“¡Y ya lo ve, y ya lo ve, es el equipo de José!”

A los 92 años murió Juan José Pizzuti, una leyenda de Racing. Fue campeón como jugador y quedó en la historia como el técnico que llevo a la Academia a la cima del mundo.

“¡Y ya lo ve, y ya lo ve, es el equipo de José… Y ya lo ve, y ya lo ve, es el equipo de José…!” El canto brotaba con la voz desaforada, a punto de quebrarse por la pasión y la felicidad. Ese canto, un clásico de todos los tiempos, se lo dedicaban los hinchas de Racing al equipo diseñado por Juan José Pizzuti, ese conjunto insuperable que escribió las páginas más gloriosas de la historia de la Academia. Ese equipo de José que se paseó triunfal por las canchas argentinas e, insaciable, llevó su gloria más allá de las fronteras. Primero festejó en América apoderándose de la Copa Libertadores y luego extendió su reinado al mundo, cuando derrotó a Celtic, de Escocia, en Montevideo con el gol inmortal del Chango Cárdenas. Hoy los hinchas albicelestes recuerdan ese canto envueltos en la nostalgia porque Juan José Pizzuti, el hacedor de ese formidable campeón de todo, murió a los 92 años.

Pero antes de lucirse con las sigla DT, Tito fue grande como jugador. Nació a la vida futbolera con la camiseta de Banfield, club con el que debutó en 1947. Era un entreala derecho, número 8 para la vieja numeración. Pero no era un esforzado corredor, sino un atacante más, con un poderoso remate y buena lectura del juego. Tanto es así que desde que apareció dejó su sello de goleador. A los 21 años -había nacido el 27 de mayo de 1927- compartió la cima de la tabla de artilleros de 1948 con Llamil Simes, de Racing. Se lo llevó River en 1951, justo el año en el que el Taladro peleó mano a mano el título con la Academia. No se afirmó en Núñez y se mudó a la porción albiceleste de Avellaneda.

Era 1952 y rápidamente se hizo notar en su nuevo equipo. En 1953 volvió a ser goleador del certamen, halago compartido con Juan Armando Benavídez, de San Lorenzo. En 1955 se fue por un rato a Boca, pero estaba claro que su destino estaba unido al de Racing. Su regreso coincidió con una modificación de su juego: se retrasó unos metros en la cancha, siguió aportando goles a granel y también pases precisos para los otros atacantes.

Fue pieza clave del Racing campeón de 1958, ése que salía a la cancha con Osvaldo Negri; Pedro Dellacha y Juan Carlos Murúa; Héctor Bono, Vladislao Cap y Julio Gianella; el genial Oreste Osmar Corbatta, Pizzuti, Pedro Manfredini, el Marqués Rubén Sosa y la Bruja Raúl Belén. Con tres puntos de ventaja sobre Boca y San Lorenzo, ese equipo construido por José Della Torre (figura del club en los años ´30) se nutría de los goles de Manfredini (19), Pizzuti (18), Sosa (11) y del Loco Corbatta (10), quien además daba funciones de gala por la punta derecha, mientras Dellacha cortaba todo en el fondo dejando atrás las sombras sobre su carrera que había sembrado la paupérrima actuación del Seleccionado argentino en el Mundial de Suecia de ese año.

A Pizzuti no sólo le quedaba bien la camiseta celeste y blanca de Racing: también era jugador de Selección. Su presencia fue determinante para la obtención de la Copa América -en ese entonces denominada Campeonato Sudamericano- de 1959, en la que el conjunto dirigido por el trío Victorio Spinetto-José Barreiro-José Della Torre relegó por un punto al Brasil de Pelé, Garrincha, Didí y Vavá que venía de asombrar al mundo doce meses antes en Suecia.

A Tito todavía le quedaba hilo en el carretel y volvió a ser campeón del fútbol argentino con Racing en 1961. A las órdenes del técnico Saúl Ongaro, otro con rico pasado en el club, la Academia desplegó futbol y goles y se abrazó al título un par de fechas antes del final con una campaña intachable que incluyó 19 victorias, 9 empates y sólo 2 derrotas en 30 partidos. Pizzuti le puso la firma a 15 de las 68 conquistas del equipo en el certamen. Negri; Norberto Anido y Juan Carlos Mesías; Roberto Blanco, Anacleto Peano y el exquisito Federico Sacchi; Corbatta, Pizzuti, Pedro Mansilla, Sosa y Belén fueron los héroes de esa consagración.

