SIETE DIAS DE POLITICA

Tres adversarios para Milei: la calle, el mercado y los Macri

Después de neutralizar a la oposición más violenta en la calle, enfrentó con menor eficacia la desconfianza del mercado. Los Macri tratan de debilitarlo para retener el control de la ciudad.

Siete días de política

 

En el comienzo de la campaña, el Gobierno midió fuerzas con suerte desigual en sus tres principales frentes de batalla: la violencia callejera promovida para crear un clima de desgobierno como el que precedió a la caída de Fernando de la Rúa, la pulseada por el dólar con los principales actores económicos y el armado de las listas de candidatos para revalidar su poder en las urnas. En los tres casos el resultado combinó aciertos con errores de consecuencias todavía inciertas.

En el que mejor se desempeñó fue en el del control de la calle. Distintos sectores opositores lograron el récord de cuatro movilizaciones en apenas dos semanas. El miércoles 12 grupos de choque se sumaron a un minúsculo número de jubilados para atacar a la policía, incendiar patrulleros y contenedores de residuos. Fue el espectáculo que monopolizó la atención de los medios a días de que la Cámara de Diputados aprobara el acuerdo con el FMI. Pero el plan se diluyó porque las Fuerzas de Seguridad controlaron los desbordes sin que hubiera muertos.

El siguiente miércoles hubo una segunda marcha al Congreso, pero Diputados aprobó adentro el acuerdo mientras afuera los violentos eran contenidos por los mismos manifestantes. Los jefes de los tirapiedras cayeron en la cuenta de que la quema de patrulleros no debilitaba, sino que fortalecía al gobierno.

El 24 hubo otra multitudinaria marcha en este caso en conmemoración del golpe de 1976. Se hizo en orden y sin intervención policial. Los sindicatos, las organizaciones de izquierda y el kirchnerismo cantaron contra el gobierno pero sin pasar de la fase lúdica. La Plaza de Mayo se convirtió en el habitual parque temático de la izquierda de clase media sin lugar para lúmpenes descontrolados.

Dos días más tarde el puñado habitual de jubilados y algunos violentos intentaron por tercera vez provocar a las fuerzas de seguridad para la televisión, pero era tan pocos y el espectáculo tan repetido que prácticamente se evaporaron de la agenda mediática. Resultado: éxito de Patricia Bullrich.

En el frente económico, en cambio, no le fue bien al dúo Milei-Caputo. La semana terminó con el BCRA perdiendo de reservas y los dólares libres superaron la barrera de los $1.300. Si bien las subas fueron menores y no se pudo hablar de corrida, la preocupación del Gobierno quedó expuesta con las ansiosas declaraciones del presidente y del ministro de Economía sobre el monto del préstamo del FMI (20 mil millones de dólares) y el plazo para contar con esos fondos.

En el Gobierno hablaron de una conjuración K contra la estabilidad, pero lo que ocurrió fue un cambio de cartera por desconfianza respecto de la política cambiaria (ver “Hay confianzas y confianzas”). Otros factores negativos fueron la burocracia del FMI, que opera abiertamente en contra de Milei, y la deficiente política de comunicación. No hay duda de que la presión sobre el tipo de cambio tiene causas electorales, pero tampoco de que Luis Caputo está lejos de ser un hábil declarante.

Tercer frente. Empezó definirse el panorama electoral con la aparición de las candidaturas para la legislatura porteña, lo que dejó varias enseñanzas. En principio, el adversario más enconado que enfrenta Javier Milei es Mauricio Macri que quiere debilitarlo, dividiéndole el electorado, lo que abre la posibilidad de que el peronismo termine imponiéndose con su porcentaje histórico en CABA del 25%.

Macri es un dirigente en retirada, pero su capacidad de daño está intacta y no dudó en usarla. Se arriesga a salir tercero, pero manda a su tropa al frente porque no logró que Milei le cediera el control de un distrito que cree propio. Optó por prolongar la agonía del PRO.

Del choque Milei vs. Macri surge una tómbola de difícil pronóstico. Hay una oferta dispersa y pocas seguridades, salvo la de que Martín Lousteau dio un paso importante en dirección de la desaparición de la UCR en CABA al reemplazar la vieja burocracia partidaria por una estudiantina ignota.

En CABA la oposición peronista dio la imagen contraria a la de LLA: se encolumnó detrás de un candidato “K”. En la provincia de Buenos Aires, en tanto, sigue mandando Cristina Kirchner. Se confirmó su alianza con Sergio Massa en la legislatura provincial que evaporó los planes independentistas de Axel Kicillof, aunque los intendentes lo apoyen firmando comunicados.

En ese terreno Cristina Kirchner demostró tener una capacidad de supervivencia superior a la de Macri. Sigue manejando el peronismo ante la ausencia de un liderazgo alternativo. Ninguno de los dos puede presentarse como candidato, pero los roles están claros: ella puede sacar provecho de enfrentarse con Milei, Macri, no. Si la imita, se arriesga a recibir el tiro de gracia que no le pudo dar el peronismo.