"Mi entrada a China fue por el Partido", dice Carlos Spadone, presidente de la Cámara de Comercio Argentino-China y pionero en la relación comercial con el Gigante asiático. Empresario multisector -posee bodegas, teatros y empresas de logística, entre otros rubros- impulsa ahora la creación de la Federación de Cámaras de Comercio de Latinoamérica, algo que, según él, mejorará sustancialmente el intercambio.
Cuando Spadone habla del Partido, habla del Partido Justicialista, donde milita hace más de 40 años y del que llegó a ser el primer Secretario General. La historia de sus vínculos con Pekín es tan larga como singular, repleta de idas y vueltas, experiencia que a lo largo de los años le ha permitido forjar buenos negocios, sobre todo en el área vitivinícola.
Todo comenzó en 1972, cuando un Spadone de 30 años acompañaba al general Perón en la residencia madrileña de Puerta de Hierro. "Un día llamaron del Comité Central del Partido Comunista Chino para informarle a Perón que Mao -con quien mantenía correspondencia- quería que una delegación fuera a verlo para darle continuidad a las relaciones diplomáticas", cuenta.
Pero el Gobierno de Francisco Franco jamás autorizó el visado para la comitiva china. "Entonces Perón dice: "Carlitos, ¿Usted me acompañaría a París y los recibimos a los chinos ahí?" En el hotel Claridge de Champs Elysees se hicieron las reuniones. Ahí escuché lo que estos líderes tenían pensado para China en el futuro, y es lo que estoy viendo hoy".
OTRA CHANCE
La segunda oportunidad se hizo esperar. Pasaron más de diez años. En 1983 Spadone fue designado secretario General de un PJ que impulsaba la fórmula Lúder-Bittel con vistas a las elecciones presidenciales. "Inmediatamente armamos con Lorenzo Miguel, líder de las 62 Organizaciones, un viaje a China con varios empresarios", recuerda.
"Yo fabricaba una lana de acero con detergente -luego fui dueño de Virulana- y la llevé allá. Las cacerolas eran de un color negro, tiznado, no se limpiaban porque no había ni jabón. No había nada en el año "83, ni trapos de piso. Yo dije: qué gran oportunidad para desarrollar una línea de productos de limpieza".
Al día siguiente le pidió a un alto dirigente del Partido Comunista que le trajera una cacerola negra para hacer una demostración: "La limpié, empezó a hacer espuma, y quedó impecable (grafica abriendo sus enormes manos). El dijo: ¡magia! Ese va a ser el nombre del producto, respondí". Pero la campaña política consumía todo el tiempo disponible, y el negocio nunca se concretó.
Desde 1984 viajó todos los años y cada vez volvió a la Argentina trayendo un conjunto de acróbatas chinos que brillaron en las temporadas marplatenses. "No nos alcanzaban los bolsillos para juntar la plata", reconoce. Recién en el 2000 el empresario hizo pie firme en el Gigante asiático: compró una bodega en la ciudad de Huailai. "El Partido me pidió ver la bodega y me convencieron de que tenía que comprarla".
¡A VENDER!
-China es el gran comprador de soja. ¿Qué otros productos se le pueden vender?
-A China se le puede vender de todo. Está Gabo Nazar, que se instaló allá y está vendiendo empanadas en Shanghai. Como en Argentina, utiliza el sistema de las franquicias. Se venden también lanas y cueros argentinos, ropa y calzado, hasta zapatillas se fabrican en combinación con una marca de ese país.
-¿Se puede competir en ese mercado?
-Se puede competir porque es un mercado muy grande. Ya hoy, de los 1.500 millones de habitantes que tiene China, hay 160 millones que tienen más de u$s un millón. Es gente que no tenía nada, que se fue acercando a las zonas urbanas desde el campo. Han ganado más y gastan lo que nunca pudieron gastar. Con el vino se formó algo muy importante, que tiene que ver con el impulso del Gobierno. Por eso yo invertí, porque lo sabía a través del partido.
-¿Incentivan la producción?
