El profesor Sergio Aguilar es autor de una propuesta que cambió las vidas de decenas de chicos sin recursos

Un docente inspirador que aporta salidas

Desarrolló un laboratorio de robótica y diseño mecánico para capacitar en electrónica y programación. Fue elegido finalista en la última edición de un premio que reconoce a aquellos que marcan la diferencia en la vida de sus estudiantes.

El corazón de la educación late en Villa Lugano y Villa Soldati, donde un profesor apasionado por la electrónica y la robótica, Sergio Aguilar, transforma la vida de sus alumnos. Criado en Los Piletones, un barrio lleno de desafíos, el docente ha convertido su propia historia de superación en un faro de esperanza para sus estudiantes.

Con ingenio y perseverancia, este joven excepcional ha logrado estudiar ingeniería mecánica en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), demostrando que los sueños pueden alcanzarse sin importar el punto de partida.

“Mi infancia, como la de muchos otros en la zona olvidada de Buenos Aires, Villa Soldati, fue un camino sinuoso. Crecí en el barrio Los Piletones junto a mis hermanas y mi mamá, que, con admirable fortaleza, asumió todos los roles: madre, padre, proveedora y consejera. En mi adolescencia, durante la crisis del 2001, la situación se volvió especialmente difícil. Antes de ir a la escuela secundaria, solía acudir al comedor de Margarita Barrientos junto a mi hermana para asegurarnos una comida. A pesar de las dificultades, logré estudiar en el Otto Krause, con la esperanza de iniciar una carrera en computación, una elección inusual en aquel entonces”, destacó a La Prensa Sergio Aguilar que actualmente comparte su pasión por el conocimiento y la tecnología con sus alumnos en el Instituto Nuestra Señora de Fátima, en Villa Soldati, y en el Instituto Técnico Don Orione, en Villa Lugano.

Su dedicación a la enseñanza son una fuente de inspiración para todos aquellos que creen en el poder transformador de la educación. Sergio demuestra que, con esfuerzo y pasión, es posible superar cualquier obstáculo y construir un futuro mejor. En dialogo con La Prensa, el docente de 34 años señaló su visión sobre cómo se puede despertar el interés de los jóvenes por la tecnología y la ingeniería, brindándoles herramientas y conocimientos que les permitan acceder a oportunidades laborales y mejorar su calidad de vida.

-¿Qué le inspiró a estudiar en el Otto Krausse?

-El dicho del barrio siempre fue “cuanto más lejos podamos viajar, vamos a tener menos tiempo para estar con tentaciones”. Yo volvía de la escuela técnica de estar tres días a la semana de 7 y media hasta las 7 de la tarde, más la hora de viaje. Llegaba a casa, no quería saber nada, estaba cansado. Eso que en un principio a uno lo enojaba, ahora que pasa el tiempo, me doy cuenta de que fue como un plantón maléficamente bien desarrollado para que no esté mucho tiempo en la calle. La mayoría de mis amigos parecen una telenovela, una historia de terror, porque terminaron en cualquier cosa. Hoy mismo en el barrio no tengo muchos amigos de mi edad porque han tomado caminos diferentes. Mientras esto sucedía la escuela técnica me enamoró. Tuve una pluralidad de compañeros, de gente con otras realidades económicas que yo no imaginaba.

-¿Qué sintió que le brindó la escuela?

-La escuela técnica, y más la pública, nos da muchas herramientas y podes sentir, por un lado, que somos todos iguales, porque los proyectos, más allá de que vos tengas o no recursos, tenés que revisarlos para aprobar la materia y llegamos a un punto en que montamos todo en el mismo lugar y terminamos en un lugar muy parecido.

TRANSICIÓN

-¿Cómo fue esta transición de ser estudiante a convertirse en docente?

-Ser docente no era mi sueño inicial, pero la experiencia superó todas mis expectativas y espero poder seguir este camino. Actualmente me falta el proyecto final de la carrera de ingeniería mecánica en la UTN, y mi prioridad siempre ha sido el bienestar de mi familia. Para ayudar en casa, trabajaba en una importante empresa química, dedicada a la fabricación de lavandina. Pero cuando me ofrecieron dar clases en una escuela técnica local lo conversé con mi mamá, y ambos sentimos que era una oportunidad para retribuirle al barrio todo lo que nos había dado.

-¿Cómo inspira a estos chicos que podrían ser sus amigos?

-Durante mucho tiempo, tanto en la escuela como en la universidad, nos inculcaron el miedo al error. Nos hicieron sentir que equivocarse estaba mal, que debíamos temer cometer un cálculo erróneo o realizar una instalación incorrecta, por miedo a la reprimenda del profesor. A mí esto no me gustaba, y a mis hermanas tampoco. Por eso, en mi labor docente busco cambiar esta perspectiva. Busco transmitir que equivocarse no es grave, que, si algo se rompe o se quema, lo importante es aprender de la experiencia. Contamos con medidas de seguridad y preferimos que los errores ocurran aquí, en un entorno controlado, y no más adelante en su vida laboral.

