Y un día el fútbol salió del barro y descubrió el oro

El fútbol de los recuerdos. El más popular de los deportes en la Argentina recién en 2004 se subió al más alto del podio olímpico. El equipazo de Marcelo Bielsa borró una historia con poco para festejar en los Juegos.

Perdida en viejos archivos de diarios con páginas amarillentas quedaba la noticia de la medalla plateada en Ámsterdam 1928. Se tenía amargos recuerdos de Atlanta en 1996, cuando un achique mal tirado precipitó la derrota a manos de Nigeria. Salvo por esos dos podios, el fútbol argentino no sabía de alegrías en los Juegos Olímpicos. Todo lo contrario. Pero en Atenas 2004, Marcelo Bielsa conformó un equipazo que puso a la Selección en lo más alto. De una vez por todas, el más popular de los deportes dejó de arrastrarse en el barro y descubrió el oro.

Cuando se habla de la historia del fútbol argentino en la competición creada por el aristócrata francés Pierre Fredy, barón de Coubertin, se impone la necesidad de ponerse la mano en el corazón y gambetear la hipocresía. Las autoridades de ese deporte en el país jamás perdieron el sueño por ver la camiseta celeste y blanca en la cima del podio. Todo lo contrario, en realidad. La misma actitud tomó desde siempre la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA), que escogió privilegiar su Copa del Mundo.

Hace poco más de un siglo, cuando todavía al francés Jules Rimet, presidente de la FIFA, no se le había ocurrido que las naciones podían enfrentarse en un torneo de selecciones, solo los Juegos Olímpicos alojaban a los equipos representativos de cada país. La magnitud de los triunfos de Uruguay en París 1924 y Ámsterdam 1928 allanó el camino para un proyecto que el dirigente galo había presentado -sin adhesiones importantes- en 1920. Poco después de la cita en la ciudad neerlandesa, se anunció el puntapié inicial del Campeonato Mundial a partir de 1930.

Jules Rimet, el padre de la Copa del Mundo.

Hoy todo es distinto. La Copa del Mundo, cada vez más mercantilizada y universalizada casi hasta el ridículo por el incremento a 48 de los participantes en 2026, se parece poco y nada a la idea de Rimet. Ya no está asociada a la romántica esperanza de que el fútbol uniera al mundo a través de la lucha por el honor nacional. La primera edición, en Uruguay, contó con 13 participantes, los pocos que aceptaron intervenir en ese torneo previsto inicialmente para 16 equipos. En dos años, habrá el cuádruple de selecciones y más dinero que honor en juego.

La convivencia entre los Juegos Olímpicos y la Copa del Mundo no fue del todo civilizada. El Comité Olímpico Internacional (COI) enarbolaba los ideales del amateurismo como expresión del deporte no contaminado por el dinero. La FIFA estaba preparada para acoger a los jugadores profesionales no bien se propagara por el todo el mundo el pago a los jugadores. Es cierto, en la actualidad el olimpismo también contempla a los profesionales, pero la FIFA defendió con uñas y dientes sus Mundiales.

Aunque la FIFA tuvo a su cargo la organización de los torneos futbolísticos de 1924 y 1928, luego optó por seguir su propio camino. Durante muchos años, ese deporte dio el presente en la cita olímpica con seleccionados amateurs y por eso la Unión Soviética y otros países que no adhirieron al profesionalismo dominaron el medallero.

Lev Yashin, uno de los arqueros más grandes de todos los tiempos, fue medalla de oro en 1956 con la Uniòn Soviética.

A partir de 1992 se llegó a una suerte de tregua y la única condición que debían cumplir los participantes era que sus equipos contaran con profesionales menores de 23 años. Se permitía la inclusión de tres mayores de esa edad. Sin embargo, eso es un problema, pues como la FIFA no avala directamente la competencia del fútbol en los Juegos, los clubes no está obligados a ceder a sus mejores elementos. Cierto: no todo lo que brilla es oro en el fútbol olímpico…

CON POCA PLATA

Argentina fue subcampeona olímpica en 1928 al perder la definición por el oro contra Uruguay. Los celestes se impusieron 2-1 en un partido de desempate, luego de haber igualado con sus vecinos rioplatenses 1-1 al cabo de la primera final.  En aquella oportunidad, el plantel estuvo integrado por las principales figuras de los certámenes que organizaba la Asociación Amateur Argentina de Football (AAAF). Se trataba, sin dudas, de la mejor embajada futbolera que el país podía exhibir.

