Una sucesión de lugares comunes
"La monja" ("The nun", Estados Unidos, 2017) Dirección: Corin Hardy. Guión: Gary Dauberman, sobre la historia de James Wan. Fotografía: Maxime Alexandre. Actores: Demian Bechir, Taissa Farmiga. Duración: 96 minutos. Calificación: apta para mayores de 13 años.
"La monja" es heredera directa de "El Conjuro 2". Precuela de Corin Hardy, se genera a partir de la exitosa inicial "El Conjuro", del malayo-australiano James Wan. Ya no están Lorraine y Ed Warren, especialistas en fenómenos paranormales llamados para desentrañar los casos esotéricos, pero en su reemplazo aparece la novicia Irene, interpretada por Taissa Farmiga, hermana de Vera Farmiga, que hacía de Lorraine Warren en el origen de la saga. Ella y el padre Burke, enviado por el Vaticano, deberán descubrir qué pasó con la extraña muerte de la religiosa que apareció colgada en una abadía rumana. Lo que sigue ya se ve venir, empezando porque estamos en Rumania, la patria de Drácula.
El resto, lamentable. Una sucesión de lugares comunes, clichés de todo tipo, habituales acompañantes del cine de horror clase B, que con mejor presupuesto aparece en esta película. Luego de un "prefacio" que anticipa un condensado de las barbaridades que se vienen, la cosa parece cambiar.
Uno piensa que puede aparecer algo diferente, especialmente al conocer a la simpática y bastante buena actriz Taissa Farmiga, tan parecida a su hermana mayor. La chica es una novicia con ciertos poderes psíquicos y con el investigador religioso Burke (el conocido actor mexicano Demian Bechir) son enviados por autoridades religiosas a Rumania. Conocen entonces al cuidador de la abadía, un muchacho que encontró a la ahorcada. Hasta aquí parecía haber una esperanza de algo mejor. Pero el resto es silencio.
Mejor dicho, un encadenamiento de estereotipos que acompañan la peor representación del universo sobrenatural con exorcismos, fenómenos telekinésicos, enterramientos malévolos incluídos, y hasta una suerte de fetiche que aparece considerado como un cáliz con la sangre de Cristo.
A TODO VOLUMEN
No sólo los clichés se multiplican sino que la música magnificada en altos decibeles los acompaña. Su exagerada sonoridad es la única manera que tiene el director de hacer sobresaltar al espectador.
Por otra parte, el relato es anodino, confuso y sobrecargado, rico en golpes bajos. Se salvan la joven Farmiga y Bichir (con sus correctas interpretacionesÑ, que se mantienen hasta el final ensangrentados y polvorientos, porque la película es rica en deshechos hemáticos y tierra desparramada. El final parece favorecer la posible aparición de una nueva película con nuevos horrores.
Calificación: Regular