Por otra parte, partiendo de esta base, también fomentamos la empatía. Cada uno de nuestros alumnos es un ciudadano tan valioso como cualquier otro, no hay diferencias. Todos somos igualmente importantes.

-¿Cómo logra transmitir esta pasión de educar y de que aprendan?

-La clave está en recordar que cada alumno es un individuo único, con sus propias inquietudes y potencialidades. Todos compartimos algo en común con nuestros estudiantes, ya sea un gusto musical, un equipo de fútbol o una afición. Reconocer estas conexiones nos permite sentir empatía y trabajar juntos para lograr un objetivo común.

Creo que el camino es fomentar un ambiente de aprendizaje donde el error sea una oportunidad para crecer, donde la empatía sea la base de la relación docente-alumno y donde la diversión sea un componente esencial del proceso educativo.

-¿Qué percibe al ver jóvenes “ni-ni” considerando su propio camino y la realidad que construye como docente?

-Ese es un tema muy complejo. Sé que hay mucha gente muy preparada que lo evalúa todos los días, pero creo que el bombardear a los chicos constantemente con que no son capaces, no saben leer e interpretar textos y demás, más allá de que genera un poco de alerta, también no sé qué tan productivo es decírselo a ellos y hacerlo tan evidente. Tenemos esa situación, pero ¿qué estamos haciendo para mejorarlo? Decir que el problema viene de la primaria o de jardín no creo que sea acertado porque no es así, sino que es una cuestión generacional.

-¿Por qué?

-Estamos atravesando un periodo de cambio con inteligencia artificial y demás. Creo que no suma demasiado estar retándolos porque no aprendan o no quieran estudiar. Lo que quiero fomentar, que también otros docentes lo hacen, es quizás no arrancar al principio con una carrera de grado, pero sí con oficios. Los chicos salen de acá con un oficio como técnicos, pero además me gustaría que vayan a los FPs, a los socios de formación profesional, a hacer un curso de instalación de aire acondicionado o de gas, por ejemplo, que les dé una salida laboral. A medida que les vayan despertando curiosidad sobre cómo funciona las cosas pretendo que vayan acercándose a la universidad. Es importante que puedan elegir un camino, equivocarse y volver para atrás y retomar otro, porque la vida, al final de cuentas, se trata de eso, no de equivocarse sino de volver a arrancar.

TALLER

-¿Cómo logra captar la atención de los alumnos en un contexto donde los celulares y tablets son omnipresentes?

-Se nos ocurrió integrar los robots siguiendo los temas del programa educativo de tercer año. Nos planteamos empezar con algo que se moviera. La idea evolucionó a una competencia entre equipos, donde el ganador obtenía premios como entradas de cine, gracias a la donación de un familiar. Para lograrlo, los alumnos debían conseguir la mayor cantidad de "me gusta" en Instagram o retuits en Twitter de sus creaciones robóticas. Así, en lugar de luchar contra la atracción de los celulares, decidimos usarla a nuestro favor.

RECICLADO

-¿Cómo selecciona y prepara los materiales reciclados para tus proyectos? ¿Enseña a sus alumnos sobre el reciclaje y su importancia?

-Para nosotros, la seguridad es lo primero. En segundo lugar, y fundamental en nuestro contexto, está el tema de los costos. Tanto en Villa Soldati como en Villa Lugano, los recursos son limitados. En lugar de desanimarnos, buscamos alternativas creativas. Por ejemplo, reutilizamos componentes electrónicos en lugar de fabricarlos, ya que a pequeña escala resulta más económico.

-¿Qué cambios observa en sus alumnos desde que ingresan a tu clase hasta el final del año escolar?

-Podemos afirmar que, por suerte, tenemos una asistencia muy alta en nuestros talleres, casi del 90%. Lo que más me ha impactado últimamente, son las despedidas al final de cada trimestre, cuando los alumnos cambian de rotación. He visto a chicos de segundo año, con quienes hemos compartido aprendizaje y trabajo, ponerse tristes e incluso llorar al tener que separarse. Esto me conmueve profundamente, porque demuestra el fuerte vínculo que se crea en el taller.

Además, es importante destacar el progreso técnico de los estudiantes. Algunos de ellos han realizado prácticas en empresas y han recibido comentarios muy positivos sobre su desempeño en áreas como automatización y diseño mecánico, que son mis especialidades. Nuestra labor docente va más allá de cumplir un horario. Buscamos generar un impacto real en la vida de nuestros estudiantes. Nuestra meta es tender puentes y conectar con ellos. El talento y las ganas están ahí, tanto en los alumnos como en los profesores. Hay gente muy capacitada y recursos valiosos que podemos aprovechar.