Soberano del profundo azul
La ciencia designa umwelt al medio ambiente experimentado por cada especie gracias a los sentidos que ha desarrollado. Solemos imaginar que los animales perciben la realidad con nuestros cinco sentidos, pero no siempre es así. En los océanos por ejemplo, hay una criatura descomunal de cabeza cuadrada que, por así decirlo, ve con sus oídos. Millones de años de evolución le han perfeccionado un sistema de ecolocalización con el que obtiene una imagen holográfica sonora tan precisa como una ecografía. Así, en las noches de los abismos percibe como a plena luz del día, y de esta manera puede conseguir los 450 kilógramos de cefalópodos que consume cada veinticuatro horas. El cachalote —de esa criatura prodigiosa hablamos— escanea a otras especies mediante la emisión del sonido más poderoso del reino animal.
Un libro cautivante tiene como protagonista al titán del azul profundo: El retorno de Moby Dick (Fondo de Cultura Económica, 241 páginas) fue entregado la imprenta hace siete años por François Sarano (Valence, 1954), biólogo y buzo profesional. No se nos ocurre mejor carta de presentación que ésta: el oceanógrafo fue asesor científico y jefe de expedición a bordo del legendario Calypso de Jacques Cousteau. Como si fuera poco, Sarano escribe muy bien, incluso fue premiado por la Academia Francesa.
Durante años, Sarano estudió un clan de cachalotes en la costas de Mauricio. Les dio un nombre a cada uno de esos paralelepípedos bulbosos y les trazó el árbol genealógico. Forman ya parte de su vida. Fruto de ese amor intenso es el libro que no es solo un ameno ensayo de zoología, también configura un valioso mensaje. Da razones irrefutables sobre la conveniencia para la humanidad de preservar a los cetáceos. Página 231: "La diversidad de lo viviente y la diversidad cultural constituyen la riqueza del planeta. ¿Qué sería nuestra Tierra sin vida salvaje? ¿Sin cachalotes? ¿Sin elefantes? ¿Sin gorilas? Sería como un mundo sin Mozart y sin Rembrandt".
MITO Y REALIDAD
Primero, la descripción del soberano del océano. Es un mamífero, de figura algo grotesca, que puede permanecer una hora y media sin respirar para cazar al calamar a más de dos kilómetros de profundidad. Monsieur Sarano destruye un mito: los calamares gigantes, con músculos pocos desarrollados, no son rivales para una criatura cuyos machos pueden llegar a los 20 metros y pesar 50 toneladas (las hembras no obstante raramente superan los 12 metros y las 15 toneladas).
El cachalote a pesar de todo tiene sus predadores: las orcas y las ballenas picudas los atacan como lobos, usando la estrategia cobarde de morder y salir rápido, hasta debilitarlos. Pero la criatura maligna que los colocó en peligro de extinción es el Homus No Sapiens.
El ensayo nos sorprende con los parangones. Los cachalotes son seres eminentemente sociales, que se agrupan en clanes matriarcales (los grandes machos viven aislados, una sabia decisión). Tienen el cerebro más grande de todos los seres vivos (la estructura paralímpica es mucho más importante que la de los humanos). Su poder cognitivo les permite tener conciencia de sí mismos, abstraerse del contexto, pedir ayuda, sentir empatía, desarrollar una lingüística con variaciones regionales, sobreproteger a las crías, e incluso mostrar conductas altruistas. El investigador francés corroboró estas capacidades sobre el terreno Mejor dicho, dentro del agua, nadando con cachalotes.
Hay un segmento de la obra que causa tristeza e indignación. En busca de aceite y carne, el hombre casi exterminó al Physeter macrocephalus, primero con cacerías homéricas en el siglo XIX que hasta inspiraron una novela sublime (Moby Dick de Herman Melville) y luego con el genocidio industrial de nuestra era, que recién terminó por completo en 2016. Hoy la principal amenaza que jaquea a los grandes cetáceos -en realidad a toda la fauna marina- es la contaminación con metales pesados, hidrocarburos y plásticos.
NUESTRAS ORCAS
Enriquece Sarano el escrito con historias asombrosas de otras especies marinas, como las delfines y las focas leopardo. Hay una que nos toca de cerca. Las orcas de la Península de Valdés han desarrollado una habilidad única desde que hace 55 millones de años los antepasados de los cetáceos -tenían cuatro patas- volvieron al mar. Nuestras ballenas asesinas atrapan lobos marinos en las playas mismas, es decir cazan sobre la Tierra. Han aprendido a volver después al mar reptando y moviendo las aletas. Es una técnica contra natura que las madres deben enseñar a sus crías. Algunas medrosas, vea usted, se niegan a ensayarla por temor a encallar, la muerte segura para cualquier cetáceo. Así somos los argentinos, al fin y al cabo, siempre forzados a encontrar soluciones creativas.
Finalmente hay que destacar la moraleja. Se nos dice que la naturaleza salvaje, la que escapa nuestras reglas, puede ofrecernos armonía contagiosa y ser fuente de paz. Monsieur Sarano nos advierte sobre un aspecto siniestro de la modernidad; rebajó al animal silvestre al estado de recurso explotable y consumible. Hemos sellado en piedra un dogma maldito: la idea de una disolución del origen divino entre el hombre y el resto de las criaturas. Nos quiere decir este libro extraordinario que los cachalotes también son criaturas de Dios.