Siete días de política

Tras la amansadora del Congreso, el desafío del poder financiero

Milei sacó dos leyes del Congreso pero, acto seguido, tropezó con turbulencias de mercado que Guillermo Francos atribuyó a sectores políticos y económicos que “fogonean la inestabilidad”

Después de su laborioso éxito sobre la dirigencia partidaria en el Congreso, el presidente Javier Milei tropezó rápidamente con la resistencia del sector financiero. Llamativamente los mercados empeoraron en lugar de mejorar por la señal institucional positiva que enviaba el parlamento. Los dólares libres superaron los 1.400 pesos, el riesgo país se disparó, los bonos y la bolsa cayeron.

Las turbulencias de los mercados fueron entendidas por el oficialismo como un mensaje del sector financiero: bancos, fondos de inversión, acreedores, etcétera. Ese mensaje ignoró olímpicamente la prueba de gobernabilidad obtenida por la Casa Rosada (y que hasta 10 minutos antes se le exigía como imprescindible) y expresaba su rechazo a la decisión del ministro de Economía Luis Caputo de eliminar los pases con que los bancos le prestaban a un día al Estado a una tasa del 40%, como así también con la decisión de trasladar la deuda del Banco Central al mucho menos confiable Tesoro Nacional. En otras palabras, el desacuerdo con la parte del ajuste que le toca a los prestamistas de un estado quebrado.

Pero más allá de las hipótesis del mileismo, lo que quedó a la vista es que la pelea del presidente libertario contra el “statu quo” y el “establishment” es una combinación de pulseada con carrera de obstáculos. O puesto en otros términos la segunda etapa de su gestión no va a ser menos complicada que la primera. Cuando baja la inflación le piden que reactive inmediatamente y cuando logre ese objetivo (si alguna vez lo hace) le pedirán que fortalezca el estado de bienestar e inmediatamente después, flan. Son las reglas de juego.

Pero algo más vio el gobierno en el episodio porque salió a acusar al sector corporativo de conspirar contra el poder institucional con fines de desestabilización. “Siempre hay quienes buscan que el Gobierno no concluya su mandato” sostuvo públicamente el jefe de Gabinete Guillermo Francos.

“Al principio, todos los que abusaban de los privilegios de la política pensaban que esto no iba a durar mucho y además fogoneaban en ese sentido, buscaron generar un malestar social que no había hasta que se dieron cuenta de que la sociedad bancaba esta posición rupturista”, aseguró y en materia de responsabilidades se refirió muy poco crípticamente a “muchos que habían dejado el poder”, lo que sonó a Massa. 

Menos críptico estuvo el secretario de Prensa Serenellini que aseguró que "hoy todo se sabe, hay un sector de la vieja política y de la actividad privada que no le sirve que a este gobierno le vaya bien”. En otros términos, la volatilidad de los mercados no es atribuible únicamente a la desconfianza.

La hipótesis es conspirativa, pero coincide bastante con la opinión de economistas como Miguel Kiguel que en un reporte de la semana última descartó que la turbulencia tuviese la magnitud de una crisis. Reconoció la existencia de problemas con el tipo de cambio, pero que no exigen una solución inmediata. Consideró que el gobierno tiene tiempo para analizar alternativas y que va a buscar un nivel de reservas más alto que le garantice una flotación sucia antes de levantar el cepo.

Parte de razón le dieron los hechos, porque el gobierno repitió por enésima vez que no devaluaría y que no abriría el cepo y finalmente las cosas se calmaron.

No es casual que las acusaciones del gobierno, justificadas o no, apunten a Massa que es considerado un dirigente muy vinculado al sector empresario y los medios. El problema es que las reformas de Milei impactan en las empresas, pero para frenarlas se requiere un capital político que la dirigencia partidaria tradicional no tiene. Es una situación atribuible a la fragmentación y desorientación de la dirigencia de los partidos. Los ejemplos sobran.

El más evidente es el del PRO que se debate entre ser fagocitado por La Libertad Avanza o preservar un mínimo poder propio. Esto pretende Mauricio Macri que desplazó a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, de la asamblea partidaria. Bullrich había sido su candidata a presidente, pero perdió contra Milei y cambió de líder político no sin razón (ver “El plan de Patricia”).

Salvando las correspondientes distancias el ex presidente tiene un problema similar al de su colega Cristina Kirchner: no puede ser candidato por el alto nivel de rechazo que suscita y tampoco puede poner un candidato porque fracasa. Los dos marchan hacia la jubilación, la diferencia es la velocidad.

Capítulo aparte merece la UCR un partido sin líder, ni rumbo. En el Congreso está reducida a una serie de tribus que descoordinada y oportunista. Como el PRO comparten buena parte de sus votantes con Milei y si no afinan la estrategia pueden correr pueden compartir la suerte poco promisoria de Macri.