El mundo del espectáculo internacional ha perdido a Alfredo Alcón, uno de los actores más emblemáticos y el único que logró dar vida a una amplia variedad de personajes del repertorio clásico y también de la producción escénica contemporánea.
Entre sus papeles memorables deben mencionarse -por su admirable caracterización- "Rey Lear", de William Shakespeare y "Enrique IV", de Luigi Pirandello, sin olvidar "La muerte de un viajante", de Arthur Miller, tres obras en las que lo dirigió Rubén Szuchmacher, a las que deben sumarse -escalonadas en el recuerdo-, "Ricardo III" y "Hamlet", ambas del genio isabelino.
Alcón falleció hoy en su departamento del barrio Norte, luego de sufrir una larga enfermedad, por la que había estado internado por tres meses en el Sanatorio La Trinidad.
Sus restos son velados en el salón de los Pasos Perdidos, del Congreso de la Nación y mañana, a mediodía, serán depositados en el Panteón de Actores del cementerio de Chacarita, pero antes el cortejo fúnebre pasará frente al Teatro San Martín, donde se detendrá unos minutos, en tributo a los trabajos que el actor realizó en sus salas.
Precisamente, su última y elogiada actuación fue en "Final de partida", de Samuel Beckett, que protagonizó junto a Joaquín Furriel, Graciela Araujo y Roberto Castro, en la sala Casacuberta del San Martín, cuya función de despedida fue el 4 de agosto del año pasado.
ACTITUD POSITIVA
Artista admirado y apreciado por el público y sus colegas, Alcón siempre tuvo una postura muy positiva ante la vida y sus adversidades, que habitualmente le permitía dar a quienes lo rodearon a lo largo de su carrera, una palabra de aliento, o una mirada esclarecedora ante obstáculos de cualquier índole.
Alfredo Félix Alcón Riesco había nacido en el barrio de Liniers, el 3 de marzo de 1930, aunque vivió su infancia en Ciudadela.
Egresado del Conservatorio Nacional de Arte Dramático, en el que tuvo como uno de sus maestros a Antonio Cunill Cabanellas, con el oficio aprendido paulatinamente se incorporó a distintos elencos y encaró piezas de Federico García Lorca, Tennessee Williams, Henrik Ibsen y Eugene O"Neill.
Entre los primeros filmes en los que participó, figuran "El amor nunca muere" (1955), de Luis Cesar Amadori; "La pícara soñadora" -con Mirtha Legrand-, de Ernesto Arancibia y "La morocha", de Ralph Pappier, ambas de 1956. Luego vendrían "Una viuda difícil" (1957), en la que lo dirigió Fernando Ayala, quien lo convocó dos años después para "El candidato". Aunque su papel consagratorio, por el que fue ampliamente reconocido, sería el de Ecuménico López en "Un guapo del 900", de Samuel Eichelbaum, para el que Leopoldo Torre Nilsson depositó su confianza en el joven de cara algo aniñada, al que muchos no veían para ese papel, que sin embargo encaró admirablemnte al lado Lydia Lamaison.
A pesar de su físico provilegiado y su apostura, Alcón rehuyó desde su primera etapa el papel de galán y fue así que su carrera pudo extenderse durante décadas y hasta la actualidad.
Con Torre Nilsson -y su mujer, Beatriz Guido-, Alfredo Alcón estableció una cordial relación profesional, que lo llevaría a concretar varios filmes, entre ellos "Piel de verano" (1961), "Martín Fierro" (1968), "El Santo de la Espada" (1970) y "Güemes, la tierra en armas" (1971). Más tarde vendrían "La mafia" (1972), "Los siete locos" (1973), "Boquitas pintadas" (1974) -basadas respectivamente en las novelas de Roberto Arlt y Manuel Puig- y en 1975 llegaría "El Pibe Cabeza".
ARGENTINA Y ESPAÑA
En su larga filmografía, también aparece su participación en "Nazareno Cruz y el lobo" (1975), con la dirección de Leonardo Favio y "El agujero en la pared" (1982) y "¿Qué es el otoño?" (1977), ambas de David Kohon, y rodó con María Luisa Bemberg "De eso no se habla" (1993), junto a Marcelo Mastroianni.
