La campaña electoral "K" se convirtió en los últimos días en un anticipo poco alentador de lo que podría ser el binomio Fernández-Fernández en el gobierno. Cuando la ex presidenta consagró como candidato a Alberto Fernández abrió la puerta al riesgo del doble comando. Si Fernández se instala en la Casa Rosada, tendrá el poder formal, pero ella será la depositaria del poder real que dan los votos.
Ese riesgo que entonces era potencial parece haberse adelantado a juzgar por una campaña caótica, con kirchneristas que apuntan al gobierno, pero terminan haciendo blanco sobre su propio candidato. El problema dejó de ser el doble comando y pasó a ser el comando múltiple.
Ejemplos no faltan. El más evidente fue el de Aníbal Fernández al comparar a María Eugenia Vidal con un múltiple homicida. Lo cruzaron entre otros Axel Kicillof y una joven candidata feminista, que fue a su vez reprendida por una diputada defensora de Aníbal. El denominado "fuego amigo" se convirtió en un tiroteo.
Pero Aníbal tampoco fue el único en pifiar. Cristina Kirchner comparó la situación de Argentina con la de Venezuela, paralelo que no sólo ignora la realidad, sino que trivializa la grave situación humanitaria por la que atraviesan los venezolanos bajo un régimen demencial. A lo que hay que agregar que lo disparatado de la comparación quita seriedad a cualquier crítica acertada que puedan hacer ella o Alberto Fernández al gobierno de Mauricio Macri.
De todas maneras el que hizo más méritos para perder votos fue el propio Alberto Fernández y no la heterogénea tropa que va prendida de su boleta. Anunció que "defaulteará" las Leliqs, instrumento financiero con el que se desalienta la compra de dólares, y que propiciará una devaluación si llega al poder. Innecesario señalar que incumplir obligaciones asumidas implica dinamitar una de las pocas herramientas que permitieron la estabilidad de los últimos meses. Ni qué decir de las promesas de devaluación. Cuando se oye a Fernández es inevitable evocar la declaración de Guido Di Tella en 1989 de que en el gobierno de Carlos Menem el dólar estaría "recontra alto". La reacción de los mercados fue fulminante, disparó la hiperinflación más grande de la historia argentina y obligó a Raúl Alfonsín a abandonar el gobierno anticipadamente.
MACRI NO ES ALFONSIN
No se sabe si Fernández quiso emular a Di Tella, pero la situación de Macri no es la de Alfonsín. El radical tenía un déficit fiscal altísimo, bordeaba el default y las reservas eran casi nulas. Esto, sin embargo, no reduce el riesgo desestabilizador de las palabras del candidato K.
Lo más llamativo es que esa es la parte "Hyde" de Fernández. Su parte "Dr. Jekyll" manda a sus economistas de confianza (Kulfas, Alvarez Agis) a decir que hace falta un plan de estabilización con precios y tarifas congelados, techo a las paritarias y control cambiario. Al margen de que esos planes fracasaron históricamente, de Gelbard a Kicillof, es el propio Fernández el que agrega confusión a la campaña K e incertidumbre al horizonte económico. No se sabe si encarna al científico Jekyll o su nefasta prolongación, el salvaje Hyde.