Siete días de política
Un paro opositor que fracasó y un peronismo sin jefe ni libreto
Un puñado de sindicalistas muy enfrentados con Milei hizo un paro de transporte con poca repercusión en la calle y débil en lo político. La economía manda; Cristina Kirchner, cada vez menos
Embuchado de dólares. Así parece el gobierno para usar las mismas palabras con que Pepe Mujica describió en 2013 la situación del Uruguay. Octubre registró la mayor liquidación de exportaciones agrícolas desde 2002. Un 234% más que igual mes del año pasado. El Banco Central compró más de 1.500 millones de dólares en ese mes y siguió comprando en la primera rueda de noviembre. El blanqueo y el ingreso de dólares al sistema bancario (US$19.000 millones) marcaron también un récord. El stock de depósitos volvió al nivel anterior a la infausta PASO de 2019.
Luis Caputo anunció que ya estaban los dólares para pagar los vencimientos de la deuda de enero próximo. Por lo tanto, el riesgo país siguió por debajo de los mil puntos y los dólares libres alrededor de los mil cien. Al consultor económico Orlando Ferreres, uno de los colegas de profesión vapuleados por el presidente, la inflación de octubre le dio el 2,7%.
El mes de octubre representa una foto de los mercados y no la película completa, pero dos conclusiones se pueden extraer de lo ocurrido durante sus 31 días. Una, que los operadores salen de los dólares y apuestan al peso. Otra, que los operadores desconfían menos y empiezan a creerle al plan de ajuste de Javier Milei.
Les tomó diez meses, pero lo están aceptando o por lo menos empiezan a hacerlo, al revés que los políticos, en particular los peronistas, aferrados a prácticas efectivas en el pasado, pero ineficaces hoy. No entienden cómo el grueso de la sociedad acepta el recorte de gastos, la suba de tarifas, etcétera y Milei sigue reteniendo el apoyo de una amplia mayoría de sus votantes. Ese hecho no entra en su lógica. Están más aislados que nunca, porque quieren desbaratar una estabilidad económica aun frágil, pero que da esperanzas a los votantes.
El aislamiento del peronismo quedó a la vista con el primer paro y movilización de la CGT, después con la manifestación por un aumento a jubilados y más aún con la de los sueldos Universitarios. El miércoles último se repitió la historia con el paro de los sindicatos con mejores salarios, los del transporte encabezados por Pablo Moyano y Pablo Biró. El piloto tiene razones suficientes para hacer un paro: lo echaron del directorio de Aerolíneas Argentinas y le van a privatizar la empresa que creía propia. Pero las medidas de fuerza y la exposición en los medios de personajes con aspecto patibulario o de piqueteros tratando de provocar a la policía son funcionales al gobierno.
A lo que hay que agregar la fragmentación del sindicalismo. El paro se sintió poco en la calle no porque era evidentemente político sino porque no adhirió el gremio de los colectiveros.
En resumen, los que quisieron ir a trabajar lo hicieron, durante buena parte de la jornada los colectivos circularon semivacíos en CABA y en los medios opositores la noticia no fueron las críticas al gobierno sino el enojo de los perjudicados. Se esperaba además el anuncio de un paro general, pero no se produjo. La CGT ni apareció.
A Cristina Kirchner no le fue mejor. Consiguió con ayuda de la justicia sacar a su adversario, el gobernador Ricardo Quintela, de la interna y quedó como única candidata a presidente del PJ. En retrospectiva, la decisión de candidatearse fue un grueso error, a pesar de que haya conseguido apartar al riojano de su camino.
Creyó que el viaje hacia la sede de la calle Matheu iba a ser un paseo y por poco no se convierte en un calvario. Ganó el partido en el escritorio de Servini de Cubría y zafó del mal trance pero con su autoridad erosionada. Conocedores de la interna pejotista dejaron trascender que Quintela rechazó más de un ofrecimiento para subirse a la lista de la ex presidenta.
En rigor el adversario de CFK es Axel Kiciloff, no Quintela. Vale decir, hizo guantes con un “sparring” y casi la noquean. La Cámpora dejó trascender su furia con el gobernador y, particularmente, con su mano derecha, Carlos Bianco, porque se mantuvieron a distancia y no la apoyaron explícitamente. En realidad, todos los gobernadores se apartaron. Lo que no dicen los voceros camporistas es que a Kicillof prácticamente no le dejaron lugares en las listas. En resumen, los tiempos de la obediencia debida ya pasaron hasta que aparezca un nuevo liderazgo que traccione las listas, no que las condene a la derrota como el de CFK.
En síntesis, a medida que se consolida el orden macroeconómico, se multiplica el desorden político. En ese marco Javier Milei puede darse el lujo de tirar todos los meses un ministro por la ventana sin que se produzca una crisis (ver “Lo que le pasó a Mondino”), porque la clave para entender la situación actual pasa más por el Ministerio de Economía que por la Casa Rosada.