Valeria Ambrosio, sus días en el Palacio Libertad y el regreso de un espectáculo entrañable

A once meses de asumir al frente del mayor centro cultural del país, la artista plástica y directora teatral dice que aceptó el cargo como un deber cívico y que la desafía contar con un presupuesto exiguo. En paralelo, reestrenó la obra que la unió a Elena Roger hace dos décadas: 'Mina...che cosa sei?!?'

En su oficina del sexto piso del viejo Palacio de Correos y Telecomunicaciones, amplia pero sin lujos, Valeria Ambrosio invita agua o café y se dispone a una charla a agenda abierta. El fotógrafo pide retirar un escobillón y una pala que contaminan la escena, presidida por un escritorio de estilo, una pizarra repleta de anotaciones y un juego de sillones en donde transcurrirá el diálogo con La Prensa. La anfitriona lo hace, aclarándole a su asistente que el mango se ha desprendido del cepillo. "Hay que ponerle un papelito para que ajuste bien", reclama. Y mirando a los presentes justifica sin sorna: "Hasta recién estuve barriendo". No cuesta creerle.

El 10 de diciembre de 2023, el mismo día que Javier Milei asumía la Presidencia, Ambrosio desembarcó en el entonces Centro Cultural del Bicentenario Presidente Néstor Kirchner (CCK) para iniciar una gestión como directora nacional que -dice- no le ha dado hasta ahora más que satisfacciones. Formada en Bellas Artes en la Escuela Prilidiano Pueyrredón, con una especialización en escultura, tal vez el gran público la conozca más como escenógrafa y directora de arte (’Jazz Swing Tap’, ‘Tanguera’, ‘El violinista en el tejado’), como autora y directora general de obras como ‘Amado mío’, ‘Ella’ y ‘Boccato di cardinale’. Justamente anoche reestrenó en el teatro Lola Membrives un título que concibió junto a Elena Roger hace más de dos décadas y que ha quedado grabado en la memoria de miles de espectadores: ‘Mina...che cosa sei?!?’

-¿Cómo es el día a día en el centro cultural más grande del país?

-Es muy entretenido, no te aburrís, todo el tiempo hay problemas de distinto tipo. En definitiva, uno está al servicio de resolver problemas, por eso lo considero algo divertido. De todos modos, lo más interesante es pensar ideas a futuro. Ya estamos trabajando en el programación 2025 y eso me hace vivir adelantada. Para mí ya pasó diciembre, ya cumplimos un año (de gestión).

-En medio de tanto trabajo vuelve a 'Mina...’ ¿Cómo hace para repartir el tiempo y el amor por los proyectos?

-Es un tema, y nos está pasando a todos los que conformamos el espectáculo. Todos tenemos otros compromisos, estamos en otras situaciones, pero es sólo cuestión de organizarse. Hoy ensayamos a la mañana temprano y ya después me interné acá.

-Han pasado veintiún años del estreno de 'Mina...'. ¿Cómo lo vive?

-Es raro porque a mí no me atrae reponer obras que ya fueron hechas. Hay otros directores que insisten con eso, pero yo siento que cada obra es un boceto que uno hace y a partir de ese boceto surge otra cosa, y otra, y otra. Entonces reponer es volver atrás, al primer boceto. Sin embargo, con 'Mina...' sentíamos que se mantuvo en el aire, en la memoria de la gente. De todas las obras que hice en estas dos décadas, 'Mina...' es la que siempre estuvo presente. Cada vez que presentaba un nuevo proyecto aparecía la pregunta: “¿Y cuándo 'Mina...'?” Hay espectáculos angelados con los que algo pasa, y acá pasó. Se ha generado como un mito.

Elena Roger protagoniza el homenaje a la gran cantante italiana Mina, que se presenta de viernes a domingos en el Lola Membrives.

-Hay toda una generación de público que no la vio...

-Claro, y no sé cómo va a ser su approach con algo tan antiguo, dicho esto entre comillas. Me da miedo. Pero al mismo tiempo siento que estamos transitando una época donde todo pasa tan rápido en el mundo de la mano de la tecnología, que volver a cierta cuestión artesanal puede resultar novedoso. 'Mina...' es la magia del teatro puro, es una obra difícil de comentar porque el foco está puesto en la belleza de lo simple. Es hasta más difícil de montar que una obra técnicamente compleja. De tan etérea no la podés ni describir.

