Cultura
ADRIANA RIVA HABLA DE ‘RUTH’, SU ULTIMO LIBRO

Aproximaciones a la vejez

La vejez en occidente es histérica. Se habla mal de ella y se bastardea pero la lógica indica que si no se llega a esa etapa de la vida es porque hubo alguna tragedia o sucedió algún acontecimiento inesperado. Muy pocos autores abordan la temática con luminosidad o hacen de ella una reflexión objetiva. Adriana Riva en su libro Ruth transita un camino que le es ajeno pero que al parecer pisa con autoridad. A los 44 años, mutó en la piel de su madre y en la de muchas personas mayores que pasaron por su vida y le dio forma a esta mujer octogenaria, viuda y judía, para relatar el día a día de quien disfruta del arte, espera las llamadas de sus hijos, los encuentros con sus nietos y esquiva los mensajes de su amiga híper conectada al celular.

Claramente, no es el diario de una Bridget Jones abuela, pero sí la introspección de una persona que a los 80 años ya no tiene obligaciones más que disfrutar y vivir la vida en otra velocidad. Ruth como literatura hace reír, emocionar, entender que el día a día no es una lucha contra el reloj sino un acompañar cada momento con lucidez y ubicación en el aquí y ahora.

Como mujer, Ruth nos muestra que la vejez viene con altas dosis de sabiduría, tranquilidad, flaqueza, dudas, temores y horas de sobra, esas que le abren indefectiblemente la puerta a la nostalgia y al aburrimiento.

TODO SOBRE MI MADRE

-¿Cómo apareció la figura de Ruth en la tan inquietante hoja en blanco?

-El puntapié inicial de Ruth fue mi madre, ella me dio la idea del personaje. Una mujer de 80 años, viuda y judía, a la que le gusta mucho el arte. Pero la historia surgió a medida que la escribía, no tenía una idea preconcebida. Lo que sí sucedió fue que una vez definido algunos parámetros, la acompañé con otras mujeres de esa edad que conozco de lecturas, investigación y le di más forma para separar al libro de mi madre. De hecho mi madre no se llama Ruth y tiene menos de 80.

-La vejez no está muy desarrollada en nuestra literatura y cuando se la aborda, es en tono de ocaso. Lo opuesto a su idea.

-A mí me encanta la gente mayor y siento que sobre lo luminoso de la vejez nunca se escribió. Sí leí mucho sobre los últimos días de la vejez, el Alzheimer y los geriátricos, que no tiene nada de malo porque también sucede pero siempre en tono más melancólico. Y la vejez tiene su parte positiva. La gente ahora tiene 30 años de vejez aproximadamente, que es casi un tercio de la vida. Me parece que mostrarlo y detallarlo sin que fuese un cuento de hadas porque claramente tiene sus desventajas, está bueno. También tiene sus desventajas y peligros la adolescencia, la vida adulta. Lo que pasa es que la vejez tiene mala prensa. Yo jugué con la idea de tener la suerte de llegar a la vejez, porque hay mucha gente que no llega y eso es lo triste. Llegar a la vejez es para celebrar.

-¿Cómo fue esa investigación in situ?

-Dicen que en una familia cuando nace un escritor se destruye una familia. No solo estuve atenta a las conversaciones de mi madre, sino también analicé a mucha gente de su edad. Más allá de que toda persona a la que trato es un posible personaje a futuro. En este caso, todas las personas mayores que me rodeaban fueron analizadas con un interés literario. Puede ser que haya habido ciertas salidas o momentos con doble intención, de disfrutar de mi madre como antes no había hecho y de ver qué pasaba en tal momento.

-Cada escritor es un mundo. ¿Escribe bajo un régimen de oficina o cuando llega la inspiración?

-Escribo de a ratos, cuando puedo. Tengo tres hijas chicas, la menor de 7 años y la mayor de 15, un marido y un hogar al cual atender, además de una editorial infantil llamada “Diente de león” que codirigido con la periodista Mercedes Monti y también doy talleres literarios y tomo otros. Lo que me pasó con Ruth es que me enganché con el personaje, entonces me hacía momentos especiales para sentarme y escribir al menos un par de horas porque cuando le encontré el tono, todo fue mucho más fluido. Además como es un texto fragmentado, lo fui escribiendo por momentos. No logro aún definir qué tipo de escritura es, porque no es una novela, tampoco un diario íntimo, es como un monólogo interior, el fluir de una conciencia.

-La visión de la vida que tiene Ruth es atrapante. ¿Pero cuál es el público del libro?

-Mucha gente de 40 y 50 años lo leyó y se interesó mucho en la lectura pero diferían en querer pasárselo a sus padres para que lo lean porque no estaban seguros que les fuera a gustar. Si bien habla de la gente mayor no sé para qué tipo de público es. Sinceramente no sé si para una persona adulta es un libro que lo vaya a alegrar o deprimir. Yo creo que pueden coincidir en mucho y renegar en la misma proporción. No es lo mismo pensar en la vejez que vivirla. Quienes lo leyeron me dicen que se rieron mucho y eso me sorprendió para bien. También me han dicho que después de leerlo, entienden más a sus padres, a sus abuelos. Está bueno que un libro nos haga reflexionar sobre nuestros adultos mayores, como se dice ahora.