Opinión
Filosofía cotidiana

Alexis Carrel, Premio Nobel de Medicina y parapsicólogo

El pasado 5 de noviembre, se cumplieron 80 años del fallecimiento del Premio Nobel de Medicina Alexis Carrel (1873-1944), quien también fue parapsicólogo. Parece extraño que quien recibiera el Premio Nobel de Medicina del año 1912 ocupara -a la vez- gran parte de su tiempo estudiando e investigando los fenómenos que hoy conocemos con el nombre de parapsicológicos. Más aún, que en su notable libro “La incógnita del hombre” (El hombre, ese desconocido) escribiera: “¡Qué extraordinaria penetración resultaría de la unión de la inteligencia disciplinada y de la aptitud telepática!”.

Compréndase bien; una de las más renombradas personalidades científicas de la primera mitad del siglo XX, estaba señalando que lo extrasensorial -en este caso, la telepatía- es un elemento constituyente de la condición humana… ¡y que es posible utilizarla a voluntad para conseguir una mejor calidad de vida!

ESENCIA HUMANA

Efectivamente, Carrel -a diferencia de la mayoría de sus colegas- no temía indagar en aquellos aspectos que hacen a la esencia humana pero que, por ser difíciles de constatar si el investigador decide ceñirse sólo el estricto marco de la experimentación científica, la “ciencia oficial” acostumbra dejar a un lado cual si no existieran.

Escribe Carrel: “El alma es el aspecto de nosotros mismos que es específico de nuestra naturaleza y que distingue al humano de todos los demás animales. Somos incapaces de definir esta entidad conocida y profundamente misteriosa. ¿Qué es el pensamiento, ese ser extraño que vive en las profundidades de nosotros mismos sin consumir una cantidad apreciable de energía química? ¿Tiene relación con las formas de energía conocidas? ¿Podría ser un constituyente de nuestro Universo, desconocido por los físicos, pero infinitamente más importante que la luz? El espíritu está oculto en el seno de la materia viviente, completamente descuidado por los fisiólogos y los economistas, casi ignorado por los médicos. Y, sin embargo, es el más formidable poder del mundo. ¿Lo producen las células cerebrales, del mismo modo que el páncreas produce la insulina y el hígado la bilis? ¿Con qué sustancia está elaborado? ¿Procede de un elemento preexistente, como la glucosa procede del glicógeno o la fibrina del fibrinógeno? ¿Está compuesto de un género de energía que difiere de los que estudia la física, que se expresa por leyes y que es generado por las células de la corteza cerebral?”.

Finalmente, el Premio Nobel de Medicina, para espanto aún hoy de muchos y de tantos que lo fueron dejando a un lado durante su vida, va más lejos y se atreve a preguntarse: “¿O debería ser considerado como un ser inmaterial, situado fuera del espacio y del tiempo, fuera de las dimensiones del Universo cósmico, insertado en nuestro cerebro por un procedimiento desconocido, y que sería la condición indispensable de sus manifestaciones y el agente determinante de sus características?”

Adviértase la importancia y trascendencia de estas últimas preguntas; puesto que Carel señala la posibilidad de que el pensamiento haya sido incorporado a nosotros ´por un procedimiento desconocido´ y, al utilizar la expresión ´procedimiento´ está abriendo la posibilidad a un hecho de tipo artificial. Y agrego yo, ¿acaso una intervención extrahumana, de entidades inteligentes llegadas de otros mundos que los mitos, leyendas y creencias presentan como dioses?

PODER DE LAS ORACIONES

También estudió el poder curativo de las oraciones, para lo cual indagó en los archivos de la Oficina Médica de Lourdes. Al respecto escribió: “La única condición indispensable para que le fenómeno (de la curación en apariencia ´milagrosa´) se produzca es la plegaria. Pero no es necesario que sea el mismo paciente el que rece, ni siquiera que tenga fe religiosa. Basta con que alguien a su alrededor se halle en estado de oración. Estos hechos son profundamente significativos. Muestran la realidad de ciertas relaciones de naturaleza aún desconocida, entre los procesos psicológicos y orgánicos. Prueban la importancia objetiva de las actividades espirituales, que los higienistas, los médicos, los educadores y los sociólogos han dejado de estudiar casi siempre. Abren al hombre un mundo nuevo”.

RECONOCIMIENTOS

Carrel, además de haber obtenido el Premio Nobel de Medicina “en reconocimiento a su trabajo acerca de sutura vascular, y trasplante de vasos sanguíneos y de órganos” obtuvo innumerables reconocimientos; entre ellos fue miembro de la Academia Alemana de Ciencias Naturales Leopoldina, Academia de Ciencias de Francia, Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias, Academia de Ciencias de Rusia, Académie Nationale de Médecine y de la Academia Pontificia de las Ciencias. Fue distinguido como Comandante de la Orden de Leopoldo (1916) y Comandante de la Orden Nacional de la Legión de Honor de Francia (1917).

Habida cuenta de sus méritos, un cráter lunar fue bautizado con su apellido.

Finalizaré recordando que este hombre, que se atrevió a indagar donde aún hoy mucho no se atreven, dejando un inmenso legado en el que corresponde continuar trabajando, fue elegido miembro de la Sociedad Filosófica Americana en 1909 y miembro de sociedades científicas en E.E. U.U., España, Rusia, Suecia, Países Bajos, Bélgica, Francia, Ciudad del Vaticano, Alemania, Italia y Grecia; elegido dos veces, en 1924 y 1927, miembro honorario de la Academia de Ciencias de la URSS. Obtuvo los doctorados honoris causa de la Queen's University de Belfast, la Universidad de Princeton, la Universidad de Brown y la Universidad de Columbia. Fue Gran Comandante en la Orden de la Estrella Polar de Suecia, y el destinatario de otras condecoraciones en España, Serbia, Gran Bretaña y de la Santa Sede.