Mirador político
Una nueva política
El ganador de las presidenciales deberá dar un giro de 180º en materia política respecto de los Kirchner.
Arrasadas las bases del crecimiento por el populismo, desnaturalizadas las instituciones por el decisionismo y disperso el poder para reconstruir lo destruido, el ganador de las presidenciales deberá dar un giro de 180º en materia política respecto de los Kirchner.
Todos se preguntan por la devaluación y el ajuste, de si conviene una estrategia de "shock" o gradualista, pero antes de elegir cualquier camino el próximo presidente deberá cambiar el modo de hacer política. Cualquiera sea el candidato que gane en primera o en segunda vuelta. Si no lo hace se arriesgará a una crisis de gobernabilidad de mal pronóstico.
La fuerte caída de la actividad, el agotamiento de las reservas, la parálisis del empleo y varios otros males a la vista demuestran que resulta imposible continuar con la receta del "modelo" de gasto público delirante sin otra financiación que la emisión monetaria, de consumo sin producción y de castigo a las exportaciones. Para hacer populismo hacen falta fondos ilimitados, algo de lo que por definición la economía carece. Los límites a la demagogia no los pone la moral republicana, sino el hecho de que la bolsa de Papá Noel tiene fondo.
De lo que se deduce que, si no se puede hacer economía populista, tampoco se puede hacer política kirchnerista, es decir, de concentración del poder, de eliminación de la oposición y de avasallamiento del Congreso, la Justicia y la prensa.
A lo que hay que añadir que en el presente caso no sólo la economía pone límites al autoritarismo disfrazado de carnaval popular. Los dos candidatos con mayores chances no han conseguido avanzar desde las PASO. Daniel Scioli sigue rondando los 38 puntos de intención de voto y Macri, ni siquiera 30. Todos los esfuerzos de los encuestadores por arrimar a los candidatos pronósticos que los tranquilicen han chocado con desalentadoras respuestas de los encuestados.
De acuerdo con los números conocidos, si Scioli se consagra en primera vuelta, lo hará con un porcentaje no mucho mayor del 40-42%, lo que representa un grado de consenso precario, por decir lo menos. En términos de gobernabilidad, lo mejor que podría pasarle es ser ratificado en segunda vuelta con más del 50% de los votos, aunque las cuatro semanas hasta el balotaje se conviertan en una verdadera ordalía.
Hay dos formas básicas de hacer política. Una es agonal, dividiendo a la sociedad en amigos y enemigos y buscando el poder total mediante la exclusión de los segundos. Esto es lo que hicieron desde el primer minuto los Kirchner. La segunda forma, llamada arquitectónica por los politólogos, se funda en la búsqueda de consensos básicos y la no estigmatización de quien piensa distinto.
El peronismo adhirió desde su fundación a la primera. Su doctrina es "nacional", tiene aspiraciones de pensamiento único y los que disienten son traidores, oligarcas o agentes de la antipatria. Pero hoy su candidato tiene un liderazgo condicionado por la economía y la presidenta saliente. Debe planear, por lo tanto, una nueva política, la única garantía de que se podrá evitar la crisis y de que podrá hacerse con la conducción del peronismo paulatinamente.