Política

A cincuenta años del asesinato del general Pedro Eugenio Aramburu

Como acertadamente escriben Rosendo Fraga y Rodolfo Pandolfi en su libro Aramburu, la biografía,  al General ¨se lo asesinó porque iba a ser Presidente de la República y eso era intolerable para los nacionalistas, los guerrilleros y para diversos sectores políticos y económicos.¨ Comencemos esta historia  atroz de uno de los peores momentos de la historia argentina.

A mediados de los años sesenta la Argentina ya no era la misma. La sociedad civil  y política  había  pegado   un giro tan abrupto que el general Perón  ya no era aquel personaje detestado de los años 50. Se lo apreciaba con otros ojos.  Para un sector extendido de la sociedad el exiliado    había dejado de ser el tirano prófugo.  

Ejemplos de este cambio fueron, entre otros,   Frondizi, Solano Lima, un sector del Ejército, la Iglesia,  el doctor Humberto Illia, Ricardo Balbín, el general Aramburu  y vastísimos sectores de la clase media, que de un gorilismo exacerbado giraban a un peronismo fanatizado, algo que a futuro sería una tragedia. En el bando del anti peronismo quedaban, como piezas de museo,  cuatrocientas personas que se reunían todos los 16 de setiembre con el Almirante Rojas, que aún no daba el brazo a torcer. Muchos años después el doctor Menem lo persuadiría de su error.

La década del 60 fue  testigo involuntario de un prodigio  satánico. Sectores acomodados de la clase media urbana  corrían, sin estación intermedia,   de la elegancia altanera  del petitero, caminante sin destino  de la gran vía del norte, a la informalidad de los jóvenes de  jean contrabandeado, que ahora se lanzaban  en torrente a las villas en pos de la utopía del pobrismo.

Aramburu, sin utopías ni excentricidades, comprendió que al fin y al cabo Perón no era tan malo.  En   una carta inédita del general Osinde a Perón del 12 de diciembre de 1968, esto es antes del Cordobazo,  le informaba:

¨Los liberales han organizado sus fuerzas. Estas convergen hacia la figura de Aramburu, en última instancia el hombre de la conciliación nacional y su plan es el bloqueo del gobierno de Onganía para su ulterior copamiento. Este grupo de oficiales ahora no quieren tocar el tema Perón pero cuando lleguemos al gobierno, según me dijeron, el general Perón gozará de todos sus derechos y garantías y podrá regresar a su patria y cuando Perón esté aquí hablaremos.¨

Sería muy extenso desarrollar los fracasos políticos desde la interrupción del gobierno constitucional del general Perón en 1955, lo evidente era que  el último experimento, la Revolución Argentina, marchaba a los tumbos. Sus contradicciones internas creaban en  el gobierno de Onganía una situación de gran inestabilidad.   Aramburu percibió claramente el clima reinante, esto es, las desavenencias en el gobierno,  la efervescencia social y el funesto camino que Onganía le imprimía a su gobierno. No tanto por la política económica de Adalbert  Krieger Vasena sino fundamentalmente por las ideas corporativistas vinculadas al nacionalismo ultramontano de ese gobierno. Nacionalismo que generó en su momento expectativas en el peronismo y en el mismo Perón que declaró por intermedio del periodista Tomas Eloy Martínez a la revista Primera Plana lo siguiente, en 1966:

¨Para mí es este un movimiento simpático. Onganía puso término a una etapa de verdadera corrupción. Illia había detenido al país queriendo imponerle estructuras del año 1800. Si el actual gobierno procede bien, triunfará. Cuando los jefes militares me visitaron por interpósitas personas (el hijo de Onganía) descubrimos algunas coincidencias.¨

Luego observaba que si por el contrario  Onganía hacía las cosas mal, entonces haremos como decía Confucio: ¨una hormiga no puede matar a un elefante pero puede comérselo.¨

¨No conozco a Onganía, es un hombre que habla poco y por lo tanto difícil de definir. Tengo la impresión que es un buen soldado. Simpatizo con el movimiento militar porque el nuevo gobierno puso coto a una situación catastrófica. Illia fue un tramposo y un fullero. Su gobierno fracasó porque intentó gobernar sin concurso popular. Uno de los hombres más sagaces de la historia política argentina, el general Roca, decía que para que los radicales se hundieran bastaba dejarlos gobernar. El problema político se soluciona haciendo los padrones de nuevo.  Deben también organizarse fuerzas políticas. Es tarea para un año y medio o dos. Hay que convocar a elecciones con la Ley Saenz Peña y al que gane le ponemos el hombro todos.¨ Perón hablaba de elecciones, ley Saenz Peña, mayorías y minorías. Once años de exilio le habían hecho  ver la política de manera distinta a la practicada en sus dos primeros gobiernos.

