Entre 1634 y 1638, enloqueció el pueblo de los Países Bajos. Se lanzo a comerciar frenéticamente bulbos de tulipán. En la cima de la euforia, el bulbo llegó a valer más que una casa; hasta que todo se fue a pique, con la misma velocidad de vértigo con que había llegado el frenesí. Se considera la tulipomanía del siglo XVII como la primera burbuja especulativa de la era moderna.
Podría decirse hoy que los tulipanes de la tercera década del siglo XXI son los subproductos de las criptomonedas, como los token y los memecoins (incluso las criptos son miradas con desconfianza por inversores respetables y exitosos como Warren Buffet).
Se trata de pseudoinversiones de altísimo riesgo, basadas no un activo real o la capacidad de pago de un Estado o una empresa privada (como las acciones, los bonos o las ON), sino en una ficción, en una especie de contrato tácito entre las partes. En la Argentina, por ejemplo, hay una memecoin del Sapo Pepe que se compra y vende como si fuese bonos del Tesoro de Estados Unidos.
En la tumultuosa noche del viernes, el Presidente de los argentinos promocionó un criptotulipán. El precio se disparó, codiciosos del planeta enteros arriesgaron su dinero, acicateados por maniobras sórdidas en la red social X. Algunas fuentes señalan que el token Libra llegó a valer miles de millones de dólares; más que todo el Banco Galicia, se dijo. Los que entraron al principio salieron con una ganancia que hiela la sangre y el precio se desplomó en horas. Los que entraron al final ahora están despotricando contra Javier Milei.
"¿Ya tenemos los fondos para la campaña electoral?", se preguntaba ayer el analista economista Cristian Buteler, un hombre serio. Otros analistas creen ver un rugpull de manual, es decir una artimaña que consiste en elevar de manera artificiosa el precio de un criptoactivo para quitarle la liquidez súbitamente y así empomar a los incautos.
No creemos que sea el caso. Lo más probable es que el Presidente haya obrado de buena fe, entusiasmado por asesores (nefastos) del mundo cripto con la novedad: una memecoin libertaria. Después del tuit presidencial, los especuladores globales movilizaron sus malas artes para sacar tajada. “¿Estafaron al Javo?”, se preguntan no sin angustia los libertarios de las redes. Y destacan su valentía por dar la cara.
La hipótesis de la buena fe, no obstante, deja a los simpatizantes del Presidente ante la espantosa evidencia de que no es inmune al error idiota, gatillado seguramente por la soberbia. Le dejó la mesa servida a la casta destituyente (radicales y kirchneristas) que, ni lerda ni perezosa, mueve los hilos para impulsar un (imposible) juicio político. Así las cosas, la reputación presidencial quedó machucada, aunque se trate de un asunto que, al fin y al cabo, nada interesa a las grandes mayorías, sino que se confina al voncinglero mundo de la antigua Twitter y afecta a la ínfima minoría de la criptoinversión.
LIBRAGATE
La tulipomanía holandesa duró varios años. El Libragate es probable que se disipe en días, aunque es probable que tenga una derivación judicial y habrá que ver cómo abre la Bolsa el lunes.
El Presidente se ha pegado un tiro en el pie y, si no se deja ganar por la altivez, debería entender los riesgos de promocionar una inversión privada. Las hienas y los buitres esperan afuera su momento; no dejarán pasar el mínimo traspié. También le resultará muy útil mejorar el nivel intelectual de su entorno.
A los lectores con capacidad de inversión sentimos la obligación de recordarles que buscar ganancias espectaculares a corto plazo es una locura. La historia ha enseñado que comprar tulipanes es un pésimo negocio para el 95% de los participantes en el juego, así éste sea recomendado por Su Santidad con una Encíclica. El voto es para el Oráculo de Omaha (el rey de los prudentes).