La imagen de la Nuestra Señora del Rosario, principal advocación mariana de la Orden de Predicadores, que se conserva en el Convento de San Pedro Telmo conocido habitualmente como de Santo Domingo, es una antigua talla que tiene 426 años en Buenos Aires.
Ya en 1586 se veneraba en nuestra ciudad en presidiendo el culto en la primitiva iglesia matriz porteña.
Adquirió pronto particular devoción en la aquella población que apenas superaba los 300 pobladores; quizás influenciada porque ella había acompañado al ejército español en labatalla de Lepanto un 7 de octubre de 1571, cuando el ejército de don Juan de Austria enarboló una bandera enviada por Pío V con la imagen de la cruz y de la virgen: “Dame un ejército que rece el rosario y conquistaré el mundo".
No era para menos, Cervantes que ganó su mote de manco en esa acción afirmó: “La más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros”.
Decididos a organizarse los no pocos devotos del templo ubicado en la calle más importante de la ciudad, por la que entraban gobernadores, obispos y virreyes, los fieles organizaron la Cofradía dedicada a honrar el culto mariano, con sus misas mensuales, encuentros y obras piadosas.
Cuando en 1806 la ciudad fue invadida por las tropas británicas, según constancia en el libro de actas, don Santiago de Liniers declaró: “Estoy resuelto a hacerlo, reverendo padre. Hoy mismo, en el transcurso de la misa, he hecho ante la imagen sagrada de la Virgen un voto solemne. Le ofreceré las banderas que tome a los británicos si la victoria nos acompaña. Y no dudo que la obtendré si marcho a la lucha con la protección de Nuestra Señora, hoy mismo partiré a Montevideo a encontrarme con el señor gobernador de esa plaza, don Pascual Ruiz Huidobro, para que nos ayude en la reconquista”.
Y Montevideo ayudó, y así unidos aquellos a los criollos lograron el 12 de agosto recuperar la ciudad y Liniers cumpliendo con su voto entregó las banderas a la Santísima Virgen del Rosario, a cuya protección había colocado la empresa.
Su devoción se manifestó posteriormente, entregando el bastón y algún trofeo a la imagen que se encuentra en la iglesia del Rosario de la ciudad de Córdoba, envío que hizo a través de su amigo don Francisco Antonio de Letamendi.
A menos de 40 metros de ese templo y ampliamente vinculado al mismo, y a la Tercera Orden, estaban los Belgrano, comenzando por el fundador de la familia don Domingo; siguiendo por sus hijos, educados en primeras letras en ese lugar. Manuel Belgrano, no olvidó esa especial devoción y donó dos banderas tomadas al ejército español en el Alto Perú en 1813.
La sagrada imagen recibió no pocos títulos: Milagrosa, Histórica, Antigua, Primera. Todo ello motivó que un grupo de señoras encabezadas por Inés Dorrego de Unzué, impulsaran la coronación de la sagrada imagen y ella misma entre 1928 y 1931 costeó el magnífico camarín. Con la autorización del Papa Pío XI, la ceremonia se realizó el sábado 7 de octubre de 1922, presidida por el Internuncio Apostólico, monseñor Alberto Vassallo di Torregrosa, obispos y altos dignatarios de la iglesia.
El gobierno estuvo representado por el presidente de la República, Hipólito Yrigoyen. Nos aminamos a decir que fue prácticamente su último acto oficial con tal concurrencia de público, ya que se realizó en la Plaza de Mayo, a cinco días de entregar el mando al doctor Marcelo T. de Alvear.
Don Hipólito además era muy cercano a los padres dominicos, visitaba a menudo el convento y su cuerpo fue amortajado con el hábito de la orden.
En una noche aciaga cuando las llamas sacrílegas no respetaron ni la santidad del templo ni la majestad de los próceres que en él descansaban, la histórica imagen se salvó del terrible incendio, en el que Buenos Aires perdió buena parte de su patrimonio artístico e histórico religioso.
Un año después recibió nuevamente esos trofeos recuperados, que la acompañaban desde hacía casi un siglo y medio.
Continúa Nuestra Señora del Rosario en ese histórico solar, custodiando testimonios de nuestra historia y recibiendo la permanente devoción de su pueblo, con la memoria agradecida y la súplica reverente para tantas necesidades, como las que se viven en el presente; a la vez que especialmente también se recuerda a los caídos en Malvinas en el 40 aniversario de esa gesta que la tuvo como excelsa patrona.