Suplemento Económico

Año electoral: hacen falta paciencia y buenos modales

Hay problemas que tienden a agravarse mes a mes, se le han abierto frentes al Gobierno que preocupan. No sólo la oposición más dura le ha tirado los perros, sino también quienes lo ayudaron hasta ahora se han puesto fuertes esperando una actitud de reconocimiento en vez de que se los trate como a enemigos.

Se le suma a la inclemencia del clima político las desavenencias entre la gente de La Libertad Avanza, del Pro y del peronismo kirchnerista. La sociedad está aburrida, aunque apenas comienza, del berenjenal que siempre trae la lucha electoral. La pluralidad de ideas es un aspecto positivo cuando se trata de mejorar, es condición de la democracia permitir participar activamente a los partidos. Pero los efectos negativos la están sobrepasando, afectan la unidad necesaria para competir con éxito en las elecciones.

Habrá que ver si de la conflictividad de las perspectivas o interpretaciones actuales surge el deseo de superación, al dominio, a la ambición de poder y al egoísmo individual o colectivo.

La situación económica se enreda no sólo por lo que ocurre mundialmente sino por los que neutralizan los aspectos positivos del esfuerzo que ha hecho el Gobierno hasta ahora. Cada intento de un cambio de ritmo en algún área es contrarrestado por críticas desmedidas que no sólo opacan la gestión sino que intentan desestabilizarla.

Tropieza el Gobierno con la intransigencia de la oposición más dura peronista, radical y sindicalista. Se complica, aún más, por la incoherencia interna de parte del equipo, el cual a menudo actúa arrebatadamente, sobretodo en el ámbito político donde en variadas situaciones se boicotea a sí mismo.

Sería deseable que tome conciencia de los errores: medidas equivocadas se pueden tomar en cualquier sistema político, incluido el democrático, es un método para tomar decisiones no un programa económico. Si es necesario, siempre es bienvenida la autocrítica, también la denuncia de personas malintencionadas, quienes sólo buscando desprestigiar al gobierno inventan aberraciones de todo tipo. La libertad no es ilimitada, por ello existe un marco normativo.

A LAS COSAS

La parte sana de la sociedad espera que una vez cumplido el plan sobre aspectos estratégicos se vaya rápidamente a una acción mancomunada de todos los que pretenden el objetivo inmediato: la acción destinada a derrotar al kirchnerismo, sobre todo en la provincia de Buenos Aires.

Se reclama también serenidad y responsabilidad para solucionar los graves problemas del país. No hay que abandonar el Pacto de Mayo donde se estableció el nuevo orden económico argentino, en pos de la lucha por quiénes ocupan los mejores cargos políticos. Las internas han trascendido los límites aceptables alcanzando notoriedad en los medios de comunicación, los cuales, en nombre del rating, utilizan las controversias, cada cual a su medida, sembrando confusión.

En cuanto a las relaciones con el mundo, los liberales pensamos que nuestro alineamiento con Occidente implica tener relaciones con todos los países del globo pero sin dejar dudas que se luchará por expandir, sin pausa, una economía de mercado asentada en la propiedad privada y la institucionalidad basada en el Estado de derecho y la consagración de las garantías individuales.

Es coherente por parte del Gobierno tener buenas relaciones y preferir a Estados Unidos en vez de a gobiernos antidemocráticos como Nicaragua, Venezuela o Cuba. Se enfurecen los kirchneristas y la izquierda, en general, porque se está cambiando la política exterior con vocación antioccidental, la cual satisface al nacionalismo y al socialismo, ambos esterilmente enfrentados al sistema capitalista.

Desde la Segunda Guerra Mundial la política exterior, acorde con la interior, estatizante, de enfrentamiento con los potencias de Occidente, en particular con Estados Unidos, nos alejó del progreso tecnológico que enriqueció a tantos países, nos empobreció en nombre de la “soberanía nacional”.

Sin entender que no existe soberanía sin tecnología, nos enfrentamos al país que más la tiene en la tierra. Un ejemplo paradigmático: el expresidente Ricardo Alfonsín, al que se llama incorrectamente “padre de la democracia”, criticó a viva voz en las Naciones Unidas, con discursos lamentables, la política exterior de Ronald Reagan, un gran gobernante.

Mostró, como tantos mandatarios argentinos, total incoherencia: mientras pedía ayuda económica para solucionar la crisis nacional que nos llevó a la hiperinflación, desafiaba, como lo hicieron los Kirchner y gobiernos peronistas, a la nación responsable de la defensa de los valores que defiende nuestra Constitución.

Además, la que permitió a tantos países, definiendo en el siglo XX dos guerras mundiales, vivir como países independientes. Basta con recordar cómo Alemania y Japón, vencidas y sin capacidad de reacción alguna, devastadas por la Guerra, se recuperaron en pocos años bajo el libre mercado y la institucionalidad del Estado de derecho vigilada por Estados Unidos e Inglaterra, sin ninguna clase de dominio imperialista. Radicales, peronistas, no incluyo a Carlos Menem, vituperaban a la nación más moderna y menos tradicionalista, la que primero abandonó el camino del imperialismo.

TRADICION LIBERAL

Si bien el gobierno argentino actual no es, como algunos desde la poltrona pretenden, la panacea, ha iniciado el camino de volver a nuestra tradición liberal, a valores trascendentes como es el de la libertad individual. Tal como dijo inmejorablemente Juan bautista Alberdi: “La riqueza y la libertad son dos hechos que se suponen mutuamente. Ni puede nacer ni existir la riqueza, donde falta la libertad, ni la libertad es comprensible sin la posesión de los medios de realizar la voluntad propia”.

Javier Milei se dispone, como lo asegura en casi todos sus discursos, a proteger cualquier tipo de propiedad, principalmente la de la persona, y a activar los mecanismos para desmoronar lo antes posible la normativa socialista, a la cual se le permitió avanzar sobre la sociedad civil y obstaculizar el libre desempeño de la gente.

Está elevando notablemente, con las medidas de gobierno, el control abusivo del Estado, enfrentando creadora y trabajosamente lo mejor que puede, los interminables desafíos y problemas que llueven sobre los argentinos. No huye de ellos a través de la indiferencia desaprensiva como hizo el gobierno que le precedió.

La ayuda del FMI y el fin del cepo, probablemente, ayudarán a perfeccionar los efectos políticos y económicos de sus medidas, aunque todavía debamos aguantar algún que otro cimbronazo.

Es de esperar que una vez superados los inconvenientes que aparejan las elecciones legislativas el presidente deje de lado sus críticas personales a periodistas y jefes de la oposición que le animan a sus planes de gobierno y critique en vez, con altura, sus argumentos.

La lucha de ideas es fundamental en una democracia donde existe, contrariamente a un régimen totalitario, la sociedad, el Estado y el sistema político. La violencia, aunque sea en las formas, desde el Poder se contagia a la sociedad y puede volver como un boomerang el día menos pensado.