El general Aramburu como hemos visto había llegado a la misma conclusión: no hay gobierno sin concurso popular. Dos elementos más suman a esta idea, en abril de 1969 declara a la revista Panorama:

¨Es necesario establecer una democracia para el desarrollo sostenido, deben tenerse en cuenta las siguientes pautas. Hemos venido practicando una democracia limitada; pero la práctica del voto universal, la industrialización acontecida en el país; el progreso cultural; la fuerte urbanización imponen la incorporación decidida de todos los estratos sociales a la vida política en forma efectiva y activa.

Debemos hacer una democracia real sobre la base del respeto de los de los derechos cívicos y sociales de todos los argentinos. Significamos claramente que una democracia estable exige terminar para siempre con las proscripciones. La democracia supone la concurrencia ordenada de partidos y candidatos. Esa concurrencia debe rematar en una mayoría lo suficientemente amplia como para que resulte un gobierno capaz de actuar con eficacia; y una oposición resuelta a contrapesar, pero no a trabar hasta el derrocamiento, la acción de gobierno elegido por el pueblo¨

Era evidente que Aramburu, ya no era el mismo. Y Perón tampoco. En ese mismo año de 1969 en el mes de abril, Perón en una entrevista a Panorama insistía una vez más sobre la necesidad de una salida electoral sin proscripciones.

Finalmente está la carta que publiqué por primera vez en el 2017   del doctor Ricardo Rojo  al general Juan Domingo Perón, del 17 de diciembre de 1969 desde París, donde le notifica que estuvo a verlo el general Aramburu.  Este paso dado por  Aramburu si bien iba en línea con su pensamiento de 1968 según la carta de Osinde, ahora, en diciembre del 69, era decisivo pues en mayo de ese mismo año habían ocurrido levantamientos populares en Chaco, Corrientes, Rosario y Córdoba.  Ahora, la situación se tornaba ingobernable especialmente para un gobierno como el de Onganía absolutamente insensible a la realidad política.

Rojo le informa a Perón que Aramburu   califica al general Onganía de "mediocre, sin rumbo. Parálisis de nuestra economía. Descontento social creciente. Chatura del país. Decadencia en todos los órdenes. Entrega y satelización".

Sostuvo que "nuestros males demandan una solución política previa, con la participación leal de las grandes corrientes de opinión: en especial el peronismo y el radicalismo. El entendimiento sobre un programa mínimo es el paso necesario para hacerse cargo de la conducción ejecutiva. Sin mezquindades, sin recelos sobre el pasado donde todos cometimos errores que aún nos dividen. Comprensión y unidad nacional."

Cuando le pregunté acerca de la actitud de las FFAA dijo: "aun el general Alejandro Lanusse comprende la necesidad de sustituir a Onganía."

Dejó entrever que él sería la figura llamada, quedando Lanusse como Comandante en Jefe del Ejército. Agregó que: "luego de arar profundo, la ciudadanía sería consultada en elecciones, sin exclusiones ni veto de ningún tipo, entregando el poder a quien resultare electo

Dado sus antecedentes, le pregunté expresamente acerca suyo y de su movimiento, contestó: "El general Perón podría regresar al país y participar decisivamente en el gran esfuerzo común."

Al fin de evitar malentendidos lo consulté si podía informarle a usted acerca de lo discutido y declaró "por supuesto" y así lo hago sin asumir representaciones ni mandatos de ninguna clase. Sólo con el patriótico intento de encontrar fórmulas nuevas para superar la continuada crisis en que se debate nuestra Patria. Convinimos en reunirnos nuevamente en los primeros días de 1970. Quedo a la espera de sus reflexiones. Hacia fines de enero lo buscaré en Madrid.¨

Esta carta  evidencia el giro copernicano que el general Aramburu había pegado desde su extremado anti peronismo de  1955, a la fecha de la misiva. En rigor de verdad este General, como ya hemos visto  no era el único que había variado de opinión. Ciertamente el Cordobazo, de mayo de 1969 y las crisis provinciales que desató, marcó el fin de aquel régimen militar.  Lo dice con claridad el general Agustín  Lanusse en su libro Mi testimonio.  Corresponde insistir aquí que han sido estas puebladas la razón primera y última del retorno de Perón a la presidencia y no la acción reaccionaria, elitista y el terror de las organizaciones armadas.

