Con un mensaje aleccionador, ‘Lexi, hablemos de dislexia’ llegó al Picadero
Teatro que ayuda a entender que lo 'diferente' no es ‘malo’
En palabras de la codirectora Lali Vidal, este musical original les habla a quienes padecen el trastorno identificando el “superpoder” que habita en ellos.
La conversación entre La Prensa y Lali Vidal, directora de ‘Lexi, hablemos de dislexia’, fluía bien hasta que esta cronista calificó a la condición como una patología. En ese momento, la socia artística de Fede Fedele -codirector de la puesta- no dudó en frenar la charla y aclarar conceptos erróneos que se suelen tener en torno a este asunto.
“Intentamos no usar esos términos porque agregan una connotación negativa que la dislexia no tiene; al contrario”, explicó Vidal sobre el sensible tema en que indaga este musical infantil que cuenta con el apoyo de la asociación Disfam (Dislexia y Familia Argentina) y que se presenta en vacaciones, los miércoles, jueves y viernes a las 17, y los sábados y domingos a las 14.30, en el teatro Picadero (Pasaje Discépolo 1857).
Para entender por qué es particularmente importante esta tercer puesta de la productora Tana (a la que antecedieron ‘Perra que ladra a la luna’ y ‘Familia, sustantivo femenino) sólo basta con ver las cifras: se calcula que el 15 por ciento de la población mundial tiene dislexia (científicamente se lo cataloga como un trastorno del aprendizaje) y es hereditaria, lo que significa que no sólo abarca a niños sino también a adultos que tal vez ni siquiera lo saben.
‘Lexi, hablemos de dislexia’ es, en realidad, el título de un libro de la docente y dramaturga Delfina Perri. Del mismo surgió esta pieza teatral que gira en torno a Eli, una niña a la cual le va mal en el colegio y nadie parece apreciar sus habilidades y su gran imaginación. Es allí cuando aparece Lexi, un gracioso, revoltoso y creativo personaje que la acompañará por el resto de su vida.
PARA TODOS
“Creo que la obra va a permitir que los niños que vengan a verla, y los adultos también, se vayan sintiéndose superhéroes y no personas que tienen un problema, una enfermedad o una discapacidad”, aseguró Vidal, quien también destacó el gran trabajo del resto del equipo conformado por el arreglador musical Diego Lozano, la directora vocal Eugenia Gil Rodríguez, el escenógrafo Giuliano Benedetti y el vestuarista Gustavo Alderete, además del elenco integrado por Luján Blaskey, Cristian Zeballos, Denise Cotton, Juan López Boyadjian, Andrea Cho, Agustín Morcillo, Lucía Hunicken y Micaela Jacu.
-Lali, ¿cómo surgió ‘Lexi’?
-Nos llegó a través de Delfina Perri, que es la autora. Ella escribió la obra hace un tiempo para presentarla en escuelas. La propuesta aborda el tema de la dislexia y lo visibiliza. De entrada nos interesó mucho porque es algo que se habla poco y mucha más gente de la que se cree se va a sentir identificada, no sólo con este tema puntual sino también con otras cosas que aparecen en la obra, emociones buenas y malas a las que les decimos “nuestro constante compañero”. Delfina nos acercó la obra a Fede Fedele y a mí, y ahí empezamos un proceso creativo junto al compositor Diego Lozano. Cuando empezó a aparecer la música original sumamos a Euge Gil Rodríguez, que es quien hizo los arreglos corales y la dirección vocal. Y ampliamos este equipo creativo para sumar a Disfam Argentina, que nos está ayudando a mover el proyecto y a representarlo para que a muchas familias les llegue este mensaje tan lindo y necesario.
-¿Se tuvo que interiorizar más acerca de esta patología?
-No quiero corregirte pero no lo tomamos como una patología porque no es una enfermedad ni una discapacidad, es simplemente una forma diferente de procesar. El cerebro procesa de una manera distinta, ni mejor ni peor, y obviamente no está considerada una discapacidad. Por eso nosotros intentamos no usar esos términos porque le ponen una connotación negativa que la dislexia no tiene. Justamente, es eso lo que estamos tratando de mostrar en la obra, todas las virtudes que tiene una persona con dislexia, todas sus capacidades y que simplemente el problema recae en parte en el sistema educativo, que está basado en la lectura y escritura, y el disléxico tiene problemas con ese lenguaje por la manera en la que se lo enseñan. Si se pudiera adaptar el sistema educativo y usar otras herramientas, sobre todo ahora que hay más tecnología, se potenciarían las capacidades de los alumnos en vez de ir para atrás, que es lo que pasa con el disléxico que, como no puede seguir el ritmo, queda relegado, se lo tilda de vago, de que no quiere trabajar. Realmente, como es un factor hereditario aparece a muy temprana edad, entonces no existe la manera de que el niño pueda identificar que tiene un problema, no tiene la capacidad de analizarlo. Se porta mal en clase, se saca malas notas, se lo juzga y se le pone una etiqueta en lugar de entender que si esa persona fuera diagnosticada de entrada, probablemente podría transitar la escuela lo más bien y hacer su vida desde un lugar mucho más positivo.
La propuesta sale a escena de miércoles a domingos en el teatro Picadero.
-¿Cuál ha sido el mayor desafío al montar esta puesta con una temática tan actual?
-Yo creo que todos tenemos un concepto negativo de la dislexia, creemos que es un problema. La obra, lo que trata de mostrar es justamente el potencial que tiene una persona con dislexia, porque así como alguien va a ser muy hábil en ser un contador, otro va a ser muy hábil en hacer un dibujo, otro en construir un edificio. Es simplemente entender cuáles son las habilidades y cómo potenciar esas virtudes. La realidad es que el desafío es ese y, además, lograr que la propuesta sea entretenida, que funcione como musical. Giuliano Benedetti, que es nuestro escenógrafo, y Gustavo Alderete, que es el vestuarista, hicieron un trabajo espectacular porque la obra está hermosa visualmente. Ese era otro de los retos, que los niños se sientan atraídos por lo visual, que no sea una obra de golpe bajo. Estoy convencida de que va a gustar mucho, también porque refleja emociones como la ansiedad, el perfeccionismo, cosas que tenemos todos, que nos persiguen y a las tildamos de negativas, pero que nos potencian si las sabemos manejar. Ese es el mensaje final: aquello que ves como un problema en tu personalidad, te potencia y puede ser tu virtud.
-Y tal vez un adulto que lleve a un niño a ver la obra también se sienta identificado, ¿cree que eso pueda llegar a suceder?
-Ciento por ciento. La dislexia es hereditaria, entonces es muy grande la cantidad de gente que la tiene y no lo sabe. Ocurre que cuando uno es adulto ya entendió cómo convivir con lo que le pasa y no se pregunta casi nada, pero cuando empezás a leer o a investigar el asunto decís: “ah, ok, tal vez yo también sea disléxico’. Empieza a pasar eso a cualquier edad. En definitiva, la obra va a permitir que se hable más del tema de manera positiva y constructiva, y sobre todo que los niños y también los adultos salgan sintiéndose superhéroes y no sintiendo que tienen un problema a cuestas. La idea es que entiendan que es un superpoder que simplemente no se adapta a cierta realidad y se adapta mejor a otra, y eso es lo más importante.