Mirador político

Un liderazgo político efectivo

strong>El domingo 19 la sociedad habló a través de las urnas y su mensaje sacudió al poder político con un reclamo de cambio. Pero no volverá a pronunciarse hasta dentro de dos años, por lo que la transformación quedó en manos de los derrotados el domingo 19 y que en teoría deberían llevar la peor parte en el ajuste fiscal. En pocas palabras se tienen que ajustar a sí mismos los principales responsables del desajuste. Algo parecido a la cuadratura del círculo.
Esta es la situación, este es el sistema y este el rompecabezas que tiene que armar Javier Milei, al mismo tiempo que se encarga de la catástrofe económica que le lega el peronismo. Todo en un marco de resistencia generalizada de las corporaciones a reformar el sistema de privilegios que las favorece desde hace décadas. Ocho, para ser más precisos.
Los enfrentamientos que vienen se librarán en distintos escenarios, el Congreso, la calle, los mercados y la opinión pública, entre los más visibles. Su resultado es incierto, porque las corporaciones se han encapsulado desentendiéndose de cualquier proyecto en común con el resto de la sociedad.
El corazón de la crisis que le abrió la puerta del poder a Milei reside en que los que deberían representar a los votantes se representan sólo a sí mismos. La reconstrucción es imposible mientras esa situación no sea superada. No hay salida sin un consenso básico sobre un modelo de progreso colectivo.
Pero la obligación de generar el consenso es en primer término de Milei y la prueba piloto está en el parlamento, poder en el que encuentra en minoría y que debe avalar sus principales medidas económicas. Su primera tarea consiste por lo tanto en poner orden en la propia tropa y designar personalmente a los presidentes de sus bloques en Diputados y el Senado, así como las autoridades de las cámaras y de las comisiones. También fijar la política de alianzas, ya que con los propios no le alcanza.
Así, resulta por lo menos extravagante que si tiene siete senadores, el presidente del bloque sea elegido por votación. O que para la Presidencia de la Cámara de Diputados haya tres candidatos, uno del PRO, otro peronista y el tercero, libertario. Parece una tómbola cuando el control de los poderes colegiados se logra sumando votos de a uno. Es una tarea de albañil en la que quien más voluntades suma es el más apto.
Lo que cuentan no son los nombres sino cuántos votos trae un Ritondo, un Randazzo o el que sea. El resto es fantasía. Tampoco parece una tarea propia del ministro del Interior. No se necesita un “lobbista”, sino un legislador experimentado que conozca el paño y la conexión debe ser directa con el presidente. La relación es vertical: el presidente de la Nación ordena y su referente parlamentario debe armar mayorías.
Ya la integración del gabinete se ha convertido en un tironeo público que Milei dejó crecer despreocupadamente. No puede permitirse un “laissez faire” similar con el Congreso. La crisis que debe enfrentar es fiscal, monetaria y financiera, pero su corazón es político y exige un liderazgo político efectivo.