Próceres de la época viajaron a Países Bajos a las órdenes del entrenador José Lago Millán. Estuvieron dos famosos arqueros como Ángel Bossio y Octavio Díaz y los defensores Fernando Paternoster y Ludovico Bidoglio. En la mitad de la cancha se destacó Luis Doble Ancho Monti, un célebre centromedio -volante central de la actualidad-, que fue subcampeón del mundo en 1930 con Argentina y campeón con Italia en 1934. Los delanteros eran los más aplaudidos en la canchas argentinas: Domingo Tarascone -marcó 11 goles en Ámsterdam-, Roberto Cherro, Manuel Ferreira, Raimundo Orsi, Alfredo Carricaberry, Pedro Ochoa y Natalio Perinetti, entre otros.

La Selecciòn argentina que perdió la final de Ámsterdam en 1928 con Uruguay.

El equipo albiceleste solo supo de triunfos hasta la final: 11-2 a Estados Unidos, 6-3 a Bélgica y 6-0 a Egipto. Igualó 1-1 con Uruguay la primera puja por el oro y perdió 2-1 la siguiente. Eso lo llevó al segundo escalón del podio. No fue una tragedia deportiva ni mucho menos, ya que en esos candorosos tiempos se consideraba que el mundo había asistido al triunfo del fútbol rioplatense.

En tiempos de profesionalismo en estas latitudes, Argentina prácticamente no tuvo presencia en los Juegos. Discretos papeles en Roma 1960 y Tokio 1964 no hicieron más que dejar en claro que la AFA no les daba mayor importancia a esos torneos. En la delegación que estuvo en Italia solo llaman la atención los nombres del Toscano Alberto Rendo y de Carlos Salvador Bilardo. En Japón hubo jóvenes que se destacaron en el ámbito doméstico e internacional como Agustín Cejas, Miguel Marín, Roberto Perfumo, Miguel Ángel Mori, Miguel Ángel Tojo y Carlos Bulla, por citar a algunos.

Carlos Pachamé, mano derecha de Bilardo en la Selección campeona del mundo en 1986, llevó a Seúl 1988 a Luis Islas, uno de los vencedores en México, como parte de lo más parecido a una Argentina clase B. Estaban Fabián Cancelarich, Rubén Agüero, Alberto Boggio, Hernán Díaz, Néstor Fabbri, Néstor Lorenzo, Mario Lucca, Carlos Mayor, Pedro Monzón, el Chacho Claudio Cabrera, Daniel Hernández, Hugo Perico Pérez, Alejandro Ruidiaz y Darío Siviski, Mauro Airez, Carlos Alfaro Moreno, Jorge Comas y Alejandro Poroto Russo. La campaña fue opaca, más allá de que se perdió en cuartos de final con Brasil.

La medalla de plata no conformó al Cholo Simeone, Hernán Crespo y al Burrito Ortega.

Después de una excelente actuación en los Juegos Panamericanos de 1995 en Mar del Plata, la chispa del olimpismo se encendió en el fútbol argentino. El Seleccionado que dirigía Daniel Passarella apuntaba al oro en Atlanta 1996. Se miraba a los Juegos como un trampolín para la participación en el Mundial de Francia en 1998. El DT había ido moldeando un equipo joven que iba a ser la base del que tenía en mente para la Copa del Mundo.

Con un plantel Sub 23 reforzado con el Cholo Diego Simeone, José Chamot y Roberto Sensini, Passarella les dio alas para volar a una muy buena Selección. La figura indiscutida era el Burrito Ariel Ortega, quien tenía socios de gran nivel como Claudio Piojo López, Hernán Crespo, Marcelo Gallardo y Gustavo López. En el fondo sobresalían Roberto Ayala y Javier Zanetti. También estaban Pablo Cavallero, Carlos Bossio, Mauricio Pineda, Pablo Paz, Matías Almeyda, Christian Bassedas, Hugo Morales y el Chelo Marcelo Delgado.

