Una ausencia omnipresente

Pablo de Santis, María Rosa Lojo, Alicia Dujovne Ortiz y Guillermo Saccomanno describen su relación personal con Borges y analizan su legado. Su gran lección: el modo de leer por fuera de los cánones convencionales.

Jorge Luis Borges es una referencia constante para nuestras letras. Su obra continúa deslumbrando y ha servido de estímulo para otros autores. Sus narraciones, cuentos y poesías están en la biblioteca de todo escritor o crítico. Podría decirse que, pese a los 30 años transcurridos desde su fallecimiento el 14 de junio de 1986, Borges es una figura omnipresente.

A esa condición de autor ineludible, tantas veces observada, volvió en una reciente entrevista la escritora Beatriz Sarlo, quien corroboró que "tener a Borges es un peso demasiado fuerte para una literatura, es demasiado poderoso, es de esos escritores que definen una literatura". Por eso, la ensayista consideró "fundamental romper" con él, "escribir fuera de las posibilidades que él creó".

La Prensa consultó a varios escritores para indagar si el autor de El Aleph ha tenido ese peso inhibitorio, bloqueante, que suelen tener los autores de su magnitud, y para saber qué tan presente está hoy en sus producciones.

María Rosa Lojo, autora de La pasión de los nómades, confiesa que Borges la "deslumbró en la adolescencia".

"A tal punto fue así que casi caigo en el error contra el que él mismo alertaba: confundir un escritor con la literatura", dice la reconocida escritora e investigadora. "Luego, ya como crítica literaria, le dediqué ensayos a lo largo de mi vida", comenta.

Lojo rememora que sus "primeros cuentos y poemas sin duda llevan una marca borgiana", y también que Borges aparece, como personaje literario, en una de sus novelas, Las libres del sur, tal como ella lo imaginó en su etapa de juventud.

"Un poeta magnífico y también un hombre real y vulnerable, con fragilidades y peculiaridades que nos lo acercan humanamente", afirma la autora, quien enfatiza que "Borges no nació empaquetado en el traje de director de la Biblioteca Nacional, ni apoyado en su bastón de anciano venerable. Fue joven, audaz y vanguardista. Buscó vida y aventura. Se enamoró, fue desdeñado, sufrió. Tuvo amigos entrañables, como Leopoldo Marechal, del que luego se distanciaría. Y así, como artista que empezaba a brillar y como ser humano hecho de ricas facetas y aristas, quise recordarlo, con humor y a manera de homenaje".

Lojo sostiene que "Borges suele ser un autor más citado que realmente leído, y en los años "70, cuando yo estaba en la escuela secundaria, mucho más atacado que leído, por sus posiciones políticas y por la forma en que las expresaba". Aun así, asegura que hoy es un escritor que relee "siempre con placer y admiración".

Al reflexionar sobre sí misma, sin embargo, la autora de Finisterre sostiene que en su obra de ficción ella "encontró su propio camino, para bien o para mal, con limitaciones y méritos propios". Insiste en que "ser uno mismo es el camino constructivo que nos aguarda a todos los individuos". Y sentencia: "Es triste el destino de los epígonos".

DECISIVO

Pablo de Santis también reconoce que la obra de Borges tuvo para él una importancia decisiva. "Recuerdo que mis padres compraban sus libros apenas salían: esas hermosas ediciones de los años setenta, ilustradas por grandes pintores argentinos. Mi madre recortaba sus poemas cuando salían en el suplemento cultural de La Nación y los ponía bajo el vidrio de la cómoda, entre estampitas y fotografías familiares. Ya a los 12 años yo escribía poemas imitando a Borges; copiaba su métrica y sus rimas", dice el autor de La sexta lámpara.

"A veces -prosigue- lo encontraba y lo miraba de lejos: en la confitería Saint James de la avenida Córdoba, en el restaurante San Luis, enfrente del teatro Colón... También llevé algún libro para que me firmara en la librería La ciudad, que estaba en la Galería del Este. Su firma era un gancho indescifrable", detalla.

"Años más tarde -cuenta- hice parte de mi servicio militar en el Círculo Militar. Yo pensaba: Borges vive a la vuelta, algún día me lo voy a cruzar. Pero ese año nunca lo vi".

Pese a su reconocida admiración, De Santis nunca se sintió intimidado ni consideró a su influencia como algo negativo. "Borges sólo puede ser una mala influencia si a uno se le pegan alguna de las palabras que están muy relacionadas con él. De otra manera su presencia siempre es beneficiosa", asegura el autor de

El enigma de París, quien recuerda que "los valores que defiende son la brevedad, el combate contra el aburrimiento, la invención, el trabajo y la imaginación".

