Setenta y ocho segundos. Ese fue el tiempo que estuvo dentro de la cancha Spreen, el ya famosísimo youtuber, quien cuenta con más de 10 millones se followers. Su aparición duró un suspiro en el arranque de uno de los partidos más importantes de la última fecha del campeonato de la Liga Profesional que, de profesional, tiene cada vez menos. Otra vez el fútbol-negocio goleó al fútbol-deporte. El primero se comió al segundo hace rato.
Dinero limpio o dinero sucio, lo mismo da. La historia es conocida y amarga. El cuento de no ficción se hizo viral, rompió récords, trascendió al mundo. La jugada marketinera resultó tan brillante como repudiada. Ya el lunes por la noche todos hablaban del influencer Iván Raúl Bujaheruk de 24 años quien, sin ser futbolista (no pasó por las divisiones inferiores de ningún club, no tiene físico de deportista) debutó en Primera en Deportivo Riestra frente a Vélez, el líder del campeonato. No tocó la pelota. Enseguida el DT del Malevo, Cristian Fabbiani, lo cambió por Gustavo Fernández.
Tenía más lógica que jugara el experimentado delantero de 34 años que empezó en River y pasó con sus goles por Costa Rica, Chile, Bolivia y un par de equipos más del Ascenso. Lo otro fue un papelón. Pero un papelón anunciado (incluso por teléfono al DT fortinero Gustavo Quinteros, un par de días antes. Algo así como el que avisa no traiciona). Y ejecutado como un plan maestro del club que es cuasi gerenciado por el polémico empresario y abogado Víctor Stinfale, dueño de una de las marcas de bebidas energizantes más famosas y que auspician la camiseta de Riestra. Y les paga a los jugadores, al técnico, a los utileros.
El mundo del fútbol condenó la jugada. Desde Lionel Scaloni hasta las altas esferas de la AFA y futbolistas de otros clubes, le bajaron el pulgar. El circo se aturdió con la supuesta falta de respeto hacia los verdaderos jugadores que luchan desde muy chicos para escalar la montaña que los conduce a Primera. La cuenta que hacen los formadores de juveniles dice que, de mil chicos que empiezan en infantiles, uno solo llega a ser profesional. Uno de mil.
´´Hoy me tocó ir a ver en la Villa Olímpica un selectivo de chicos que venían de las provincias a probarse a Vélez y se iban frustrados porque no llegaban. Ese es el fútbol: intentar hasta lo último, dejar a tu familia, viajar diez horas… Es un mensaje erróneo que le damos a la sociedad y a los chicos, a los que lo intentan hasta lo último y no pueden´´, dijo ofuscado pero con un dejo de tristeza frente a las cámaras Braian Romero, luego del empate de Vélez con Riestra (1-1) con la pantomima del streamer consumada.
Quizá porque la historia de Romero es de lucha y superación, la hombre le dolió más lo que pasó con Spreen. El goleador del Fortín se caracteriza más por el esfuerzo que por la sutileza, por la entrega que por la belleza de sus acciones. Con esa garra se ganó un lugar de privilegio pero siempre transpiró la camiseta. Desde ahí Romero dejó su opinión: ´´Quiero decirles a los chicos que ese no es el camino. Que sigan intentando, que el fútbol intentar, fracasar, intentar, fracasar y seguir intentando. Hoy mostramos un mensaje equivocado”. Sabe de lo que habla.
Más allá del (mal) ejemplo que puede significar el Caso Spreen para esos jóvenes que todos los días corren detrás de la pelota en campos pelados y fríos, lo que pasó en el Bajo Flores encendió también alarmas más silenciosas. Por un lado, el día después del cuestionado episodio, se pidió que se abra un expediente a la Dirección General de la AFA a raíz de lo que consideran podría tratarse de una situación carente de principios éticos. Se solicitó que el tema sea investigado por el Tribunal de Etica. Tal vez parezca exagerado todo, hasta pacato. Un montón. Pero hay más.
El anuncio de que Spreen iba a firmar la planilla para poder jugar hizo que las casas de apuestas estallaran. No fueron pocos los apostadores que vieron una oportunidad y pensaron que el influencer podía llegar a patear al arco o hasta marcar un gol. Otros, quizá más sensatos, imaginaron que no iba a durar en el campo de juego ni un minuto. Según las casas de apuestas deportivas, el debut profesional de joven pagaba 2.5. Es decir, quien ponía mil pesos, se podía llevar 2.500. Y existe un dato muy polémico y clave: algunos se enteraron, un ratito antes de que el árbitro Luis Lobo Medina diera el pitazo inicial, que el Ogro Fabbiani lo iba a ubicar de titular al influencer pero ya con la intención de sacarlo al minuto. Y eso fue lo que pasó.
El miércoles la Justicia actuó. Fabbiani y el propio Spreen son ahora investigados por el caso. La Fiscalía Especializada en Juegos de Azar (FEJA), a cargo de Juan Rozas, “inició de oficio una causa con motivo del encuentro futbolístico entre Riestra y Vélez´´, para averiguar si ´´el DT y Spreen tuvieron como finalidad la captación de apostadores en plataformas ilegales”.
En medio de todo el embrollo, no pareciera que Spreen sea el gran culpable de lo sucedido, más allá de haberse convertido en el protagonista. Sin embargo, como bien dijo Romero, el análisis debe ser más profundo. En tiempos en el que los jóvenes (y lo no tanto) esperan que todo se resuelva rápido y fácil… En épocas en las que el esfuerzo, el estudio, el trabajo, pierden la carrera contra las soluciones mágicas que venden pantallas de todo tipo… el eje se va corriendo. Las soluciones mágicas suelen destruir los techos de cristal. Lo que se vio en la cancha de Riestra puede actuar de espejismo para los más vulnerables. ´´Lo único que sé es que Iván vende latitas y a mí me paga la latita. Entonces, que venga”, dijo Fabbiani. La discusión podría tener un triste final en el sincericidio del Ogro.