Sin dudas, Argentina se la jugaba por el oro. El triunfo por 3-1 sobre Estados Unidos con el que comenzó su campaña parecía sustentar esa aspiración. Los empates 1-1 con Portugal y con Túnez instalaron un dejo de preocupación. La goleada 4-0 a España en cuartos de final y el 2-0 frente a Portugal en semifinales pusieron las cosas en su lugar. El equipo del Káiser asomaba con pretensiones ciertas de estar en la cima.

La tapa de El Gráfico demuestra con claridad que la derrota a manos de Nigeria fue un fracaso para el fútbol argentino.

En lo más alto del podio había lugar para uno solo y los albicelestes se quedaron en el segundo escalón. Bien arriba terminó Nigeria, que venía de eliminar a un poderosísimo Brasil. Los verdiamarillos contaban en sus filas con los campeones del mundo Bebeto, Aldair y Ronaldo -de solo 19 años- y futuras estrellas como Rivaldo y Roberto Carlos.

El Piojo López puso en ventaja a los de Passarella y Celestine Babayaro estampó la igualdad. Crespo, de penal, volvió a desnivelar y cuando faltaban 15 minutos empató Daniel Amokachi. El 2-2 se quebró casi en la última jugada del partido, cuando Argentina falló al intentar dejar en posición adelantada a los atacantes africanos y Emmanuel Amunike estableció el 3-2 definitivo. Se quedó con el oro Nigeria, con una rica formación en la que sobresalía nítidamente Augustine Okocha -Jay Jay para el mundo del fútbol-, secundado por Amokachi, Amunike, Taribo West, Sunday Oliseh y el nuevo prodigio, Nwankwo Kanú.

La Selección y Passarella solo recibieron críticas y una medalla plateada que en esa ocasión no ofreció motivos de orgullo. Para el orgulloso fútbol argentino representaba el símbolo del fracaso…

LA MAYOR LOCURA DE BIELSA

Recién en 2004 se concretó el regreso argentino a los Juegos. El Seleccionado arribó a Atenas, la cuna del olimpismo, a las órdenes de Bielsa. El Loco había sobrevivido al inesperado papelón de la eliminación de su equipo en la primera ronda del Mundial 2002 y acababa de caer a manos de Brasil en la final de la Copa América en Perú. Es difícil saber si buscaba revancha, pero la consiguió.

La colosal tarea de José Pekerman al mando de los seleccionados juveniles -campeón mundial Sub 20 en 1995, 1997 y 2001- le proporcionaba a Bielsa una base espectacular de jugadores para el torneo olímpico. Así, el DT diseñó un equipo de una riqueza envidiable: Carlos Tevez, Javier Saviola, Andrés D´Alessandro, Luis González, Javier Mascherano, César Delgado, Luciano Figueroa y Fabricio Coloccini, acompañados por los tres mayores de 23: Roberto Ayala, Gabriel Heinze y el Kily Cristian González. Un lujo. Casi una exageración…

Argentina se presentó en Atenas 2004 con un equipo inolvidable.

Cuando el equipo salía a la cancha se hacía nítida la desproporción de fuerzas entre las huestes del Loco y sus oponentes. No bien salió a escena, Argentina dio su primera función de gala: goleó 6-0 a Serbia y Montenegro. Tevez, en dos ocasiones, Mauro Rosales, el Chelito Delgado, el Kily y Heinze les pusieron la firma a las conquistas ese día.

La sola enunciación de los once que integraban la Selección causaba asombro: Javier Lux; Coloccini, Ayala, Heinze; Lucho González, Mascherano, el Kily González; D´Alessandro; Rosales, Tevez y Delgado. El esquema 3-3-1-3 expresaba con nitidez el ideario futbolístico del técnico. Quizás ese haya sido el equipo más de Bielsa que Bielsa formó en su gestión. Claro, en la Copa América disputada en Perú unos meses antes también había rozado la perfección, pero la derrota desde los doce pasos con Brasil en la final desdibujó la última imagen del elenco albiceleste.

Contra Túnez, el 2-0 con tantos de Tevez y el Conejito Saviola -en el segundo tiempo reemplazó a D´Alessandro- confirmó que Argentina no necesitaba esforzarse demasiado para quedarse con la victoria. Y cerró la ronda inicial con un 1-0 sobre Australia con un gol del Cabezón D´Alessandro. Ese ese partido, Bielsa, a pesar de que se había consumado la clasificación una fecha antes, decidió mantener a los habituales titulares en lugar de apelar al recurso de darles descanso para afrontar las instancias decisivas.