Si hubo algún nuevo intento de aproximación entre Aramburu y Perón además de la carta citada, no lo sabemos; sí conocemos, por una misiva publicada por el Tata Yofre, de Perón a Paladino, alguna posibilidad de acercamiento pues el General le dice   ¨me visitan muchos, hasta antiguos gorilas¨. Si hubo algo más quedará en el misterio. Lo interesante y donde valdría la pena ahondar más es que todo estaba dado vuelta. La historia suele dar esos giros.  Aramburu había sido uno de los referentes más destacados de los Colorados, anti peronismo furioso,  y Onganía el jefe de los azules con posturas más amigables. Ahora resultaba que Aramburu proponía un acuerdo con Perón y los azules querían quedarse 10 años más en el poder y hacer la revolución nacional, arrebatándole esa bandera al peronismo.

Siendo que los azules de algún modo se identificaban con el general Lonardi, esto es, un peronismo sin Perón, su antipatía por Aramburu era manifiesta ya que en el 55 no quiso ni a los  peronistas ni a Perón.

Excepto Krieger Vasena , Onganía se rodeó de nacionalistas. Uno de ellos que hace de manera directa a esta historia fue el general Francisco Imaz, Ministro del Interior cuando el secuestro y posterior asesinato de Aramburu. Había entre estos dos hombres cuestiones personales y políticas. Cuando el general Aramburu conversó con él,  en el 55,  para sumarlo a la sublevación, éste le contestó: ¨Usted tendrá razón pero no hay posibilidad de cambio ya estuve en una revolución con todo entusiasmo en el 30 y eso tuvo un resultado negativo.¨ Las diferencias  políticas quedan claras  con esa repuesta,   si la revolución del  30 no le gustó a Imaz considerándola un fracaso es porque al general Félix  Uriburu le fue mal y al general Agustín  Justo bien. Una digresión,  en esa revolución estuvo Perón, pero lo hizo con Justo, el bando liberal. Con el fascismo  estuvo Imaz.

SECUESTRO Y ASESINATO

No voy a describir el desarrollo de los hechos que llevaron a cabo los terroristas al momento de secuestrar al general Aramburu porque en estos últimos días se multiplicaron las notas sobre el accionar de estos delincuentes. Tampoco hablaré del operativo Pindapoy, esto es darle jerarquía al nombre con el que estos  vulgares asesinos bautizaron  a sus actos.  Me remitiré a observar los conflictos ideológicos y políticos que envolvieron a este crimen, al día de hoy, no totalmente esclarecido.

En el tercer comunicado de los Montoneros esta la razón del asesinato, en uno de sus acápites señalaban que Aramburu es: ¨una carta  del régimen que pretende reponerlo en el poder para tratar de burlar una vez más al pueblo con una falsa democracia y legalizar la entrega de nuestra patria¨.

Esta observación es incorrecta, el régimen no lo jugaba como carta de recambio. El régimen no quería a Aramburu.  El régimen era Onganía y Aramburu pretendía sustituirlo y convocar elecciones libres.

Se desconoce si los Montoneros estaban al tanto de los primeros escarceos de Aramburu y Perón dado sus nulos vínculos con el General y con Paladino, que si  conocía del asunto. Naturalmente Ricardo Rojo  lo sabía y el núcleo de amistades de este hombre se hallaba en la izquierda peronista por estar vinculado a la CGT de los Argentinos y compartir la cárcel con detenidos políticos. Pero el gobierno nacional y particularmente el Ministro del Interior, estaban al tanto de los detalles y por otro lado el rum rum era público.

