"Danza de verano" es una emotiva pieza de Brian Friel con un notable equipo de actores
Variados recuerdos de familia
"Danza de verano" con su atmósfera reminiscente, las explosiones musicales y una nostalgia que se filtra en los intersticios de sus situaciones está totalmente lograda por un director sensible y un equipo de artistas totalmente consustanciados con el espíritu de la obra.
"Danza de verano" (Dancing at Lughasa) de Brian Friel, en versión Fernando Masllorens y Federico Del Pino. Dirección: Jorge Azurmendi. Escenografía: Daniel Feijóo. Vestuario: Pablo Battaglia. Coreografía: Doris Petroni. Iluminación: Gonzalo Córdova. Actores: María Valenzuela, Martha González, María Rosa Fugazot, Laura Oliva, Laura Azcurra, Michel Noher, Luciano Linardi y Roberto Catarineu. Multiteatro. Miércoles 9.
Una familia en las afueras de un pueblo rural en County Donegal (Irlanda). Cuatro hermanas solteras, el hijo de una de ellas y el pequeño Michael de siete años corriendo por el jardín.
Hay una hermana mayor maestra, que con su sueldo mantiene la familia y otras dos que tejen guantes para ayudarlas. La más chica, una adolescente es la madre de Mich y la época en que viven (mediados de 1930), hace que una madre soltera, sea algo así como la vergüenza de la familia. Estamos en una rígida comunidad católica y en medio de la campiña, bastante alejada de la ciudad. El mundo conmociona con la Guerra Civil Española, algo de eso repercute en el pueblo a través de un milagro, recientemente instalado en la casa, la radio, esa a la que le dicen Marconi.
ESPIRITU PAGANO
Pero la sorpresa principal es la llegada del hermano mayor, sacerdote misionero que pasó veinticinco años en un leprosario de Uganda. Poco a poco la familia irá percibiendo, que el espíritu pagano lo ganó y peligrosamente se manifiesta en ese hogar conservador.
Estamos ante una comedia dramática de Brian Friel, considerado una gloria de la literatura irlandesa con sus ochenta y tres. Esta obra la escribió en la década de 1990 y por su atmósfera evocativa y melancólica podemos asociarla con ciertos textos de Thornton Wilder. La presencia de un narrador adulto, el Mich con siete años en el ´36, que relata lo que está por suceder y lo que sucedió, a un costado, en el escenario, responde también a la estructura wilderiana.
LA NOSTALGIA
"Danza de verano" con su atmósfera reminiscente, las explosiones musicales y una nostalgia que se filtra en los intersticios de sus situaciones está totalmente lograda por un director sensible (Jorge Azurmendi) y un equipo de artistas totalmente consustanciados con el espíritu de la obra. Los escasos, pero justos elementos escenográficos y el vestuario, ubican la obra con precisión y todo el equipo actoral revela soltura escénica y gran cuidado en la emisión vocal (una curiosidad en el teatro de hoy).
Frescura y nostalgia son parte del mundo de Chris, Rose, Inés, Kate y el viejo religioso, sentimientos que sólo son interrumpidos a veces por el padre de Mich, el bohemio Gerry Evans, que sueña con bailar como Fred Astaire y se enrolará en las Brigadas Internacionales para ir a luchar en la Guerra Civil Española.
María Rosa Fugazot con su gracia y carisma, Laura Oliva, una ráfaga de entusiasmo, la fuerza y juventud de Laura Azcurra, Michel Noher, Luciano Linardi se integran a la rígida Rose, de Marta González y Roberto Catarineu, el que fue a misionar y volvió cautivado por la magia pagana de lo irracional.
El apoyo coreográfico de Doris Petroni y las canciones de Cole Porter, completan una obra para recordar y disfrutar.