Con Perdón de la Palabra

Un rosario negro

 

Esta historia la conozco por tradición oral familiar, aunque no puedo asegurar quién fue el que me la contó. Su protagonista es mi bisabuela materna Petrona Alzaga de Pirovano (Pitita). Y ocurrió en un campo de la provincia de Buenos Aires. 

Cuando oí el cuento me dijeron que ese campo se llamaba La Fortuna, nombre que tendría una relación obvia con el relato. Pero, más tarde, alguien me aseguró que ninguna estancia de Alzaga se llamó así. De manera que el dato hay que tomarlo con beneficio de inventario. La versión que sigue es la que figura en el libro que titulé Mi bisabuelo Pirovano, médico de Buenos Aires, aparecido en 1985 bajo el sello Fundación Pirovano, el cual recataba la generosidad de mi tía Josefina Pirovano de Mihura, cuyo mecenazgo hizo posible la edición, magnífica por cierto.

Petrona Alzaga -Pita- tiene muy pocos años y veranea en uno de los campos de su familia, próximo al Salado. La casa del casco es grande, con galería de columnas, y está rodeada por un extenso monte de talas. La chica se interna en el monte, seguramente aprovechando una distracción de quienes la cuidan. Los gritos ásperos de algunas aves acuáticas raspan la tarde. Matas de paja brava se alzan aquí y allá; pero, bajo los talas viejos, la sombra ha limpiado el suelo. 

Camina la chica, llenos de curiosidad los ojos, despierto el interés ante el vuelo lento de una mariposa o la disparada de un cuis. Quizá en procura de una flor, quizá tras el rastro de una lagartija, la niña Pita se acerca a un tala grande, a un tala viejo, igual a tantos otros talas, grandes y viejos, del monte viejo y grande. Bajo las ramas, el suelo aparece limpio. Y, en el suelo, un rosario negro. El rosario está cortado.

Vuelve a casa la niña Pita llevando el rosario negro, feliz con su hallazgo. Y, en la casa, pronto todo es revuelo. ¿Dónde lo ha encontrado? ¿Dónde estaba el rosario? ¿No conocía la niña aquella historia repetida? ¿No sabía que un rosario negro, colgado en la rama de un tala, indicaba el lugar donde un tesoro había sido enterrado en tiempos antiguos? ¡Vamos niña, vamos Pita, muéstrenos el lugar donde halló el rosario!

EL MONTE VIEJO

La chica se interna, otra vez en el monte grande, en el monte viejo. La acompañan ahora sus padres, sus hermanos. Y varios peones, provistos de palas. Pero es grande el monte viejo. Y los viejos talas aparecen iguales a los ojos de la niña. ¿Sería éste? ¿Sería aquél? Ningún rastro de lagartija la orienta, ninguna flor la guía. Ante sus indicaciones vacilantes, cavan al pie de este tala y de aquel tala. Nada aparece. A los ojos de la niña todos los talas son iguales. 

Es ésta la historia de un tesoro criollo, argentino, posible. Es ésta la historia de un tesoro criollo, que sigue enterrado bajo un tala viejo, más allá del Salado, en los pagos del Tuyú.

Carlos Moreno Vivot, que también tiene sangre Alzaga, me dijo que había oído esta historia, pero referida a una ascendiente suya, creo que hermana de Pitita. Y, según él, la estancia que fue teatro del suceso era Pancho Díaz.