En 1974 en la Causa Peronista los Montoneros explicaron más claramente su crimen.: ¨El último objetivo del Aramburazo se inscribió en la situación que vivía el país en aquel momento. Aramburu conspiraba contra Onganía. Pero el proyecto de Aramburu era políticamente más peligroso. Aramburu se proponía lo que luego se llamó el Gran Acuerdo Nacional, la integración del peronismo al sistema liberal. Aramburu había superado hacía mucho la torpeza del 55 en materia política."

Quedaba claro, las bandas armadas no deseaban la democracia ni la institucionalización del peronismo, ni la República,  ni la ley Sáenz Peña.  Desde Uriburu,  y los fascistas que lo rodearon,  venía este disparate a coronarse, ahora, en las cabezas afiebradas de los Montoneros. Buscaban la revolución nacional, en esto coincidían con los nacionalistas católicos de Onganía.

Veamos algunos detalles de suma importancia. Como ya hemos dicho el Ministro del Interior de Onganía era  el general Francisco Imaz. Este militar había sido el más estrecho colaborador del general Franklin Lucero, Ministro de Guerra del gobierno de Perón. En el levantamiento de setiembre de 1955 que dio por tierra con este gobierno, el Presidente Perón  dirigió una carta a una Junta Militar conformada por quince oficiales superiores que se suponían legalistas  para que negociaran una salida política al conflicto. Conformaban   esta junta, entre otros oficiales superiores,  el general Juan José Valle, el general Raúl Tanco y el general José León Solís, este último, tío abuelo del autor de esta nota.  Es conocida la historia de las idas y vueltas de esta Junta  que no sabían   si considerar o no la carta de Perón como una renuncia. La demora  fue cortada de cuajo el día  20 de setiembre por la noche cuando  ingresó a la sala donde estaban reunidos los juntistas, el general Imaz, hasta ese momento oficialista,  con un pequeño grupo de oficiales armados. Así las cosas  obligaron a la Junta a interpretar la carta como una  renuncia y negociar la salida de Perón con el general Lonardi. Entre los oficiales subalternos que ingresaron con Imaz se encontraba el mayor Hugo Miori Pereyra. Retenga el lector este nombre.     

Estos oficiales ¨peronistas¨, o para decirlo con palabras de Perón, peronistas sin Perón, ya estaban entusiasmados con el general Lonardi, de ahí el apuro de aceptar la renuncia. Esto independientemente de la voluntad de Perón de dejar el cargo para evitar una guerra civil. El desencanto de todos ellos y fundamentalmente de Valle con el desplazamiento de Lonardi,  por decisión de Aramburu, explicaría su participación en el intento de golpe de estado de junio de 1956. El general Solís me dijo hace ya muchos años que el general Valle daba más como lonardista que peronista. Y eso explicaría las durísimas palabras de Perón, que  en carta a John W Cook, afirmaba de los golpistas del 56: ¨Que fe puedo tener yo en la acción de esos militares que no supieron cumplir antes con su deber de jurado. Si ellos hacen ahora algo es porque están enconados con sus ex camaradas que los expulsaron del Ejército. Si hubiera permanecido en Buenos Aires ellos mismos me habrían asesinado aunque solo fuera para hacer méritos con los vencedores.¨

Es natural que Perón desprecie a Valle en esta carta tan contundente, no entiendo cómo se les ha pasado por alto a los  peronistas. De todos modos ya se ha hecho costumbre en el peronismo bautizar agrupamientos con el nombre de personajes sospechosos. Los camporistas  han tenido antecesores;  el comando que secuestró a Aramburu se denominó Juan José Valle.

En otra carta a Cook afirma:

¨Yo vengo repitiendo a los peronistas precipitados que no haremos camino detrás de los militares que nos prometen revoluciones cada fin de semana. Desgraciadamente, el golpe del 10 de junio me ha dado la razón pero el precio ha sido demasiado grande. Sin embargo esto ha de servirnos para no insistir en un camino  inconveniente. Nuestra finalidad ha de ser la Revolución Social con todas sus características y sus consecuencias.¨

Revolución social,  el exiliado tenía razón, solo una revolución social lo traería de vuelta. ¡Eso fue el Cordobazo!  Claro  eso no se planifica ni con Comandos Tácticos,  ni Comandos  Estratégicos, ni Formaciones Especiales, ni Delegados personales. Y menos dando imprudente apoyo a las organizaciones armadas. Aunque justo es decirlo con apoyo o sin él  esas organizaciones igual hubieran existido.

