LA MIRADA GLOBAL

Tremenda derrota diplomática de Rusia en el Mar Báltico

``Vamos todos, dijo Rueda, y era él solo''. (Viejo dicho campero)

Esta semana hubo dos reuniones fatales para los intereses rusos en el Mar Báltico. En la primera se dio cita el G-7, integrado por algunas de las economías más fuertes del planeta: Alemania, el Reino Unido, Francia, Italia, Japón, Estados Unidos y Canadá. También fueron invitados los presidentes de la India, Indonesia, Senegal, Sudáfrica y la Argentina. La reunión, de tres días, se realizó en el castillo de Elmau, en los Alpes bávaros, donde también estuvo presente, vía zoom, el presidente de Ucrania, Volodomir Zelenski.
  
En realidad, Zelenski y Putin fueron los dos grandes protagonistas de esta reunión del G7, uno por presencia, y el otro por ausencia.  El primero recogió el beneplácito y los honores de los presentes (hasta Alberto Fernández se sintió obligado a condenar la criminal invasión rusa a Ucrania) y el ruso las diatribas y las sanciones crecientes.
  
En realidad, Putin fue fiel a sus terribles principios ( si se les puede llamar así) porque este grupo de excelencia, al que podríamos haber llamado inicialmente G6, fue creado en 1973, por seis países: los Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Italia y Francia.  En 1976 ingresó Canadá, con lo cual pasó a  llamarse G7 y, en 1998, luego de un proceso laborioso de cuatro años de idas y vueltas, ingresó Rusia como miembro de pleno derecho y, a partir de entonces, el grupo fue bautizado G8.
  
Pero, en 2014, la invasión de Ucrania por los tanques rusos, y la ocupación de Crimea y del puerto de Sebastopol, impulsaron al grupo a expulsar de sus filas a la Federación Rusa, por lo cual desde entonces volvió a llamarse G7, como hasta hoy.
  
En esta ocasión, en el castillo bávaro se dilucidaron dos conclusiones fundamentales: a) el cambio climático, b) Rusia como amenaza global. Esta última es la decisiva: el Kremlin como gran enemigo de los países liberales, definidos por su respeto a la democracia, la libertad y los derechos humanos.

LA OTAN HACE HISTORIA
  
Esta reunión del G-7 fue la antesala de una cumbre histórica de la OTAN -Organización del Tratado del Atlántico Norte- un tratado militar defensivo integrado por Canadá, los Estados Unidos, y veintiocho países europeos.  Durante los últimos veinte años, una de las cantinelas incesantes de la Federación Rusa ha consistido en la denuncia de la ``permanente expansión de la OTAN'', especialmente hacia las fronteras del Este europeo y, por lo tanto, cada vez más próximas al territorio ruso.
  
Este Tratado del Atlántico Norte (también llamado Tratado de Washington) nació el 4 de abril de 1949, ya terminada la Segunda Guerra Mundial, cuando quedó clara la animadversión de Moscú, cabeza política de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas por los países democráticos,
ajenos a su ideología comunista.
  
Nació como un pacto militar defensivo contra la Unión Soviética, firmado por una docena de países situados en ambas orillas del Océano Atlántico, también llamados países atlantistas. Inicialmente fueron Bélgica, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Portugal y Reino Unido.
  
En 1952, ingresaron Grecia y Turquía, lo cual le dió a la OTAN las llaves del Mar Negro, a través de sendos estrechos: el del Bósforo y el de Dardanelos. En 1955, se incorporó Alemania Federal; en 1982 se admitió a España; en 1999, ingresaron la República Checa, Hungría y Polonia (lo cual llamó muchísimo la atención, porque habían pertenecido al Pacto de Varsovia, fundado en 1955, por Rusia, precisamente para contrarrestar la influencia militar de la OTAN); en 2004, se sumaron Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Rumania, Lituania,  Letonia y Estonia.  Estos dos últimos países, incluso, son linderos con la Federación Rusa. La capital de Estonia, Tallín, está (por carretera) solamente a 368 kilómetros de San Petersburgo. En cambio, la distancia más corta entre Moscú y Kiev (capital de Ucrania) es de 756 kilómetros en línea recta, mientras que la ruta más corta entre ambas capitales es de 867 kilómetros.
  