-Cuando fui en 1983 no se conocía el vino. No había vino de uva. A partir de 1985 empezaron a plantar viñedos y producir. Ellos consumían mucho una bebida llamada baiju, que es un destilado de cereales, que tiene 42 de graduación alcohólica. El Gobierno se planteó conseguir una bebida espirituosa que le diera al hombre una sensación de bienestar. Ese es el vino. Contrataron a los franceses para que los asesoraran, pero lo hicieron mal. Plantaron los viñedos en zonas húmedas, por eso tienen poca graduación de alcohol.
-¿Los negocios se realizan de otra forma con los empresarios o el Gobierno chino?
-Es diferente porque es muy difícil el idioma, la cultura, las costumbres. El chino conoce al otro de igual a igual. Se respeta mucho la amistad. Para hacer negocios necesitan, previamente, hacerse amigos. Y hacerse amigos lleva tiempo. A los dos años tuve que asociarme con un chino, porque entre ellos se tratan de otra manera. La verdad es que cuesta mucho entrar al mercado. El sugirió que no convenía vender vino embotellado, sino a granel. Así que ahora vendemos 3 millones de litros a la bodega más grande que hay en ese país, que se llama Gran Muralla. Son un conjunto de seis bodegas, propiedad del Gobierno. Desde que él tomó las riendas, esto anda muy bien.
-En el campo de las inversiones China es siempre una gran promesa que no siempre se concreta. Un ejemplo es aquel anuncio de Néstor Kirchner por u$s 20.000 millones. ¿No entendemos su idiosincrasia comercial?
-No los entendemos. El chino nunca va a hacer un negocio rápido. Van comitivas argentinas a diversas provincias, como mucho están dos días. Vuelven al país luego de haber firmado un acuerdo de intenciones. ¿Quién sigue después el tema? Si no se está arriba del contrato, para elaborarlo bien en precios y condiciones, y que el empresario chino le tome confianza, no se hacen los negocios.
-¿Les interesa invertir en nuestro país?
-Sí, pero hay que hacer un planteo normal, hay que ver que sea un negocio formal, y lograr una amistad con ellos. No se hace un negocio en un día. Lleva meses o años.
-¿Cree que las petroleras chinas SINOPEC y CNOOC pueden ser las socias que busca YPF?
-SINOPEC ha invertido acá muchos millones, y nosotros todavía no cumplimos con ellos en firmarles los papelitos que hay que firmar. La inversión ya está hecha, hay personal trabajando, está todo listo. Defensa de la Competencia tiene que poner la firma y no lo hace. No lo entiendo. El Gobierno está ocupado en otras cosas y la empresa analiza irse.
EL MODELO
-¿Las restricciones cambiarias, el freno a las importaciones o el límite "razonable" a la rentabilidad para quienes inviertan en petróleo, espantan a los inversores?
-Acá no hay salida de capitales. La gente puede invertir y sacar las ganancias cuando quiera. No hay límites. Muchas veces uno lee los diarios, pero hay que ir al fondo de las noticias. Inversiones van a venir. El socio estratégico más importante para nosotros será China. Van a seguir creciendo. A esos 160 millones de chinos millonarios, todos los años se le incorporan 44 millones más. Hay todavía 1.400 millones que aún no integran esa masa de consumo. El vino se ha convertido en un producto muy sofisticado, da status. Los más jóvenes toman vino, queda bien tenerlo en la mesa y llevarlo a la casa de un amigo. El vino entró como una flecha.
-¿Qué es lo que más le gusta del modelo económico del Gobierno?
-Me parece muy bien esto de alentar la exportación. Si tenemos un país exportador, generaremos un mercado de consumo interno mucho más grande, porque va a quedar más dinero. Hay que tratar de importar lo menos posible y producir aquí cosas que compramos afuera. No tenemos que exportar soja solamente como grano, sino también incorporarle valor. Sin dejar de venderla como hasta ahora, porque eso nos genera un ingreso de divisas muy grande. ¿Por qué no hacemos leche de soja, galletitas, milanesas? Lo mismo con el resto de los productos.