Hay conceptos que se popularizan y de alguna manera terminan incorporándose al saber colectivo, pero con una interpretación equívoca y, aun así, establecen un patrón de comunicación finalmente válido, ya que aunque el concepto se instale en su versión errónea es compartido por otros. Esto ocurre con palabras. Así, por ejemplo, entendemos a veces por "bizarro" a alguien extraño, cuando en castellano originariamente es una palabra derivada del italiano (bizarro ídem) que significa aguerrido, valeroso y que luego debido al influjo del francés y subsecuentemente del inglés (bizarre en ambas lenguas), se empezó a usar el de extraño, extravagante. Finalmente, ante ese uso, la RAE decidió incorporar este significado y hoy es válido como equivalente a este último concepto.
Con los conceptos o expresiones sucede algo similar. El concepto de la ventana de Overton es uno de ciencia política, que Lehman y otros denominaron así en honor post-mortem a Joseph Overton, miembro como ellos del Centro Mackinac de Política Pública, quien había delineado la idea que luego se formularía de manera concreta. Simplificando, el concepto se refiere a la adaptación del discurso político a una ventana, un rango conceptual, para que el mismo sea aceptado por el público en concordancia con sus ideas colectivas. Así, los políticos y juristas van variando sus conceptos para hacerlos coincidir con la narrativa imperante en un determinado momento y lograr que sea aceptado.
Sin embargo, años más tarde, un artículo de Evgueni Gorzhaltsán en RT (RussiaToday) lo modificaba respecto al concepto original, estableciendo que se trataba de una forma de instalar una narrativa de manera progresiva en la población y establecía los pasos en los cuales se llevaba una idea inaceptable hasta hacerla popular e instalarla. Este concepto es el que se ha popularizado y podemos usar.
Desde hace varios años padecemos una increíblemente intensa campaña mediático- política, en la cual se busca transformar a los menores de edad en objeto sexual válido. Evidentemente, esa idea totalmente ajena (totalmente inaceptable diría Gorzhaltsán) no puede ser modificada sino por una serie de pasos graduales, escalonados en el tiempo y bajo diferentes formas y divulgadores, sino habría sido rechazada. Las vías son muchas, desde personajes públicos bromeando de manera procaz con referencias directas al abuso sexual infantil (ASI), obviamente sin considerar la idea de abuso, de delito ("es una manteca" en el caso Veira-Candelmo, judicializado pero aun así mediatizado obscenamente) u horas de exposición mediática de personajes "bizarros" (en el último sentido).
Es interesante notar que mientras se los hace participar como bufones, en realidad al igual que los bufones de la edad media, se los deja decir lo que nadie puede, pero quieren que sea dicho. En un famoso y reactualizado caso de abuso sexual a menores jugadores de fútbol de clubes importantes del país, el "bufón", en realidad un proxeneta, dice abiertamente que él "le llevó jugadores de las inferiores de un club de fútbol a ... (menciona un personaje de la farándula) para que tenga sexo con ellos", mientras tanto todos reían y hacían como que se horrorizaban de los dichos del bufón. Fue el caso de Cohen Arazi, hoy detenido en una unidad carcelaria, y se dio en un famoso programa sobre temas de la farándula. También el caso de periodistas cuestionando el concepto de consentimiento en menores, algunos de manera que parezca formal y seria, citando el código penal, y otros aseverando que "la ley dice que si el chico no se siente abusado no hubo abuso" (dicho por un abogado aparte de periodista). Esa expresión fue en 2018, dada en el contexto de una causa, la de las inferiores de clubes de fútbol, que posiblemente se relacione con la causa actual. Los hechos no parecen estar aislados o ser casuales. En otro caso el comunicador, que además es psicólogo, trató de normalizar la posesión de pornografía infantil diciendo, cito: "¿cuál es el problema de tener pornografía infantil?, ...la pornografía es una fantasía...el tipo no comete ningún delito, no le hace mal a nadie", cierra cita. La idea de "no hacer el mal" busca eludir y cambiar el concepto constantemente, pervertir la norma moral, generando falsas alternativas.
NADIE PIENSA EN LAS VÍCTIMAS
En los casos de pornografía infantil que hoy se considera sinónimo de ASI, ¿se piensa en la víctima menor?, ¿se sabe quién es esa persona (¿o un niño o bebe no lo es?) que es expuesta obscenamente?, ¿pidió ser expuesta públicamente de manera libre o fue fotografiada, filmada mientras confiaba, o sus padres lo habían hecho, en su captor? En el caso del momento en que esto fue dicho, casualmente un médico había sacado imágenes, inclusive de bebés. Esas imágenes circulaban por el mundo ya que la investigación se inició por una alerta enviada desde Estados Unidos. ¿Se contempla la magnitud del daño que se hace a un menor cuya identidad es develada?