-¿Y qué es lo que sí podría contarle de 'Mina...' a los espectadores que aún no la vieron?

-Que es un homenaje a la cantante italiana Mina, que es un proyecto que generamos con Elena hace ya veintidós años, que nos encontró en un momento en el que las dos estábamos asomando la cabecita en este mundo del teatro. Podría decirse que fue mi primera dirección integral en teatro, aunque ya había hecho antes algo chiquito con un espectáculo de tango. A partir de ese proyecto, que se dio en una única función, empecé a pensar cómo podría mezclarse la teatralidad con la musicalidad sin caer en la comedia musical. Porque 'Mina...' no es una comedia musical, es teatro musical, que es lo que a mí más me gusta. Siempre pensé que la imagen y la música van de la mano. Yo escucho música y me van surgiendo imágenes, o veo imágenes y empieza a sonar una música en mi cabeza. Son cosas que van de la mano, pero la comedia musical es un genero en sí mismo y esto es otra cosa.

 

PARA MAMA

-¿Por qué volver a Mina Mazzini y sus canciones en este momento?

-Este espectáculo está muy ligado a mi mamá y a la mamá de Elena. Mi mamá era italiana y falleció hace seis meses. La mamá de Elena murió hace dos años. En todo este tiempo pensamos en volver a hacerla pero no coincidían nuestros compromisos, hasta que se dio. Siento que es un cierre que queremos darle, que inevitablemente se vincula con nuestras madres. Mi italianidad tanto como la de Elena nos ha sido transmitida, sobre todo, por nuestras madres. Hay mucha M en este proyecto: mi mamá se llamaba Micaela; la de Elena, Mimi. Está la figura de la madre y la de Mina; habría que analizarlo. No es sólo un hecho teatral sino todo lo que trae aparejado. Así lo leo.

Esta rentrée tiene la particularidad de contar con la casi totalidad del elenco y el equipo creativo original. "Gaby Goldman (director musical) era el único que no estaba en el país, pero justo coincidió que volvió. Así que aquí estamos, Elena, Gaby, Diego Reinhold y yo, con mucha expectativa y muchos temores. Después de veinte años somos todos diferentes pero en el fondo somos los mismos. Elena nos decía que lo hagamos, al menos, para sentir por un ratito que volvemos a ser jóvenes. Todos somos un poco adultos-niños. Yo no me desvinculo nunca de la idea del juego, en la vida".

-¿Incluso en un trabajo de tanta responsabilidad como conducir ahora el Palacio Libertad?

-Incluso acá. Los juegos tienen reglas, existen las reglas del juego. Entonces me muevo con la responsabilidad que eso implica, pero con la liviandad de saber que es algo buenísimo poder hacerlo.

"Lo asumo como una responsabilidad cívica. Fue muy interesante llegar, conocer a la gente, descubrir los espacios. He empezado a amar este lugar", admite Valeria Ambrosio (Foto: G. Carabajal)

Los últimos trabajos de Valeria Ambrosio antes de este agitado 2024 habían sido la dirección general de 'Le petite mort' (en Cástor & Pólux, con Ivanna Rossi) y 'Experiencia Tita. Llamarada pasional’, un tributo moderno a esa gran figura del tango y la actuación. Hizo también la puesta en escena de recitales de Patricia Sosa y Marilina Ross, y volvió a unirse a los Pimpinela, Lucía y Joaquín, varios años después de haberlos dirigido en 'La familia', para desarrollar una pieza audiovisual.

-Cuando la convocaron para asumir al frente del entonces Centro Cultural Kirchner, ¿dudó en aceptar?

-Yo estaba con un proyecto que es un largometraje, una cosa que lleva su tiempo y sigue corriendo. Y había cumplido dos años de gestión al frente del Teatro Argentino de La Plata, que fueron súper interesantes y muy nutritivos. Pero ese antecedente me hacía pensar que no iba a poder con esto porque son posiciones muy demandantes, no podés hacer otra cosa. Yo soy muy sarmientita en el laburo, me gusta cumplir. Además, la función pública no es un lugar donde deposite mis expectativas, aunque sí me gusta sentirme útil. Cuando (el secretario de Cultura, Leo) Cifelli me llama con esta idea, aún antes de que ganara Milei las elecciones, me pareció que este lugar era demasiado grande. "Bueno, lo vemos", fue lo primero que le contesté.

