EL RINCON DEL HISTORIADOR

Un arcón singular: los recuerdos de San Isidro

Bernardo Lozier Almazán, vecino de San Isidro, ha dedicado buena parte de su existencia a la investigación y divulgación de la historia de esa localidad, conocida desde los tiempos fundacionales como el Pago de los Montes Grandes.

Director del Museo Histórico Juan Martín de Pueyrredon, secretario de Cultura del municipio, inauguró la sede del museo sanisidrense en la Casa de Alfaro y coronó su actuación cuando ese repositorio con su valioso archivo y biblioteca pasó a la Quinta Los Ombúes, que fuera de Mariquita Sánchez de Thompson; al que organizó, dirigió y manejó con singular acierto.

Lector atento de viejos documentos locales, o de más antiguos legajos en el Archivo General de la Nación, de todo fue tomando apuntes y fichas dispersas; a ello se sumaron sus lecturas, el conocimiento directo de algunos personajes emblemáticos o sus parientes en el siglo pasado y con todo ello comenzó a escribir pequeños artículos.

Una columna en el periódico Carta Abierta de San Isidro dirigido entonces por Agustín y Jaime Smart y Álvaro Gaviña, comenzó en 1995 según recuerda a rememorar “desde su remoto origen, los acontecimientos trascendentales, los protagonistas y personajes que se destacaron por muy distintos motivos y circunstancias a lo largo del pasado”.

Desde 1995 a 2000, año a año fue apareciendo un volumen con una selección de esos artículos titulado El Arcón de los recuerdos que era el nombre de la columna, auspiciado por entidades de bien público y comerciantes comprometidos con la difusión de la historia local. Esas ediciones totalmente agotadas, se encuentran en algunas bibliotecas y dispersas en otras particulares, que las hacen fuera del circuito comercial.

No sólo para el lector interesado sino que es una obra de consulta destinada a los guías de turismo locales e interesados en esa historia, casi podemos decir un texto obligado para los que concurren al curso que organiza el Instituto Histórico Municipal de San Isidro y que año tras año convoca a numerosos alumnos, por la calidad de sus expositores sino porque además se ofrece en forma totalmente gratuita.

NUEVA VIDA

Todo esto llevó a la gente de Maizal Ediciones, a ofrecer un volumen de 430 páginas en cuidada edición, donde aquellos papeles amarillentos del periódico cobran nueva vida. Y cobran nueva vida porque de ellos se pueden sacar no pocos datos para nuevas investigaciones.

Uno de los méritos de Lozier Almazán fue dar a conocer el lugar y fecha del bautismo de don Domingo de Acassuso, figura fundacional en la historia local. Digamos que fue el 22 de abril de 1658 en la capilla de Nuestra Señora de la Herrera, en las Encartaciones de Vizcaya en el Concejo de Zalla. A esa referencia en el pequeño pueblo, llegó gracias a un eminente investigador del país vasco don Pedro Mendivil Bilbao, que había encontrada perla.

En una de esas notas consideró “oportuno rememorar aquella plegaria en verso, fruto del genial escritor Manuel Mujica Láinez, escrita en 1929 con juvenil devoción a nuestro patrono -poco después de haber terminado sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de San Isidro- en la que, con algún egoísmo decía:

Ora pro nobis,

Isidro, y sobre todo por mí.

Junta las manos de cera

piadoso el labio gentil,

en los campos de labranza

haz tus plegarias oír,

desde la tarde de esmalte

hasta el alba de carmín.

Ora pro nobis,

Isidro, y sobre todo por mí.

Vaya como recuerdo a Manucho tan ligado a esa ciudad y a la casa de los Beccar Varela, en este año en que se cumplió el 40º aniversario de su fallecimiento.

MATRIMONIOS EN APUROS

Lozier ha rescatado en el arcón documentos en que como dicen los editores de Carta Abierta son “contados de una manera amena y no sin una pizca de humor, pero siempre con la rigurosidad científica que caracteriza al autor”. Prueba de ello es Matrimonio en apuros

que narra lo sucedido en el siglo XVIII cuando la población no superaba las 3.000 almas, entre españoles, indios, negros y mulatos.

En aquel mundo los libros parroquiales registraban los pormenores de la vida cotidiana, anotando los sacramentos del bautismo, confirmación, matrimonios y difuntos. En un legajo matrimonial el cura Bartolomé Márquez, “célebre párroco de estos pagos, dejaba asentado sin ahorrar eufemismos que otorgaba la licencia para contraer Sagradas Nupcias, solicitada por unos contritos pretendientes por cuanto: hallábase encinta la susodicha, y que por este motivo -testimoniaba el sacerdote- le será difícil hallar otro con quien casarse”.

Agrega Lozier que el cura les impuso casi por aquello de “que el que las hace las paga” y con creces, “de vivir totalmente separados, sin tratarse ni comunicarse en manera alguna, hasta la celebración del Santo Matrimonio”, a lo que agregó además que “por diez y seis días, la contrayente barra la iglesia y lave la ropa” y al futuro esposo “que trabaje en la obra material de la Parroquia”.

Otro de los artículos se refiere a Luis Antonio de Flores, nacido en San Isidro el 19 de agosto de 1762, hijo del capitán de navío de la Real Armada don Manuel Flores y Angulo, destinado en el Río de la Plata y de la correntina doña Juana María Pereyra.

Este oficial vuelto a España hizo una notable carrera en militar y llegó a ser virrey de Nueva Granada y Nueva España. Su hijo -como no podía ser de otro modo- también ingresó a la Real Armada, en la Escuela de Guardiamarinas de Cádiz, siguiendo lo que era una promisoria carrera. Su primer destino fue un barco llamado San Isidro, mereció los mejores elogios de sus superiores y se retiró por razones de salud en 1800.

Después del ataque a las fragatas en octubre de 1804 por parte de los británicos, cuando comienza la guerra con ese imperio, Flores se incorporó nuevamente al servicio activo, y asumió el comando del San Francisco de Asís, un navío de 74 cañones, con el que actuó en la batalla de Trafalgar.

Sus méritos no fueron pocos y alcanzó el grado de Brigadier de la Real Armada con el que en 1806 pasó a retiro definitivo. Un sanisidrense en una batalla trascendente de la historia naval.

JOSE MARMOL

Otro de los relatos es referido a José Mármol, el famoso autor de Amalia, según el autor “un don Juan incorregible".

Comentaba él mismo que “como a los 10 años no sabía leer, me tomaron maestros en casa; pero a uno lo echó mi padre a pezconzones porque se puso a enamorar a mi hermana mayor, y a otro lo emborrachaba yo con vino de Mendoza que robaba de la despensa de mi casa”. Cuando tenía 16, seguía lidiando con maestros prosigue “un día se dio la maldita casualidad de que éste me encontrara sentado en las faldas de su mujer, lo que me obligó por prudencia a saltar por la ventana, romperme el brazo izquierdo y no volver a la Academia”.

Pensar, agregamos nosotros que Mármol, ya adulto fue el director de la Biblioteca Nacional.

El Arcón de los Recuerdos, no sólo proporcionará a los lectores mucho placer, sino que para nosotros será en este Rincón del Historiador una valiosa fuente para inspirarnos y de valiosa documentación.

A ello se agrega que reunidos en un solo volumen, muy bien ilustrado, hacen que una vez más la editorial ofrezca un producto de inmejorable calidad.