En estos días esa idea vuelve a surgir en el caso que nos hemos referido la semana pasada en el artículo "Orwell, el caso Corazza y las víctimas", en el cual una línea argumental expuesta de nuevo por varios de estos personajes, ahora otros pero de similar procedencia, es que no ha habido daño para el menor ya que él aceptó la relación. Gracias al aprendizaje de la pandemia, se utilizó la misma estrategia: llevar a "expertos" que repetirían conceptos difusos o muy teóricos, en este caso sobre la pedofilia, como característica de personalidad o desde el área legal de nuevo citando artículos descontextualizados y limitándose a edades cronológicas. La idea es instalar el falso debate con lo cual Evgueni parecía no estar equivocado en su mirada sobre la ventana conceptual. Así, con solo un golpe de opinión fragmentaria de un experto psico-legal se desconoce el trauma psíquico y al mismo tiempo la capacidad de consentir libremente, en sujetos vulnerables que son casualmente los que son captados por estas organizaciones delictivas. En el caso de referencia, el menor de 14 años inclusive habría sido drogado, metodología ésta bastante frecuente.
En estos días los medios, a modo de debate (imposible), plantearon dos ejes principalmente: el consentimiento y la normalidad o no de la pedofilia. Para ello citaron a "profesionales" que en muchos casos opinaron acorde a la narrativa de la agenda pedofílica que no cesa de avanzar. Se expresó repetidamente el viejo anhelo de todas las organizaciones que buscan el amor libre con los menores, los "boy lovers", y es que la pedofilia no sea considerada una parafilia, es decir un deseo por fuera de la normalidad, y que requiera tratamiento, sino una elección libre de objeto sexual, aclarando por supuesto a modo de compensación, "mientras no se haga daño". Este concepto difuso del daño deja abierta la duda. Sin embargo, la realidad de lo que acontece con los menores es trágicamente claro, así como sus consecuencias que los acompañarán para el resto de la vida.
Fue famosa, a finales de los 70, la defensa de un grupo muy importante de intelectuales franceses en razón del proceso de abuso sexual muy resonante (el caso Coral), que sostenía que era "inaceptable y ofensiva la idea de que un niño no sea capaz de consentir". Esto fue mediante una extensa declaración pública, pidiendo al parlamento francés las relaciones libres con menores, que fue firmada por intelectuales como Foucault, Sartre, Derrida, Simone de Beauvoir, Matzneff, entre otros. Este último resurgiría como abusador por un libro "El consentimiento", en 2020.
ACTIVISMO PEDÓFILO
El activismo pedófilo tiene inclusive un "Día de Orgullo Pedofílico", que busca impulsar algo que comienza a ser lamentablemente aceptado cada vez más como una libre elección válida y no un trastorno asociado en algunos casos a una conducta criminal.
La pedofilia no es sinónimo, sin embargo, de abuso sexual e inclusive no todos los abusadores son pedófilos. Este concepto en la nosología psiquiátrica lo ubica dentro de las parafilias, como "fantasías o comportamientos con prepúberes (de 13 años o menos)". Esto es planteado así en el Manual de clasificación habitual en psiquiatría, el conocido DSM en su 5ta versión (DSMV), que por presiones de estos grupos de opinión cambió la denominación de pedofilia, por trastorno pedofílico, dejando implícitamente a la pedofilia fuera de los comportamientos patológicos. La versión anterior (DSM IV-TR), sin embargo, al igual que la actual, no eliminaron la comisión del acto, es decir del comportamiento, hecho en el cual estamos ante el abuso, no solo la fantasía. Sobre la base de ese equívoco se extienden para naturalizar algo que avanza en el mundo de manera por momentos incontenible.
Al mismo tiempo existen varias denominaciones que de alguna manera confunden. Sumada a la pedofilia y/o de trastorno pedofílico, se agregan pederastia, efebofilia, hebefilia, infantofilia, etcétera.
Todos estos planteos teóricos tienen una característica: dejan de lado a las víctimas, exigiéndoles que tengan lo que en su carencia las convierte en víctimas y es la capacidad de ofrecer resistencia. El abuso infantil lleva a consecuencias permanentes para las víctimas en la mayoría de los casos.
Se está corriendo esa ventana para naturalizar de manera definitiva algo de lo cual esto es solo una parte y ya está teniendo impacto en otras áreas de la salud. Seguiremos ampliando.