MAS QUE TECNICO, PROCER

El tiempo pasaba y Pizzuti decidió ponerle punto final a su carrera con los pantalones cortos y nació el entrenador. En 1964 trabajó en Chacarita y a mediados del año siguiente desembarcó en Racing, como no podía ser de otro modo. El equipo estaba último y el descenso amenazaba a una Academia orgullosa de su estirpe. Entonces Tito metió mano en el equipo y puso en marcha un revolución futbolera formidable. Fue modificando la posición de varios jóvenes -Roberto Perfumo, Alfio Basile y Rubén Díaz, entre otros- y no sólo logró que el equipo conservara la categoría, sino que lo condujo a la cima del mundo.

Racing enhebró una fantástica racha de 39 partidos sin derrotas y con una voracidad ofensiva inusual para esas épocas de amarretismo futbolero a ultranza sacudió las anquilosadas estructuras del deporte de esos días. La Academia era un canto al ataque. Todos iban al frente y sólo Perfumo, un 2 de una categoría descomunal, se quedaba atrás como último bastión de un equipo que iba al frente sin importar que se desprotegiera en el fondo. Algún purista dirá que se trataba de un conjunto descompensado… La verdad es que el Racing de José hizo historia. Se consagró con 61 puntos contra 56 de River en 38 fechas de una campaña que incluyó 24 triunfos, 13 empates y sólo una caída.

Ese espectacular campeón sacó rédito del Bocha Humberto Maschio, que, veterano, había regresado de un su exitoso paso por Italia y menos goleador que en su juventud, derrocaba sabiduría para manejar los tiempos. Agustín Mario Cejas atajaba todo lo que le tiraban, el Coco Basile y el Panadero Díaz iban para adelante sin reservas, el Chango Juan Carlos Cárdenas, Jaime Martinoli y Juan José Rodríguez eran los puntales en ofensiva…

Cejas; Oscar Martínez, Perfumo, Basile y Díaz; Juan Carlos Rulli, Miguel Angel Mori, Rodríguez y Maschio; Martinoli y Cárdenas eran los habituales titulares. Claro que Luis Carrizo ocupó mucho tiempo el arco por una lesión de Cejas y el Buche Nelson Chabay era el comodín al que apelaba recurrentemente Pizzuti.

Esos nombres, más otros que fueron ganando protagonismo como Joao Cardoso y el Toro Norberto Raffo desfilaban por un Racing que no cambiaba su fisonomía ofensiva, pero que tampoco renunciaba a los cruentos combates que solían caracterizar a la Copa Libertadores de esos tiempos. Y América conoció de lo que era capaz del Equipo de José. Nacional de Montevideo fue el rival en la finalísima. Dos ásperos 0-0 trasladaron la definición a suelo chileno. Y el 29 de agosto de 1967 en Santiago se concretó el 2-1 con tantos de Cardoso y Raffo que le dio su primera alegría internacional a la Academia a la que ni siquiera asustó el descuento de Milton Viera.

La próxima etapa fue el mundo. O la Copa Intercontinental, que era lo mismo. El 18 de octubre en Glasgow tuvo lugar el duelo de ida. Celtic, de Escocia, se impuso 1-0 con un tanto de Billy McNeill. La revancha, el 1 de noviembre, fue en el Cilindro de Avellaneda. Y el 2-1 para el dueño de casa con goles de Raffo y Cárdenas (Tommy Gemmell marcó para los británicos) extendió el suspenso a un tercer partido.

El 4 de noviembre el estadio Centenario fue el escenario de la mayor hazaña de la historia de Racing. Cejas; Martín, Perfumo, Basile y Chabay; Cardoso, Rulli y Maschio; Raffo, Cárdenas y J.J. Rodríguez salieron a la cancha con la misión de ponerle el broche de oro a ese fantástico ciclo. Le tocó al Chango Cárdenas con ese remate que, con el paso del tiempo, parece de cada vez más lejos, clavar la pelota en el arco de John Fallon.

Pizzuti, ya definitivamente en el olimpo de las máximas glorias de Racing, se alejó después de esa gesta y tomó las riendas de la Selección luego del fracaso en las eliminatorias para México 1970. Pasó por Colón, San Martín de Tucumán y, como era de esperar, retornó a Avellaneda cada vez que las papas quemaban. Dirigió el tramo final de la campaña que desembocó en el único descenso del equipo en 1983, pero él no podía ser culpable de ese desastre, pues todo el club estaba en ruinas en aquel entonces.

Tuvo una última etapa en 1993 y después trabajó en divisiones inferiores. Siempre estuvo cuando Racing lo necesitó. También el club estuvo para él cuando había que homenajear a los héroes albicelestes. Por eso su figura se hizo cada vez más inmensa, más mítica. Y quizás por esa razón, hoy, cuando Tito Pizzuti ya no puede regresar al Cilindro a escuchar los aplausos de su gente, tal vez en sus oídos retumbe el eterno “¡Y ya lo ve, y ya lo ve, es el equipo de José… Y ya lo ve, y ya lo ve, es el equipo de José…!”.