personal. Las conclusiones son subjetivas. Sólo una cosa queda clara: para bien o para mal, hay una nueva manera de entender el rol del Estado y el del sector privado.