Festeja Marcelo Bielsa. El Loco tuvo en Atenas su mayor alegría al frente de la Selección.

Firme impulsor del ataque por los costados, el DT les había concedido una importancia crucial en el funcionamiento a Rosales y Delgado, quienes parecían dos wines de antaño. Tevez, en una posición más adelantada de la que ocupaba en Boca, demostró que, aunque no era centrodelantero, podía asumir ese rol con naturalidad. En el medio había mucho juego con Lucho y D´Alessandro, a quienes se asociaba el Kily, también responsable de desdoblarse para cubrir el flanco izquierdo de la defensa. Mascherano recuperaba pelotas sin descanso y la retaguardia era un canto a la solidez.

Carlitos, brillante y decisivo, se despachó con tres de los cuatro tantos contra Costa Rica en los cuartos de final. El restante en ese 4-0 fue de Delgado. En las semifinales, Argentina no le tuvo piedad a una Italia que tenía al exquisito Andrea Pirlo, al combativo Daniele de Rossi y Alberto Gilardino. Los de Bielsa construyeron un 3-0 con otro gol de Tevez, uno de Lucho González y otro de Mariano González.

Solo faltaba dar el último paso hacia el escalón más alto del podio. La última piedra en el camino era Paraguay. La fecha, el 28 de agosto de 2004, estaba a punto de convertirse en un día histórico para el deporte argentino. Hacía 52 largos años de la medalla dorada que habían conseguido los remeros Tranquilo Capozzo y Eduardo Guerrero en la competencia de doble par de remos sin timonel en Helsinki 1952. Mucho tiempo. Una eternidad.

Lucho González, Carlos Tevez y Mauro Rosales gritan su orgullo de campeones olímpicos.

La tradicional camiseta roja y blanca de Paraguay se hizo extrañamente amarilla en la disputa por el oro. El técnico Carlos Jara Saguier no pudo contar con el veterano José Saturnino Cardozo, quien había marcado cinco goles en seis presentaciones. La Albirroja ya había sufrido antes de los Juegos la noticia de que Bayern Munich y Werder Bremen, ambos de Alemania, no habían autorizado a viajar a Grecia a Roque Santa Cruz y a Nelson Haedo Valdez, respectivamente. Sí, el poder de fuego estaba bastante disminuido.

El zaguero Carlos Gamarra emergía desde el fondo como uno de los líderes de ese seleccionado que reunía a varios jugadores que, antes y después, estuvieron en clubes argentinos: José Devaca, Celso Esquivel y Aureliano Torres (San Lorenzo) y Ernesto Cristaldo (Newell´s). El Colorado Gamarra había tenido un breve paso por Independiente y Cardozo por El Ciclón.

La paridad se quebró temprano, a los 18 minutos de acción, cuando Tevez -el máximo artillero del torneo con ocho tantos- superó al arquero Diego Barreto. Ese gol fue suficiente para hacer posible un triunfo que nunca estuvo en discusión, a pesar del esfuerzo de los paraguayos por alcanzar la igualdad. Argentina ganó 1-0. Pero no ganó un partido más. Le puso el moño a un trabajo memorable que quedó expresado en seis victorias, 17 goles a favor y ninguno en contra.

Tevez enfrenta a Carlos Gamarra, el capitán paraguayo.

Los medallistas fueron: arqueros: Germán Lux y Wilfredo Caballero; defensores: Roberto Ayala, Nicolás Burdisso, Fabricio Coloccini, Gabriel Heinze, Clemente Rodríguez y Leandro Fernández (reemplazó a Burdisso, lesionado); mediocampistas: Javier Mascherano, Cristian González, Nicolás Medina, Andrés D´Alessandro, Luis González y Mariano González; delanteros: Javier Saviola, César Delgado, Luciano Figueroa, Carlos Tevez y Mauro Rosales.

Unas horas antes de que La Legión Dorada del básquetbol consumara el mayor impacto de un equipo nacional en los Juegos, Bielsa obtuvo la redención después de las frustraciones del Mundial 2002 y la Copa América 2004. Y, lo más importante, es que de una vez por todas el fútbol argentino dejó de arrastrarse en el barro y descubrió el oro olímpico.