Su protagónico en "Los inocentes" (1964), que filmó en España, dirigido por Juan Antonio Bardem, le abrió la posibilidad de incursionar en el cine europeo, siendo uno de sus más recordados papeles, el que interpretó "En la ciudad sin límites" (2002), de Antonio Hernández, ganadora de un Premio Goya.
Apreciado y elogiado en España por el público y la crítica, Alcón también encabezó en ese país, varias piezas de teatro, algunas de ellas dirigido por su amigo Lluis Pasqual, con el que consiguió una memorable entrega en "El público", de Federico García Lorca, y "Eduardo II", de Christopher Marlowe, que luego traería a la porteña sala del Cervantes, junto a un muy joven, y todavía poco conocido, Antonio Banderas y el equipo del Centro Dramático Nacional de España.
ACTRICES Y AMORES
Reseñar la amplia carrera de un actor como Alfredo Alcón es una tarea imposible por la cantidad de obras que encaró a lo largo de su trayectoria, lo mismo que mencionar los premios que recibió, tanto por su labor en cine, como en teatro.
Norma Aleandro, María Casares y Nuria Espert, fueron algunas de las eminentes actrices con las que trabajó. Con Aleandro, además de actuar en cine y televisión, protagonizó "Escenas de la vida conyugal" de Ingmar Bergman y "Largo viaje de un día hacia la noche", de Eugene O"Neill, un dramaturgo norteamericano que admiraba. Aleandro sería la más entrañable compañera que tuvo Alcón y tras el período sentimental ambos establecieron una amistad que se consolidó con el paso del tiempo.
Precisamente, en 2000 el gobierno porteño distinguió a Alcón y a Norma Aleandro en la Legislatura durante un acto multitudinario.
Alcón, con la legendaria María Casares llevó a escena "Yerma" de Lorca, dirigidos por Margarita Xirgu y con Nuria Espert encarnó "Haciendo Lorca", que presentó en Buenos Aires -en el teatro San Martín- y luego en Madrid.
PREMIOS Y VALORES
La admiración de Adrian Suar hacia Alcón hizo que juntos hicieran varios programas de televisión, entre ellos: "Herederos de una venganza", "Locas de amor", "Vulnerables" y "Durmiendo con mi jefe". Suar también coprodujo en teatro para Alcón y Nicolás Cabré "El gran regreso" (2004), de Serge Kribus, en el complejo La Plaza. En la pantalla chica también se lo vio en "Calígula", de Albert Camus, junto a Luis Brandoni.
Con Guillermo Francella compartió en febrero de 2011 el protagónico de "Los reyes de la risa", de Neil Simon, por el que obtuvo en Mar del Plata un premio Estrella de Mar de Oro. Ese mismo año estrenó "Filosofía de vida", de Juan Villoro, con Rodolfo Bebán y Claudia Lapacó.
En 2012 Alcón sería honrado por el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires en la Feria del Libro tras obtener el premio al mejor actor en el Festival Internacional de Cine de Cartagena por "Los siete locos" y ser galardonado con el Cóndor de Plata al mejor actor por su labor en "Martín Fierro" y "Los inocentes", el filme que Juan Antonio Bardem rodó parcialmente en nuestro país.
La Asociación de Cronistas Cinematográficos de Argentina le otorgó el Premio Cóndor de Plata a la trayectoria en 2005.
Curiosamente, el año pasado "Final de partida" sería la última obra en la que se lo aplaudió -cuando ya estaba enfermo-, por un trabajo al que dedicó unas fuerzas que comenzaban a menguar.
A Alfredo Alcón no le gustaba la práctica docente, ni formar discípulos, pero muchos de los actores de generaciones recientes que compartieron el escenario con él, como Joaquín Furriel, han dicho que trabajar a su lado era como asistir a una clase de teatro en cada función.
El fue un ejemplo del poder de la vocación, que en su caso se unió a una conducta humana de rango ejemplar.