Es el pueblo y la espontaneidad  indescifrable de las multitudes las  que tuercen el derrotero de la historia. Las organizaciones armadas y el terrorismo congelan la acción popular. Cierto es que multitudes enardecidas en las calles causan temor a los políticos, prefieren organizaciones a las que creen manejarán.

El nacionalismo católico del cual emergió el grupo original Montonero esconde en sus pliegues el anti peronismo clerical lonardista que tanto despreciaba el general Perón.  Heredado luego por los azules.  Antes de meternos en los asuntos puramente ideológicos del problema hablemos de algunos costados oscuros del crimen. Como todos los crímenes políticos de nuestra historia nunca han  quedado  resueltos. Desde Liniers, pasando por Alzaga, Facundo Quiroga, Urquiza, Aramburu, el padre Mugica o Nisman, siempre hay brumas impenetrables.

En el caso que abordamos podríamos plantear las dudas en estos términos:¿ ha sido  un grupo de jóvenes audaces imbuidos de un nacionalismo extremo, lindante con el marxismo cristiano y que actuaron por su cuenta en virtud de su mesianismo cuasi religioso o formaron parte de un operativo más amplio, como  sicarios vengadores, al servicio de una causa que como ellos dijeron era mejor Onganía que Aramburu?. Bueno he aquí las hipótesis. Veamos algunos detalles, no del secuestro sino de la posterior muerte de algunos de sus participantes.    

En el archivo del general Perón existente en el A.G.N hay unos recortes de diario que alguien le envió al General a Madrid. Vaya a saber  con qué intención.  Esos recortes informaban sobre los acontecimientos de Williams Morris, donde fueron muertos por la policía Fernando Abal Medina y Ramus, señalados como responsables del crimen de Aramburu.  El diario La Nación ponía en conocimiento por boca  del sub Jefe de la policía bonaerense que la regional  Morón  y también  la Comisaría 4 habían recibido una  denuncia telefónica sobre   que un grupo de sospechosos se hallaban reunidos en el bar La Rueda. Amplió las declaraciones el Inspector Mayor Juan Carlos Mignaco, titular de la Regional Morón: efectivamente  se recibieron dos llamados telefónicos uno en la Regional y otro en la seccional 4.  Estas declaraciones  le permitieron decir al diario que la denuncia no la realizó un vecino asustado, con avisar a la comisaría alcanzaba. Por su lado la revista Panorama informaba que una voz masculina había informado a la comisaría cuarta. La revista Así, sugerentemente, narraba que en el bar La Rueda no había teléfono y al preguntarle al dueño del bar si en las cercanías existía alguno, le comentó que   frente al restaurante hay una farmacia que si tiene teléfono y que muchos vecinos le piden autorización al dueño para hacer llamadas. El periodista se cruzó y el empleado  afirmó que nadie utilizó el teléfono media hora antes del tiroteo. Consultados también los vecinos nadie estaba al tanto hasta el momento de la balacera. La nota culmina: ¨al menos que el presunto denunciante mienta por miedo a ser objeto de alguna venganza habrá que admitir que la policía no fue alertada desde las inmediaciones del bar.¨ La revista Así informaba que Amelia Hernández dueña de un quiosco ubicado al lado de La Rueda le dijo a su cronista: ¨Antes del tiroteo una persona me avisó que iba a llegar la policía. Entonces bajé la cortina y al rato comenzaron los balazos¨. La misma revista informaba que el Cabo 1 Hernández, recién llegado,  llamó desde la puerta al dueño del bar para preguntarle si él había llamado por teléfono, el encargado le dijo que no pues ahí no había teléfono. Hernández insistió se había ahí personas sospechosas a lo que el encargado contestó que solo había tres desconocidos pero que no le parecían sospechosos y de ahí en adelante estalló la refriega. Luego puede verse una nota de La Razón que señalaba que los hijos de Aramburu al concurrir a la morgue en Haedo no reconocieron a Abal Medina, la hija fue muy explícita: ninguno de ellos estuvo en casa esa mañana, recuerdo especialmente a uno de entre treinta y treinta y cinco años de cara redonda. Antes de estos hechos había muerto Emilio Maza que fue junto  a Fernando Abal Medina quienes habían ingresado a la casa de Aramburu, en la oportunidad la mujer y los hijos tampoco reconocieron a Maza. Aunque el tema es controvertido porque algunos medios dicen que la mujer lo reconoció, no así la hija.

