Siete días de política
Una doble oposición empantanó las reformas de Milei en el Congreso
El test de gobernabilidad le dio parcialmente bien. Tuvo una señal positiva con la aprobación en general de la ley “Bases pero con recortes. Una votación en particular bajo presión
El tratamiento de la ley ómnibus en Diputados demostró que los problemas de gobernabilidad de Javier Milei tienen un origen doble. Por un lado la minoría ínfima de legisladores propios y, por el otro, el haber asumido una misión imposible: conseguir que quienes viven del gasto público aprueben las reformas necesarias para reducirlo.
Esto último ha generado una resistencia tanto por parte del kirchnerismo, que eligió directamente confrontar con el presidente libertario, como de los que antes formaban el oficialismo de Mauricio Macri y hoy aspiran a ser incorporados al oficialismo de Milei en posiciones de poder.
La oposición K recurrió a una estrategia rudimentaria, el “filibusterismo”, término de la jerga política equivalente a obstrucción parlamentaria. Es una práctica usada en el pasado en los Estados Unidos: para bloquear un proyecto los legisladores pronunciaban discursos interminables con la única condición de que no se sentasen o se detuviesen. El objetivo era que la sesión se levantase o terminase pasando a cuarto intermedio.
Como en el caso local el tiempo para discursear tiene límites, el bloque kirchnerista anotó a decenas de diputados que se dedicaron a demorar la sesión con una retahíla de discursos de nivel similar al de los de centros estudiantiles.
El espectáculo institucional fue deprimente pero lograron que la sesión se extendiese más de treinta horas. Mientras tanto especulaban con que el quórum se debilitara y en algún momento pudiesen por sorpresa pedir el levantamiento de la sesión.
La segunda estrategia kirchnerista fue menos sofisticada todavía. Consistió en hacer causa común con la izquierda que promovió protestas violentas en los alrededores del Congreso. Esta alternativa tampoco prosperó porque las fuerzas de seguridad controlaron en todo momento el orden sin episodios de gravedad en buena medida por la escasa convocatoria de los grupos de trotzkistas. Los ataques al Congreso sin la movilización de la CGT y de grupos violentos del conurbano tienen poca chance.
El segundo frente antirreformas fue el de los diputados “dialoguistas” aliados con los gobernadores. Como el ministro Luis Caputo los culpó del fracaso de la reforma fiscal y les advirtió que la pérdida de esa recaudación derivaría en recortes de los fondos que el Tesoro les pasa a las provincias por afuera de la coparticipación, gobernadores y diputados en su mayoría de extracción populista también promovieron todo tipo de demoras.
Así como los gobernadores quieren que Milei les coparticipe impuestos, los legisladores no K pretenden que les coparticipe el poder parlamentario a cambio de la formación de un interbloque colaboracionista permanente. De allí las versiones de que Cristian Ritondo podría reemplazar a Martín Menem, Diego Santilli a Guillermo Francos, etcétera, etcétera.
El desorden del gobierno y la fragmentación opositora generaron marchas y contramarchas mientras se desarrollaba el debate (ver “Prácticas parlamentarias”) en el recinto. Circularon varios borradores con drásticos recortes al proyecto original. El penúltimo llegó al Congreso junto con Karina Milei que se instaló en un palco para representar el papel de garante. De todas maneras los dialoguistas estiraron el debate hasta el martes próximo.
En resumen, siguieron y seguirán presionando a Javier Milei hasta que se comprometa con un acuerdo. Lo que nunca consiguieron, por lo menos hasta ayer, fue que lo hiciera Luis Caputo, el cerebro del ajuste.
El ministro no apareció por el Congreso aunque algunos “dialoguistas” como Miguel Pichetto lo torearan y tuvo un fuerte respaldo del FMI que aprobó el “rolleo” de 4.700 millones de dólares que le permitirán seguir pagando deudas en dólares sin que las reservas colapsasen.
El organismo internacional hizo además a Caputo una concesión que ocupó menos espacio en los medios: extendió hasta el 31 de diciembre la última revisión del programa que debía hacerse en septiembre. Con eso le dio más plazo para que aplique las reformas que encuentran fuerte resistencia entre políticos, sindicalistas, piqueteros, medios y empresarios expertos en mercados regulados.
El presidente tuvo que encarar la resistencia kirchnerista no sólo en Diputados, sino también en el Senado, cámara en la que los legisladores que responden a la ex presidenta pidieron una sesión especial para rechazar el DNU 70. La vicepresidente Victoria Villarruel no la convocó y los kirchneristas dieron una conferencia de prensa en la que anunciaron que seguirán insistiendo mientras la calificaban apenas elípticamente de dictadora.
Villarruel se reunió con los restantes bloques del cuerpo para evitar fugas que contribuyan al quórum que el peronismo todavía no tiene. Pero no podrá negar indefinidamente a un sector muy numeroso de la Cámara el derecho a reclamar que se convoque a sesión, aunque no termine consiguiendo el quórum para deliberar.