Una sinfonía para argentinos que no se rinden
Estreno mundial de ‘¡Viva la libertad!’, de Lalo Schifrin y Rod Schejtman, en el Auditorio Nacional.
Orquesta Sinfónica Nacional. Concierto con obras de Lalo Schifrin y Rod Schejtman. Dirección: Emmanuel Siffert. Solistas: Abel Rogantini (piano), Pablo Motta (bajo), Oscar Giunta (batería). El viernes 11 en el Auditorio Nacional del Palacio Libertad.
Los autores de las bandas cinematográficas son los grandes olvidados. En general se recuerdan sus obras, se las ha utilizado como cortinas musicales de programas televisivos y la mayoría del público distraído las vincula con sus populares conductores y no con los talentosos músicos que las compusieron: Nino Rota, Ennio Moricone, Gato Barbieri...La lista de la ingratitud sería extensa.
Sin embargo, para la gran mayoría de los argentinos un mágico compás de 5/4 interpretado con piano y flauta traversa, una melodía marcada por el ritmo de la síncopa, mezcla de tango con jazz en su orquestación, hizo posible el milagro de vincular el nombre de su autor, Lalo Schifrin, con la serie ‘Misión Imposible’, creada a mediados de los sesenta del siglo pasado, en plena Guerra Fría.
Esa serie que podía verse los sábados a la diez de la noche en Canal 13 marcó a fuego a varias generaciones. Su música espléndida, simple y contagiosa provocaba una sensación de ansiedad y el deseo de correr para no ser apresado por los liberticidas de la Cortina de Hierro.
TRAYECTORIA
Schifrin fue y será sinónimo de ‘Misión Imposible’. Pero nuestro compatriota es mucho más que eso. Nacido en Buenos Aires hace noventa y dos años, fue alumno del compositor Olivier Messiaen, lo que influyó en su estilo y filosofía musical. También estudió con Enrique Barenboim, padre del pianista y director Daniel Barenboim, obteniendo una formación integral sobre la interpretación y la dirección musical.
Su trayectoria musical abarca más de seis décadas. Este reconocimiento se atribuye a su habilidad para componer e integrar diversos géneros musicales, como el jazz, la música clásica, el tango y la música cinematográfica. Desde sus primeros años trabajó en establecer una identidad sonora distintiva y ha sido uno de los compositores influyentes de los siglos XX y XXI.
A lo largo de su carrera compuso música para más de cien filmes de Hollywood y trabajó con Clint Eastwood, Steve McQueen, Robert Redford y Paul Newman, quienes solían buscar sus servicios para mejorar el dramatismo y la tensión en los filmes.
Esta brillante trayectoria podría haberse detenido y Schifrin podría vivir de las rentas de un pasado glorioso. Pero no, él sigue apostando al futuro. “Yo soy el futuro”, le confesó a su talentoso y brillante socio y coautor de la sinfonía ‘¡Viva la libertad!’, el ingeniero y compositor argentino Rod Schejtman, de sólo cuarenta años.
Schejtman es una figura destacada en la música sinfónica, la orquestación y la composición para filmes. Su formación como ingeniero aporta precisión técnica a su sensibilidad artística. Ganó el WorldVision Composers Contest en Viena, Austria, conocido como "el Mundial de la Música Clásica", representando a la Argentina, y superando a compositores de 32 países con tres obras sinfónicas en dos años.
Esta dupla de argentinos que no saben rendirse decidió dedicar esta sinfonía a nosotros, sus compatriotas.
LA OBRA
La sinfonía ‘¡Viva la libertad!’, como toda obra de arte, debe ser completada por la recepción del público. Cada persona sabe lo que es la lucha por la libertad y la imaginación la puede llevar a distintos destinos por diferentes caminos a lo largo de cuarenta minutos.
La obra es una combinación de estilos. Convergen allí la banda sonora cinematográfica con la música académica. Es difícil vivar a la libertad si no se es romántico. La música de Schejtman está influenciada por Chopin, Mendelssohn-Bartholdy y Rachmaninoff.
Si bien sabemos que Schifrin llevó la música académica al cine se puede decir que afloró con más profundidad en esta obra. Cabe recordar que conoció a Igor Stravinsky -ha reconocido en reiteradas ocasiones que los recursos utilizados en su composición de ‘Misión Imposible’ los había utilizado el autor ruso mucho tiempo atrás-. Fue alumno de Juan Carlos Paz -discípulo de Arnold Schoenberg- y de Maurice Ravel, nada menos.
En los momentos preliminares de la creación de la sinfonía que comentamos no estaba en sus planes musicales darle una estructura tradicional. El, con noventa y dos años, es “el futuro”, recordemos, y su insistente socio de cuarenta triunfó, en definitiva, aportando un enfoque tradicional que construye sus cimientos.
La magia del arte hizo que ambos estilos musicales se fundan y brinden una obra compacta donde, como debe ser, no prevalecen los gustos ni los estilos personales de los autores, sino que logran una comunión musical admirable brindando una composición nueva donde Schifrin y Schejtman como individualidades desaparecen, así como desaparecieron las barreras generacionales. Entre los autores, cronológicamente hay más de medio siglo que los separa, que nadie puede advertir si desconoce sus biografías.
MOVIMIENTOS
La sinfonía comienza con una obertura que anticipa los temas de los dos movimientos siguientes. El arpa impulsa con suavidad el inicio, se suman las maderas, y los bronces en las sombras componen estilizados ritmos marciales. Otros temas dan su cuota de dramatismo -se lucen allí los bronces y la percusión-, y un tema próximo a un tango canción se traduce en una melodía dulce y melancólica. La flauta traversa tiene un notable protagonismo en algunos de los temas centrales.
El segundo movimiento es muy dramático. Los violines asumen un gran protagonismo, junto con la percusión. Se podría leer como un enfrentamiento entre la Civilización y la Barbarie. La melodía dulce se enfrenta al torrente de los timbales que parecen querer llevarse todo por delante. Varios minutos de convulsión y de lucha se aplacan con las notas que emergen de la línea de oboes y fagots, que brindan un momento de paz y tranquilidad.
El tercer movimiento marca el triunfo. Cobran protagonismo una vez más la flauta y el arpa, que con los violines e instrumentos de madera dan vida a temas melódicos, románticos y nostálgicos que al menos preanuncian el deseo de un reencuentro. Las trompetas preparan ese esperanzado viaje a un futuro mejor. La orquesta concluye en pleno brindando un final apoteósico.
Los maestros de la Orquesta Sinfónica Nacional brindaron un concierto inusual por la temática abordada, con la solvencia, jerarquía y versatilidad de siempre.
En la primera parte interpretaron ‘The Plot’ de ‘Misión: Imposible’, ‘Dirty Harry Suite’, ‘Bullitt’, ‘Mannix’, ‘Cincinnati Kid’ (Lalo Schifrin) y ‘La magia di vivere’ (Rod Schejtman). En las obras de Schifrin fue maravillosa la concertación de la Orquesta con el trío jazzero. La batería, a cargo de Oscar Giunta, resultó un espectáculo aparte. Y el maestro Emmanuel Siffert en el podio, una garantía. Demostró una vez más su solvencia, el conocimiento y el estudio riguroso de las partituras. Su capacidad indiscutible hizo posible que la música logre emocionar no sólo por los recuerdos del pasado, que son muchos, sino, además, que sea portadora de un mensaje de esperanza por un futuro mejor para los argentinos y toda la humanidad, que tanto lo necesita.
Calificación: Excelente