A lo más alto con Messi y Román

Cuatro años después, en Beijing 2008, Argentina se dio el gusto de trepar otra vez a la cima del podio olímpico en fútbol. Sin que nadie lo haya advertido, ya se había desatado la fiebre del oro. Y la Selección repitió el título de Atenas 2004 con otro gran equipo en el que Lionel Messi y Juan Román Riquelme surgían como sus principales figuras.

Marcelo Bielsa se había quedado “sin energías”, como él mismo anunció dos semanas después de la medalla en suelo griego, y presentó la renuncia. José Pekerman lo reemplazó y condujo al conjunto nacional en el Mundial 2006. Más tarde le tocó el turno a Alfio Basile, quien no pudo repetir los éxitos de su ciclo anterior, que incluyó los títulos de la Copa América de 1991 y 1993. Y en los Juegos de 2008, el DT fue Sergio Batista, que estaba al frente del Sub 20.

El Checho, campeón del mundo en México 1986, le dio vida a otro plantel de enorme jerarquía. Además de La Pulga y Román, Javier Mascherano seguía imponiendo presencia en la mitad del campo y aparecían nombres nuevos como Sergio Agüero, Fernando Gago, Ezequiel Garay, Pablo Zabaleta, Éver Banega, Ezequiel Lavezzi, Sergio Romero y Ángel Di María, desde ese entonces destinado a ponerles la firma a los goles importantes.

Con Juan Román Riquelme y Lionel Messi se armó otro equipazo en Beijing 2008.

Tal como había ocurrido con Bielsa, Batista supo aprovechar a los pibes que se lucieron en el ciclo encabezado por Pekerman y continuado por Hugo Tocalli y Francisco Pancho Ferraro en juveniles. Citó a varios campeones mundiales Sub en 2005 (Oscar Ustari, Nicolás Navarro, Garay, Zabaleta, Gago y Messi) y en 2007 (Chiquito Romero, Federico Fazio, Banega, Di María y Lautaro Acosta, además del Kun Agüero, presente en ambos títulos.

La formación del Seleccionado contaba generalmente con Ustari; Zabaleta, Garay, Nicolás Pareja, Luciano Monzón; Gago, Mascherano, Di María; Riquelme; Messi y Agüero. Romero se adueñó del arco a partir de las semifinales por una lesión del exguardavalla de Independiente.

La primera presentación se saldó con un 2-1 sobre Costa de Marfil con goles de Messi y El Laucha Acosta. Lavezzi sentenció el 1-0 contra Australia y un penal acertado por el Pocho y un tanto de Diego Buonanotte definieron el 2-0 frente a Serbia y Montenegro. A Países Bajos se le ganó 2-1 merced a las conquistas de Messi y Di María (en tiempo suplementario). Ese fue el prólogo a un partidazo contra el Brasil de Ronaldinho, Marcelo y Diego que Argentina ganó 3-0 con dos festejos de Agüero y un acierto de Riquelme, desde los doce pasos.

El primer capitulo de la serie de goles definitorios de Ángel Di María se produjo en 2008.

La final, el 23 de agosto de 2008, Di María escribió el primer capitulo de una saga con continuó en la Copa América de 2021, la Finalísima y el Mundial de Qatar 2022. Marcó el gol del triunfo sobre Nigeria para instarla a la Selección en el escalón más alto del podio.

Los campeones fueron: arqueros: Oscar Ustari, Sergio Romero y Nicolás Navarro; defensores: Ezequiel Garay, Federico Fazio, Nicolás Pareja, Luciano Fabián Monzón y Pablo Zabaleta; mediocampistas: Fernando Gago, Javier Mascherano, José Sosa, Éver Banega, Juan Román Riquelme, Ángel Di María y Diego Buonanotte; delanteros: Ezequiel Lavezzi, Lautaro Acosta, Lionel Messi y Sergio Agüero.

Mascherano igualó al polista Juan Nelson como único argentino con dos medallas doradas. La carta de triunfo era Messi y la jerarquía corría por cuenta de Riquelme, dos de los mayores símbolos de la eterna riqueza del fútbol nacional.

Messi y Sergio Agüero, con sus medallas doradas.