Esto muestra la flojera del argumento moscovita de que el posible ingreso de Ucrania a la OTAN hubiera significado una cercanía inadmisible de rampas nucleares apuntando a Moscú.
  
En 2009 se sumaron, a los países atlantistas, Albania y Croacia; en 2017, se agregó Montenegro y, finalmente, en 2020, le llegó el turno a Macedonia del Norte.

LAS NUEVAS ESTRELLAS

Pero todas esas últimas incorporaciones empalidecen al lado de las dos nuevas estrellas aparecidas en el firmamento de la OTAN. Nada menos que Suecia y Finlandia, dos perlas del Mar Báltico que desequilibran completamente, a favor de Occidente, el balance de fuerzas militares y políticas del Norte de Europa
  
Suecia, particularmente, es uno de los nuevos fenómenos del panorama político internacional, pues acaba de romper con doscientos años de neutralidad militar, desde el fin de las guerras napoleónicas, el 18 de junio de 1815.
  
Suecia, luego de haber sido una potencia imperial durante los siglos anteriores a esa batalla, con una gran presencia en el Mar Báltico, había perdido dos partes de su territorio en sucesivos contrastes militares y decidió mantener una neutralidad a ultranza durante todo el resto del siglo XIX, y también en el siglo XX, a pesar de las dos tremendas Guerras Mundiales libradas encarnizadamente cerca de sus fronteras. Pero los sueños imperiales de Putin, tan cercanos ideológicamente al expansionismo territorial de los zares y sus diatribas permanentes, durante los últimos quince años, contra casi todos los países de Occidente, produjeron un violento cambio de humor en la opinión pública sueca, muy especialmente a partir del 24 de Febrero último,  cuando Vladimir Vladimirovich Putin dio la orden de atacar la capital de Ucrania, e invadir sus principales regiones. 
 
Cabe señalar que todos estos procesos mediáticos y sociales, si bien decantaron de la noche a la mañana (del 24 al 25 de febrero y días sucesivos) no surgieron por generación espontánea, sino que tuvieron un tremendo punto de inflexión datado en el 2014: la inicua anexión rusa de la Península de Crimea y de la Base Naval de Sebastopol, en un acto absolutamente violatorio del Derecho Internacional.
  
Tanto fue así que, el 27 de marzo de 2014, en respuesta a la Crisis de Crimea, las Naciones Unidas aprobaron la Resolución 68/262, llamada de Integridad Territorial de Ucrania, firmada por más de cien países miembros del máximo foro internacional.
  
Para peor, esta flagrante violación del derecho internacional público, fue cometida por uno de los cinco miembros del Consejo de Seguridad con derecho a veto.  Una demasía incalificable que, seguramente, provocará la expulsión definitiva de la Federación Rusa de este organismo y seguramente sepultará para siempre su derecho a veto en el ámbito de las Naciones Unidas. 
  
La imposición de la guerra por parte de Rusia ha cambiado totalmente las reglas de juego internacionales y, por esa razón, la población sueca no se siente nada segura con una neutralidad militar de muy difícil pronóstico  frente a las fuerzas beligerantes en pugna, sobre todo si las futuras acciones de guerra se movieran hacia el Mar Báltico y zonas aledañas.

GUERRA DE INVIERNO


Algo parecido ha pasado con la opinión pública de Finlandia la cual,  luego de décadas durante las cuales mantuvo una neutralidad militar a prueba de balas, también acaba de pedir, en 2022, su ingreso a la OTAN.

Finlandia ya libró, en el pasado, una feroz contienda militar contra Rusia, que pasó a la Historia como la Guerra de Invierno, pues duró desde el 30 de noviembre de 1939 hasta el 13 de marzo de 1940.  Fue un ataque muy parecido al perpetrado por Rusia contra Ucrania el 24 de febrero último, pues Rusia acusó a Finlandia de estar al servicio de la Alemania nazi, sin absolutamente ninguna prueba y simplemente para arrancarle territorios que le convenían a los soviéticos. Por ese ataque, absolutamente gratuito, la Unión Soviética fue expulsada de la Sociedad de Naciones (antecedente de las Naciones Unidas actuales) el 14 de diciembre de 1939, acusada de haber perpetrado una ``guerra de agresión''.
  
