Por Myriam Mitrece y Carlos Ialorenzi
Los seres humanos somos seres sociales por naturaleza. No podemos, ni queremos vivir aislados. La "conexión social" es una motivación primitivamente arraigada. Todos queremos pertenecer a un grupo, sentirnos identificados con él y contactar con los demás; por eso a veces, sin querer o deliberadamente, emitimos señales para que los otros nos reconozcan como pertenecientes al grupo.
Varios autores han establecido categorías de necesidades humanas, estableciendo una jerarquía: alimento, refugio, seguridad, autoestima… Lo social si bien siempre fue considerado importante, no se suele ubicar en el primer lugar. Las necesidades biológicas casi siempre aparecen en la base, son las más obvias: sin comida ni agua, morimos. ¿por qué será que muchas veces lo evidente permanece oculto a nuestros ojos? Tal como afirma la psicóloga Pamela Rutledge, Directora del Media Psychology Research Center, “ninguna de estas necesidades, empezando por la supervivencia básica en adelante, es posible sin la conexión social y la colaboración”. “Pertenecer tiene sus privilegios” como decía una publicidad de tarjetas de crédito a fines de la década de los ochenta.
PERTENECER
Nuestras decisiones cotidianas están teñidas por la moda y los usos y costumbres de nuestra cultura. Modas en los objetos que compramos, en las herramientas que usamos y hasta en las ideas que pensamos. ¿hasta qué punto nos influyen? Nadie quiere sentirse “sapo de otro pozo”, fuera de moda o “rarito”. Las “señales de identidad” pueden ir desde el uso de una determinada marca de ropa, reproducir gestos o seguir tendencias. Esto es tan viejo como la humanidad, pero las redes, los medios masivos han actuado como catalizadores.
EXPERIMENTO SOCIAL
Por los años 50 Solomon Ash, un psicólogo polaco-estadounidense, se hizo famoso por sus experimentos sobre la conformidad, con las que demostró que las personas ante la presión social pueden ser voluntariamente inducidas al error.
En su experimento participaban varios voluntarios "cómplices" del investigador y una persona que era objeto de la prueba. Se les mostraba una tarjeta impresa con tres líneas que notoriamente eran de diferente longitud y se les preguntaba cuál era igual a una cuarta dibujada en otra tarjeta. La tarea era simple y evidente. Pero Ash descubrió que cuando los voluntarios decían a viva voz lo correcto, el investigado respondía del mismo modo, pero cuando ellos elegían la opción equivocada, el sujeto investigado comenzaba también a dar respuestas incorrectas.
Este patrón se repitió en más de 100 casos. Algunos respondían de forma incorrecta por no animarse a contradecir al resto, otros porque realmente terminaban convenciéndose de que su percepción era la que estaba fallando. La conclusión es que, como seres sociales, nos incomoda sentirnos "bichos raros" y preferimos acomodarnos a lo que expresa la mayoría.
¡SHHH! SILENCIO
Elisabeth Neumann, politóloga alemana, apodada "La dama de las encuestas" contribuyó a la ciencia política con su famoso modelo de la espiral del silencio, una teoría sobre como la opinión pública puede influir en el comportamiento de un individuo. En muy apretada síntesis explica como la opinión percibida como vencedora o dominante (aunque no lo sea) genera un efecto de sumisión por parte de la población dominada. La adhesión a grandes corrientes de opinión son un acto reflejo del sentimiento protector que confiere a la mayoría y el rechazo al aislamiento, al silencio y a la exclusión. Nuevamente. No queremos ser bichos raros y cuando nos convencen que somos minoría, silenciamos.
Es cierto. Somos naturalmente sociales, pero también naturalmente racionales, potencialmente capaces de ensimismarnos, reflexionar y advertir la verdad en la realidad.
El lector podrá seguir a Buena Data en:
YouTube: /BuenaData
Instagram: @buenadata