Como todos los fines de año la Dirección de La Prensa nos agasajó a los colaboradores permanentes con un almuerzo de camaradería en la que es usual que, algunos que no tenemos entre nosotros un trato frecuente, nos reencontremos por única vez en el año.
Así sucede con el historiador Claudio Chaves con quien compartimos además la amistad común con el diplomático retirado e historiador Guillermo Gasió, actualmente radicado en Amsterdam .
En los aludidos almuerzos solemos sentarnos juntos a la mesa de modo de intercambiar opiniones y chismes, fundamentalmente relacionados con nuestras actividades y ocupaciones del año, así como de la actualidad del país. En esta oportunidad como no podía ser de otro modo, estuvo presente en la conversación la temática relacionada con los acontecimientos electorales, el cambio de gobierno y la asunción del presidente Milei.
Debido a las constantes alusiones críticas de éste a una presunta decadencia "iniciada hace cien años", según los dichos a que nos tiene acostumbrados, Cháves me preguntaba sobre mi visión acerca de las invectivas del novel presidente a Yrigoyen y el radicalismo, que precisamente algo más de un siglo atrás dio inicio a la República democrática encabezando el primer gobierno efectivamente electo en virtud del principio de la soberanía popular.
Compartí entonces con el colega algunas de las reflexiones que en esta columna pudieron leerse con anterioridad y coincidimos en considerar errónea la interpretación de Milei, probablemente originada en su desconocimiento de la historia, a la que suponemos conoce apenas tangencialmente (dado que no es un pensador ni un estudioso) y con anteojeras ideológicas, motivado quizás en la carencia de un correcto asesoramiento en la cuestión.
Señalar como hace el actual presidente el periodo constitucional de Hipólito Yrigoyen como el punto de arranque de esa presunta decadencia a partir de la supuesta introducción de "políticas colectivistas" (craso error de juicio) es discutible y sumamente equivocado.
Fue entonces que Chaves me sorprendió porque de un paquete que llevaba con él extrajo un libro (cuya existencia yo desconocía) titulado De Mitre a Perón. Historia de la Argentina moderna escrito por él en coautoría con Miguel Ángel Iribarne. Para mi sorpresa me lo obsequió en ese instante, previo escribir una dedicatoria y me dijo: "Leélo y en el almuerzo del año que viene me comentás que te pareció", dando por sentado que no nos encontraríamos antes de entonces en el 2024.
RECORRIDO DETALLADO
El tomo de 360 páginas contiene un detallado recorrido de algo menos de un siglo de la historia de nuestro país y sus avatares desde la organización nacional y la inserción argentina en el mundo a partir de 1862 bajo la égida del General Mitre que fue el primer presidente de la Argentina unificada desde la sanción de la Constitución Nacional.
De lectura ágil y bien documentado con citas y referencias bibliográficas, el relato reconstruye detalladamente nuestra trayectoria política institucional económica y social hasta la llegada de Perón al poder y lo hace además desde una valoración de las culturas políticas y las ideas que jalonaron esas etapas históricas.
Por momentos, el trabajo es provocativo y cuestionador de la habitualmente pretendida dicotomía entre las ideologías liberal y nacionalista. A través de sus páginas señala continuidades y rupturas que son válidas porque además demuestran la evolución, las vicisitudes y porqué no las contradicciones que permanentemente vivencian la sociedad y sus dirigentes.
Precisamente por eso y como homenaje a la siempre reconfortante charla con Claudio Chaves he querido extraer unos parágrafos que entiendo resumen con suma consistencia una de las continuidades de nuestra historia y que desmienten las, a nuestro juicio erróneas, afirmaciones presidenciales que parecieran pretender instalar como viene sucediendo desde hace un tiempo desde la cumbre del Estado, utilizándolo como vehículo disciplinador y ordenador, un relato histórico acomodado a los intereses de la facción gobernante (antes kirchnerista , hoy mileísta).
CHAVES DIXIT
* "La Argentina vivía una dura contradicción a comienzo del siglo XX. El liberalismo económico había construido un país inmensamente rico, habilitando el ingreso de millones de hombres y mujeres que se quedaron con nosotros para siempre, contribuyendo a aumentar la calidad laboral del país. El Estado se hizo cargo de su educación y puesto bajo bandera a miles de jóvenes, muchos, hijos de extranjeros, para capacitarlos en la defensa de la Patria. Lo dicho y la vida cotidiana constituyeron un crisol de razas del cual emergió un país más homogéneo, argentinizado. Era en el orden político donde la Argentina mostraba falencias. La dirección política estaba en manos de una élite que se trampeaba mutuamente a sabiendas de que la inmensa mayoría observaba descreída este juego de fulleros. Resultaba muy difícil la gobernabilidad cuando los argentinos no creían ni tenían expectativas políticas...”
* "...El radicalismo yrigoyenista por un lado, los conservadores lúcidos por el otro, se sumaron a las reformas electorales de Dinamarca, Francia, Bélgica o España que llegaban a nuestro país como clima de época. En dupla actuaron para profundizar la democracia en el marco de la República de 1853...Aquellos liberales que ubicaban las obligaciones cívicas y al destino común por encima de las libertades individuales o decisiones personales, de concurrir o no al comicio, como hacía en la actualidad el neoliberalismo, estaban más cerca del conjunto social, que los liberales modernos que rozan el nihilismo...”
* "El gobierno de Yrigoyen amplió el horizonte político. La ley Sáenz Peña transformó la República oligárquica en República popular. La democracia garantizó este pasaje. Mientras en Europa las masas comenzaban a descreer de la democracia liberal buscando líderes que por encima de las instituciones representaran sus aspiraciones, aquí, en la Argentina, el liderazgo popular se institucionalizó en el marco de la Constitución de 1853...”
Los fragmentos seleccionados resumen parte de lo que -antes de leer el magnífico libro que recomendamos vivamente- fueron coincidencias en nuestra animada conversación con Claudio Chaves, uno de sus autores y que, en nuestra opinión, confirman que la historia es aquello que sucede todos los días, imperceptiblemente, sin que nos demos cuenta y se compone de múltiples circunstancias y conviene siempre tener presente su contexto. Pretender contarla acomodándola a nuestros intereses personales o grupales siempre termina siendo contraproducente y fracasa. Yrigoyen fue una continuidad en lo que como modelo de país se definió en 1862 que, como resulta lógico y esperable, a través de las décadas sufrió correcciones parciales como producto de las circunstancias variables que afectaban la vida y devenir de la Argentina y de los argentinos, procurando ampliar horizontes de bienestar en un marco de estabilidad y progreso.