Finlandia hizo prodigios de valor y de inteligencia, pero finalmente sucumbió ante la diferencia numérica en armas y, sobre todo, en el número de soldados. Para dar una idea de magnitud, basta con una cifra: Finlandia tuvo 25.000 soldados muertos, Rusia, unos 250.000 soldados fallecidos y un número similar de heridos. Pero Finlandia perdió territorios, la segunda ciudad más poblada, varias islas y tuvo que pagar una cuantiosa suma en divisas como compensación por la guerra. 
  
También la posibilidad de que las acciones militares se amplíen al Báltico, como en el caso de Suecia, impulsaron a la opinión pública finlandesa a solicitar su ingreso en la OTAN. 
  
Hasta 2012, las relaciones de la Federación Rusa y Finlandia pasaron por un buen momento.  Incluso el presidente actual del país báltico, Sanli Niinisto, jugador de hockey sobre hielo, participó en competencias con Vladimir Putin, también jugador de ese deporte de invierno, pero rompió relaciones amicales a partir de la invasión de Crimea, en 2014. Con mucha más razón, después del 24 de febrero del año actual, invasión mediante. Hace poco declaró públicamente que no volvería a jugar con su homólogo ruso. ``No lo repetiría -dijo- porque ya no lo puedo considerar un compañero''.
  
Es más, la Federación Internacional de Hockey sobre Hielo prohibió recientemente a los equipos rusos y bielorrusos, participar en sus torneos internacionales y despojó a Rusia de los Campeonatos Mundiales Juveniles y de los Campeonatos Mundiales Masculinos previstos para 2023, los cuales ahora se realizarán en Finlandia y Letonia, sin participación de equipos rusos.

La Primera Ministra de Finlandia, Sanna Martín, de 36 años,  también ha sido una decidida partidaria del ingreso de su país a la OTAN, tal como la enorme mayoría de la población finlandesa.

COMPLETAMENTE RODEADO

Una vez más viene a cuento aquella conocida cita del Martín Fierro:

``A ningún hombre  amenacen

Porque naides se acobarda.

Poco en conocerlo tarda

Quien amenaza imprudente.

Que hay un peligro presente

Y otro peligro se aguarda''.
  

En su obsesión por posesionarse de Kiev y de Ucrania toda, pues la Península de Crimea y el puerto de Sebastopol evidentemente no le alcanzaban, Vladimir Putin subestimó totalmente los peligros militares emergentes  en el campo internacional.
  
En primer lugar, subestimó la resistencia ucraniana, apoyada por los países miembros de la OTAN, tan fuerte que, luego de cuatro meses de operaciones militares, todavía no ha podido concretar la ocupación total del Donbás, su plan B luego de serampliamente derrotado en Kiev y Járkov.
  
Tampoco pudo suponer el rearme de Alemania, en pleno pacifismo desde su colosal derrota en 1945. Pues ahora, en 2020, va a destinar el 4 por ciento de Producto Bruto en compras y equipamiento militar, con lo cual es muy posible que, en pocos años, se convierta en una de las principales potencias castrenses de Europa. A esto debe agregarse el despliegue militar de la OTAN en Polonia, realmente importante, porque también tiene costas sobre el Mar Báltico, como Lituania, Letonia y Estonia. 
  
Cuatro países atlantistas de los cuales dos (Estonia y Letonia) tienen fronteras comunes con Rusia, no demasiado lejos de San Petersburgo, ubicada en la desembocadura del Río Neva, con un puerto perjudicado por los hielos invernales, al cual solamente se puede arribar, en pleno Invierno, con la ayuda de rompehielos que lideran convoyes de algunos buques con el casco apropiado para resistir la muy fuerte presión del agua congelada.
  
