Agosto de 1994. La Habana. Período especial, luego de la caída del Muro, del desmembramiento de la Unión Soviética. La isla sigue siendo bella a pesar de los cortes de energía, de la falta de gasolina, que nunca pueden hacer olvidar ese mar caribeño. Y Candela continúa apostando a la belleza, más allá de los setenta y largos años que la aferran a la vida. La vemos cuidadosa, raspando posibles insectos del carmín y quemándolos para aprovechar su polvo rojo y enrojecer sus viejas mejillas. Trucos indígenas prehispánicos destinados a reemplazar cosméticos imposibles de comprar.
Ella todavía acompaña con su canto a los músicos de un pequeño bar con pocos turistas. Lo hace quizás para recordar su pasado y el del Negro, el que trabaja como puede en una fábrica de cigarros. Ultimamente, con la escasez y el hambre no hacen más que discutir por los pollitos que Candela mima en casa y a los que el Negro ve como promesas cárneas diferidas. Y todas las noches a sorber algún líquido donde nadan solitarios fideos, a la luz de las velas antes románticas, hoy sustitutos de luz ahorrada, que al menos impiden ver la humedad y las paredes resquebrajadas.
De fondo, en la radio, la voz de Fidel explicando la necesidad de tolerar el corte y la fuerza del socialismo que resiste, mientras el Negro se queja de la dieta forzada.
Candela, que de día atiende el lavadero de un hotel, y Víctor Hugo, el Negro, parecen estar marchitándose con el amor que los unió hace tiempo. Tanta pobreza y rutina aumentan los reproches sobre los pequeños robos que los ayudan a subsistir. Algunos cigarros o esa increíble filmadora que Candela encontró entre la ropa para lavar del hotel. Aunque el Negro le diga que la devuelva, ella se empieza a filmar -quién sabe- para buscarse, y él, con el tiempo, la va siguiendo con la cámara como para recordarla.
Un juego que puede despertar eso que se está extinguiendo y que él con su inspiración olvidada de viejo poeta lamenta, ""esa juventud cínica e indiferente se me apaga"".
INGENUA Y EMOCIONAL
Filme con una pureza casi primitiva en su tratamiento y en su contenido, "Candelaria" visibiliza la vergüenza de estar hambreado, de caer en mano de pequeños hampones, de sacrificar un reloj por una comida o alguna fórmula afrodisíaca que complete la ahora trabajosa tarea de amar.
La posible ida en balsa del amigo de Víctor Hugo ya se convierte en una rutina; las prostitutas del barrio, en una costumbre. Sólo la filmadora que permanece como aliada de la intimidad parece marcar alguna libertad entre tanta rutina. Y el amor se revitaliza y el adicional de la cámara espiando intimidad se convierte en moneda de cambio entre turistas con morbo con un desagradable mediador que compra y vende todo. La pareja veterana puede llegar a ganar buena plata mientras la cámara oficia de Celestina.
Un director colombiano retoma la clásica "película pobre latinoamericana", pero lo hace con emoción, humor y un profundo humanismo. Sus protagonistas, veteranos de la escena cubana, logran una química especial en las escenas íntimas. Ellos son el ex brigadista Alden Knight y la Maestra de Juventudes Verónica Lynn, que con su personaje evoca la Candela de la Canción, la que provoca remezones de calor.
Calificación: Muy buena.