Alicia Dujovne Ortiz sostiene que, en su caso, el "deslumbramiento" ante la escritura de Borges "nunca ha llegado al extremo de la veneración", por lo que descarta que haya tenido alguna vez un efecto inhibitorio.

"Siempre he tenido claro -manifiesta la autora de La muñeca rusa- que cada uno dispone de un territorio propio, del tamaño que sea pero propio, limitación voluntaria que paradójicamente libera de toda tentación de equipararse con otros".

Por otra parte, Dujovne menciona que su relación de lectora y escritora "cambió con los años, cuando la enfermedad infantil del izquierdismo dio paso a una actitud más reflexiva que me condujo a admirar a Borges".

FALTO EL AMOR

La escritora y periodista, autora de biografías de Eva Perón, María Elena Walsh y Maradona, señala que "lo que faltó fue el amor: lo he leído con un fervor únicamente intelectual".

La "excepción" que marca la escritora "es un pequeño texto intitulado Sentirse en muerte, en el que Borges tiembla ante una parecita rosada iluminada por la luna, porque del modo más púdico, más tierno y más simple ese texto refleja una experiencia mística".

Una resistencia al principio semejante experimentó Guillermo Saccomanno. "Durante mucho tiempo -cuenta el autor de Cámara Gesell- me costó aislar la literatura de Borges de sus posiciones reaccionarias. En especial en los años de la dictadura".

"No obstante -matiza-, hay que admitir que la suya es una marca fundante en el modo de leer y también de enfrentar el hecho literario. Leer es ya escribir, nos sugiere Borges. Y es en este punto donde Borges me parece un gran lector".

"Si Borges también está presente en escritores y críticos -continúa Saccomanno- se debe a que realiza el sueño kafkiano: ser una literatura. Alguna vez Borges reconoció haber querido ser Kafka. Su obra le debe no poco a Kafka, su carácter por momentos oclusivo, su obsesión por los laberintos".

Saccomanno no piensa en la literatura de Borges como "inhibitoria" sino como "estimulante".

"Tal vez lo más inspirador, su gran lección -dice-, consista en su modo de leer, un modo a la vez pícaro de encarar escrituras fuera de los cánones convencionales". Al respecto, pone como ejemplo el hecho de que "Melville, Conrad y Stevenson eran escritores devaluados antes de que Borges los enfocara y rescatara de una mirada dogmática que los encasillaba en literatura de aventuras". Por ese motivo, asegura que le gusta "pensarlo a Borges como un contracanon".

"Su aporte mayor -arriesga Saccomanno- quizás está en su pequeño gran ensayo El escritor argentino y la tradición, todavía hoy una declaración política: disponemos de libertad para escribir teniendo en cuenta la literatura de todo el planeta y superar así los referntes locales".

"Esta -explica- es una idea netamente kafkiana. En sus diarios anota que los malos escritores son aquellos que imitan los modelos locales".

"Siguiendo esa idea, esa libertad nos permite asímismo salir de Borges...", resalta el autor de Terrible accidente del alma, en respuesta al llamado de Beatriz Sarlo a romper con él.

Para María Rosa Lojo, en cambio, esa ruptura ya ocurrió. "Y me parece muy bien", añade. Lojo admite que el autor de Ficciones está presente hoy "en todos los congresos académicos de literatura argentina, y que se trata del autor más mencionado, el referente por antonomasia". Sin embargo, Lojo cree que "la práctica literaria rompió con Borges hace rato".

"Las nuevas generaciones -sostiene- no escriben desde Borges ni tampoco necesariamente en contra de él, escriben desde ellos mismos, desde sus deseos, desde otras lecturas o experiencias estéticas".
"Una literatura no es un solo escritor, por importante que éste sea", asevera la autora de Arbol de familia. "No se puede vivir de glorias ajenas. Hay que arriesgarse a la libertad de ser", completa.

Para Alicia Dujovne Ortiz, esa ruptura fue en su caso natural, por el marco referencial en el que se crió. "Pertenezco desde mi nacimiento a un ambiente cultural de izquierda en el que Borges no tenía lugar -dice-, de modo que desde el comienzo la "ruptura" ya estaba consumada". El pedido de Sarlo, por consiguiente, dice que no le parece "novedoso".

"Por otra parte -añade- los dioses están hechos para romperlos: no por casualidad el budismo habla de romper a Buda".

En cambio, Pablo de Santis considera "no hay un solo Borges: hay tantos que no es necesario romper con él. Si consideramos solamente sus poemas -dice- ¿qué cantidad de escrituras distintas hay ahí?".
Para el autor de Los anticuarios, Borges "no fue sólo un inventor de argumentos: fue un incansable inventor de poéticas. Además, agrega, Borges no escribió novelas (y el Borges lector de novelas es completamente desconcertante). Cuando uno se pone a escribir una novela ahí ya no está la compañía de Borges. Ahí estamos solos", concluye.