En fin todo muy complicado. Rosendo Fraga en su libro sobre Aramburu cree en la participación del gobierno de Onganía en el crimen, asegura que el mayor Hugo Miori Pereyra, asesor del general Imaz, era considerado hombre de contacto entre el gobierno y los grupos armados. Algunos especialistas consideran que fue el encargado de planear el secuestro de Aramburu.¨ Años más tarde sería hombre de confianza del general Suarez Mason.

LA ATMOSFERA DE LOS 60

Algunas cosas ya hemos adelantado. Solo quedan precisar algunos puntos para no hacer muy extenso esta nota  ya de por sí dilatada.

El nacionalismo católico y no católico antiperonista hundía raíces en  la década del 30.   En los 60 deviene en peronista católico y además marxista. De Uriburu a Montoneros hay una línea que avanza de manera natural, en este caso con estaciones intermedias, y bifurcaciones. Hay mucha bibliografía al respecto.     Entender este recorrido  no es fácil sin embargo guarda una lógica interna.  Muchos historiadores y cientistas sociales  han explicado este giro por acontecimientos propios de la década del 60, las guerras de liberación  nacional, la revolución cubana, Argelia, Vietnam, China, seguramente algo contribuyeron,  sin embargo el huevo de la serpiente, la semilla del mal no anida en la historia sino en la filosofía y en el corpus  dogmático adoptado.

En el partido nazi, esto es la derecha revolucionaria alemana, se formó  Otto Strasser que desafió a Hitler en términos ideológicos. Strasser hablaba de socialismo, de gobierno de los trabajadores, de expropiar a los burgueses, Otto podía ser asimilado más a Lenin que a Hitler sin embargo estaban en el mismo partido. Naturalmente debió irse luego de una discusión con el Fuhrer.  Hitler  dijo luego  de él: ¨Un judío blanco intelectual, totalmente incapaz de organizar nada, un marxista de la peor especie.¨ Son conocidas las declaraciones de Mussolini reivindicando a Lenín. ¿Y entonces como se explican estos préstamos y superposiciones ideológicas?

Esta conjunción entre totalitarismos de derecha e izquierda las ha explicado magistralmente Hannah Arendt que considera que estas ideologías al creer una, el nazismo, en la fuerza de la naturaleza, la raza y el marxismo, en la fuerza de la historia, la lucha de clases,  ambas aplican el poder total para empujar el carro de la naturaleza o de la historia de modo que los hombres de manera individual no cuentan, el objetivo último no es el bienestar de los hombres o el interés de un solo hombre, sino la fabricación de la Humanidad, elimina a los individuos en favor de la especie, sacrifica a las partes en favor del todo.¨

Nacionalismo y marxismo dos ideologías totalizadoras con una raíz filosófica y un pensamiento apocalíptico sobre esto último observa el filósofo argentino Victor Massuh: ¨El hombre apocalíptico cree en la inminencia de cambios radicales, confía en la virtud germinativa de la destrucción. Considera que la magnitud de la violencia puesta en juego da la pauta de la hondura de la transformación histórica.´¨

Los Montoneros fueron apocalípticos y totalitarios, una construcción ideológica que tomaron de pensadores e historiadores, genuinos responsables de la catástrofe y que hoy vivos o muertos lucen en ámbitos universitarios  como intelectuales comprometidos mientras los que morían eran los jóvenes. Una pena.

A manera de anécdota, tengo en mi poder  declaraciones fílmicas de Firmenich donde  explica sesudamente  que el objetivo de Montoneros era construir el paraíso terrenal en la tierra, saludos para   Carbone, Vernazza, y Mujica. Por  ese disparate tuvimos  miles de muertos.

Naturalmente no era este el pensamiento de Perón, no al menos del General que volvía. Cuando un sector de la sociedad argentina comenzó a moverse en dirección a una democracia sin proscripciones, otro sector que jamás creyó en la democracia giró a dogmas totalitarios.

Perón y Aramburu ya se encontraban en el mismo campo, en el de  la democracia de la cual nunca debimos apartarnos. A cincuenta años de su asesinato bien vale la pena recordarlo.