Mirador político

Una coalición que se derrumba

El escándalo por la violencia de género en Olivos tendrá un efecto político inevitable: el debilitamiento del peronismo, la fuerza más claramente opositora al gobierno y la única que puede poner en peligro su subsistencia. Los votantes y la dirigencia que rechazan a Javier Milei y preden velas a su fracaso corren por lo tanto el riesgo cierto de perder las próximas elecciones por el bochorno de las golpizas a la primera dama.

Pero sus problemas exceden largamente al sospechado golpeador de Fabiola. Lo que se está derrumbando es la imagen pública de la última coalición de poder, la formada por el peronismo y la izquierda progre, creación política del kirchnerismo y su bandera electoral durante más de 20 años. A continuación, algunos de los gruesos errores “K” en los que no tuvo ninguna participación Alberto Fernández.

El kirchnerismo no pasó la prueba de ácido de condenar el fraude electoral del chavismo. Demostró con esa actitud que su compromiso con la democracia no es más consistente que su feminismo. Hizo contorsiones para justificar las barbaridades cometidas por Nicolás Maduro con el solo objetivo de mantenerse en el poder indefinidamente. Desde los griegos hasta hoy la principal condición de la democracia es la alternancia en el poder. Lo contrario es autocracia y totalitarismo.

En los últimos días se difundió también otro hecho que golpeó la imagen kirchnerista: el matricidio atribuido por la justicia a un integrante de la agrupación HIJOS. Inicialmente se había intentado atribuir lo ocurrido a supuestos grupos represivos. Resultado: como consecuencia de su manipulación política, la causa de los derechos humanos quedó tan manchada como la feminista.

A esa secuencia hay que añadir la pérdida por parte de Axel Kicillof de una megainversión en la provincia de Buenos Aires para construir una planta de GNC. Le ganó de mano el gobierno de Río Negro porque Kicillof se negó a aprobar una norma proempresaria. La incompatibilidad del kirchnerismo y la prosperidad económica no podía haber quedado más expuesta.

Lo que lleva a la cuestión de que en cualquier otra época las reformas que está encarando Javier Milei deberían estar en manos de un peronista como ocurrió en los 90 con Carlos Menem. Con los Kirchner el peronismo perdió el histórico pragmatismo que le garantizaba el control del poder, cambiándolo por un ideologismo absurdo que lo empuja a su propia extinción.

El desastre causado por Fernández puede ser asimilado sin problemas por el peronismo, que terminó digiriendo a personajes como López Rega. Lo que difícilmente podría superar es perder más elecciones. Si no se produce una catástrofe inflacionaria, las encuestas le prometen otra derrota a manos de Milei el año próximo. Pero la amenaza más grave es la de perder en 2027. Dos turnos presidenciales fuera de la Casa Rosada serían irremontables para el mayor aparato de poder de los últimos 80 años.