Por esa razón, la principal base naval, militar y aérea de Rusia en el Mar Báltico es Kaliningrado, como se llama ahora Koenigsberg, el antiguo puerto y ex capital de Prusia Oriental. Durante siglos fue posesión de Alemania, hasta su derrota en 1945, fecha en que pasó a manos de la Unión Soviética, en tiempos de Iosef Stalin, quien expulsó a todos los habitantes alemanes de la ciudad y los reemplazó por ciudadanos soviéticos. 

El enclave actual, ocupa una superficie de 15.000 kilómetros cuadrados, equivalente al tamaño de Montenegro, la provincia española de Jaén, o la isla de Bahamas, pero no tiene conexión terrestre con la Federación Rusa, sino con Bielorrusia, Lituania y Polonia.  Por lo tanto, para ir en ferrocarril o por ruta desde Moscú, se tiene que cruzar por Lituania, o Polonia, países miembros de la OTAN. De otra manera, solamente puede abastecerse por mar, o por vía aérea.

Es una enorme base militar rusa, con componentes de las tres fuerzas. La marina está representada por la Flota del Báltico de Rusia, con decenas de buques de guerra. Además tiene aviones de combate y tropas terrestres con sus tanques y blindados correspondientes. Una gran fuerza de defensa antiaérea, y también piezas de artillería pesada a muy larga distancia. Los rusos hablan de su portaaviones insumergible, estacionado en el corazón de Europa. En realidad está en el corazón del Mar Báltico, en un excelente puerto de aguas profundas no afectado por los hielos invernales.
  

Pero, a partir de ahora, con el ingreso de Suecia y Finlandia a la OTAN, esta gran base rusa aparece completamente rodeada por países atlantistas. Rusia con dos puertos -San Petersburgo y Kaliningrado - con, a lo sumo, 200 kilómetros totales de costa, contrapesada por los otros ocho países linderos sobre el Mar Báltico, todos miembros de la OTAN, con 8.000 kilómetros de costa sobre ese mar salobre (no es salado porque desembocan más de 250 ríos de agua dulce en su seno) de 432.800 kilómetros cuadrados de superficie. A saber: Suecia, Finlandia, Rusia, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Alemania y Dinamarca. En una palabra, de los nueve países linderos con el Mar Báltico, seis ya pertenecen a la OTAN, y pronto lo serán Suecia y Finlandia. 
  
El primero de estos dos países resulta completamente funcional a la Organización Atlantista, pues Suecia posee una importante isla, Gotland, enfrente mismo de Kaliningrado, la cual estaba completamente desarmada antes de la invasión a Ucrania, mientras que ahora los suecos la están artillando y fortificando a marchas forzadas.
 
Pero el papel decisivo de Suecia no termina allí, sino que, junto con Dinamarca, cierran el paso de los estrechos que comunican el Mar Báltico con el Océano Atlántico, los cuales, ahora, están bajo el control de la OTAN. Imposible que pase un simple submarino, nuclear o no, sin el conocimiento de los países atlantistas.
 
Pero no para allí la cosa, Finlandia ocupa la costa norte y Estonia la costa sur del Golfo de Finlandia, el brazo del Báltico por donde tiene salida San Petersburgo. De manera que ese paso estará ahora también bajo el control de la OTAN. Y como si esto no fuera bastante, Finlandia tiene 1.300 kilómetros de frontera común con Rusia, tampoco demasiado lejos de San Petersburgo.

GRITO EN EL CIELO
  
Ahora Putin ha puesto el grito= en el cielo porque Lituania no deja pasar a Kaliningrado, ni por ferrocarril ni por carretera las mercaderías rusas interdictas por la Unión Europea. Por eso ahora los Estados Unidos instalarán muy pronto una fuerza de despliegue rápido en Polonia, previendo acciones militares futuras en la zona del Báltico.
  
Rusia amenaza con revocarles la independencia concedida a las tres repúblicas bálticas, de las cuales la más importante es Lituania, para que no pudieran ser miembros de la OTAN, pero eso abriría un nuevo frente de hostilidades de imprevisibles consecuencias porque, como dijo Martín Fierro:   ``hay un peligro presente, y otro peligro se aguarda''.