-Ha dicho que antes de asumir no frecuentaba el CCK. ¿Era por su sesgo ideológico?

-No me llamaba la atención, no me atraían las actividades, lo que ocurría acá adentro. Además, cuando estás haciendo teatro es muy difícil, no podés. A mí me gusta hacer teatro pero no tanto verlo, prefiero ver cine o leer. Este lugar es verdaderamente un monstruo, pero cuando apareció la propuesta lo pensé y me pareció que lo tenía que hacer. Lo tomo como una responsabilidad cívica desde un lugar de defensa de la cultura. Fue muy interesante llegar, conocer a la gente, descubrir los espacios. He empezado a amar este lugar, ya siento cariño por él.

-A casi un mes de cumplir su primer año de gestión, ¿cuál cree que ha sido su mayor aporte?

-Haberle dado un orden, proponer “me parece que hay que hablar de esto”. Porque un centro cultural no necesariamente debe ser un muestrario de cosas sino que uno debe ponerse a reflexionar sobre lo que nos pasa como argentinos y en ese contexto generar un espacio de discusión.

 

CON EL PIE DERECHO

-¿Con qué se encontró al llegar?

-Con un grupo de gente que ama este lugar y está dispuesta a todo para defenderlo. La transición fue muy agradable y quien dejaba el lugar pidió incluso un voto de confianza hacia nosotros. Eso fue como entrar con el pie derecho. También es cierto que yo no vengo de un espacio militante, o sí, militante del arte, porque he vivido de esto toda la vida. Siempre he defendido, y mucho, la autogestión. Y siempre me gustó pensar los espectáculos, más allá de ocuparme de la dirección. Entonces acá es un poco eso lo que hago, planteo "bueno, por qué no hablamos de esto". Y todos los sectores nos juntamos y vemos cómo lo abordamos.

Además de las áreas de programación y producción, de audiovisuales, música, artes visuales, teatro, la sala inmersiva y tantas otras, el Palacio Libertad es el lugar de residencia de los elencos estables de la Secretaría de Cultura (orquestas y coros). "Todo lo que hace a una obra, todas las herramientas que se necesitan se pueden encontrar acá", se enorgullece la directora.

-Lo del teatro es una novedad para este lugar.

-Sí, porque en época de vacas flacas pensé que si hay gente con ganas de hacer, lo mejor era unir fuerzas y coproducir, o bien producir nosotros. El teatro acá está funcionando bárbaro. Recuerdo que cuando vi la Sala Argentina enseguida pensé que sería ideal. No es un teatro a la italiana, no se puede colgar nada de la parrilla, pero nosotros estamos acostumbrados a hacer teatro en una baldosa. Traemos obras, sobre todo del circuito independiente, que hace poco bajaron de cartel, y la gente las puede ver gratis, y las disfruta. La consigna es siempre que este espacio es de todos, y hay que concientizar sobre eso. Todos lo tenemos que nutrir, así como todos lo tenemos que cuidar y todos tenemos derecho a transitarlo.

-¿Encontró resistencia de algún tipo en los artistas?

-No, y esa es una muy buena noticia. No ocurrió nada de eso, con nadie. Cuando estábamos por abrir quise plantar un símbolo. Le pedí a un amigo, el artista plástico Alejandro Marmo, que arme un corazón gigante con toda la chatarra que tuviera en su taller. Es un corazón que cuando pasás cerca se ilumina, pero un corazón recauchutado, como una especie de bandera blanca. Quise mostrar que este es un lugar de paz, de encuentro, de discusión también, porque el arte necesariamente tiene que generar discusión. Era febrero, recuerdo, pero ese corazón estaba muy lejos de San Valentín, era un corazón que necesitaba ser recompuesto para empezar a funcionar.

-¿Con cuánta gente recibió el lugar? ¿Se han producido bajas?

-Este centro cultural tiene 116.000 metros cuadrados, setenta salas expositivas, y trabajan menos de cuatrocientas personas. En realidad, necesitamos más personal, no podemos achicar una planta que ya de por sí es escasa. Hemos tenido charlas, claro, pero les he dicho que no hay manera, si achicamos el personal el lugar no funciona. Acá tiene que haber actividades, no está bueno disponer de este lugar gigantesco y que haya espacios donde no ocurra nada.

-El presupuesto con el que contó este año fue similar al de 2023. A la luz del proceso inflacionario, ¿cómo se arregló?

-¡Somos argentinos! Yo estudié Bellas Artes y para nosotros hacer una escultura era buscar el volquete de tu barrio, ver lo que tiraban los vecinos y armar una obra con lo que encontrabas. Soldabas, atornillabas, incluso rompías lo que habías hallado, y de ahí nacía la obra. Eso no es un problema. Yo le dije al secretario: "Leonardo, veinte, treinta, cincuenta...Lo que sea, con eso hacemos, al menos por este año". En las vacaciones de invierno, que fue el mes que más concurrencia hubo, vinieron como 300.000 personas. Tuvimos actividades por todos lados, y no nos pasamos del presupuesto. Es una virtud de los argentinos arreglarnos con lo que tenemos. Y con nivel, obviamente.

-¿Qué se sabe del presupuesto para 2025?

-Todavía no lo hemos hablado. Pero insisto: nunca ha sido un tema para mí. Se hace en base a lo que se tiene. Incluso yo me siento más cómoda cuando me dicen "tenés poco, fijate qué hacés".

 

NUEVOS PUBLICOS

-En líneas generales, ¿cómo anduvo la convocatoria de público?

-Creció. Tenemos un observatorio que todo el tiempo está viendo cuánta gente viene, qué tipo de público es el que nos visita. Y nos dicen que el caudal de gente se incrementó. Incluso los ves dando vueltas por el edificio y te dicen "nunca había venido, este lugar está buenísimo". Yo misma traje gente del ambiente artístico que no podía creer que existiera este lugar. "¿Esto estaba acá?" "Sí, está acá y es tuyo". Muchos se sorprenden.

-Hay espacios que no están en uso y se alquilan, ¿verdad?

-No, no, todos los espacios están en uso. Lo que ocurre es que hay empresas u organismos que nos piden alquilarlos para eventos. Entonces nosotros tratamos de concentrar esos eventos los lunes y martes, que son días en los que no hay programación. De esta manera, ellos pueden usar el espacio que quieran. Cada lugar tiene un costo que lo fija el Tribunal de Tasación (Ndr: lo recaudado no queda para el centro cultural sino que va a las arcas generales del Estado). Mientras no nos alteren la programación pueden aprovechar el lugar.

-En el Palacio existieron alguna vez dos espacios gastronómicos, uno en la planta baja y otro en el noveno piso. ¿Piensan reabrirlos?

-Ya están en licitación. Está buenísimo que un lugar tan grande pueda tener su barcito.

"Está claro que desde este lugar no resuelvo ninguno de los temas importantes de la Argentina, pero un poco de alimento al alma ayuda", entiende la escenógrafa, dramaturga y directora teatral. (Foto: G. Carabajal)

-El cambio de nombre a Palacio Libertad produjo mucho ruido en la sociedad. ¿Usted fue consultada antes de que se decidiera hacerlo?

-No, no fuimos consultados. De todos modos, estábamos esperando que eso ocurriera en algún momento. Me parece que es algo que está bien, nos vamos a ir acostumbrado. No considero que sea algo tan importante. De todos modos, no creo que mi opinión sobre esto sea trascendente. Debo trabajar en la coyuntura que me toca y dar lo mejor. Es momento de aportar, de pensar qué puedo hacer en pos de sumar. Yo, Valeria, puedo hacer esto. Está claro que no resuelvo ninguno de los temas importantes de la Argentina, pero un poco de alimento al alma ayuda. Sobre todo a un pueblo como el nuestro, tan comprometido con el arte. Los argentinos en ese sentido somos especiales: cuando peor nos va más teatro tenemos, más arte consumimos. La cantidad de obras de teatro independiente que hay hoy en cartel es algo hermoso. Más allá de lo que pase los argentinos hacemos.

-Siendo que se trata de un espacio que tuvo siempre mucha carga ideológica, ¿en algún momento pensó que arriesgaba demasiado su carrera por cumplir esta misión?

-No, nunca. Esas cosas no me dan miedo. ¿Por qué habría de meter? A menos que me mande algo muy grave. Si las cosas las hacés desde la honestidad, el amor y el conocimiento, con compromiso y profesionalismo, qué puede salir mal. Sobre todo yo, que no soy una persona que venga de la política. Podría pensar: ¿será que el día de mañana nadie me va a llamar para trabajar? Y bueno, seguiré inventando mis propios proyectos, como hice siempre.