Opinión
A 42 años de la Gesta de Malvinas
Ser padre en Malvinas: el vínculo trascendente entre Luis y Santiago Martella
Por Jorge Martín Flores*
“Papá está permanentemente con vos”, le escribía, desde su posición en Malvinas, el teniente Luis Carlos Martella, de 24 años, a su pequeño hijo Santiago, quien cumplía un añito de vida. Que esta historia de amor entre un padre y un hijo, que nos regala la Gesta de Malvinas, sirva para meditar en este día del padre sobre nuestro rol como tales y nos robe el corazón para reafirmarnos en la gratitud y la misión de donarnos silenciosamente y generosamente a nosotros mismos por amor a quienes tenemos encomendados.
LA PATERNIDAD COMO DON
Afirma el Santo Evangelio que: “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna” (Jn. III, 26).
Ser padre es cumplir una misión no merecida, pero recibida como don gratuito y generoso de Dios. Y como tal, somos deudores de este amor tan grande, amor inconmensurable, y es nuestra obligación retribuirlo amando a quienes nos han sido encomendados para ejercer esta vocación de servicio. Por ello, ser padre es donarse: es no vivir más para sí, sino vivir para el hijo. No es compatible con el egoísmo. Ser padre es ser ejemplo y puntal en la vida. Es ser oído que escucha, hombro que acoje, abrazo que repara, voz que guía. Ser padre es un acto de amor.
En este marco se comprende la profundidad de las palabras expresadas por el eximio filólogo y escritor JRR Tolkien a su hijo Michael Tolkien en su carta 38 A, que descubrimos gracias a la labor incansable de Juan Tomás Widow y su equipo de Sr. Bombadil: “Querido hijo, en cuanto a tu gratitud hacia mí y tu sentimientos de no ser un hijo digno: Dios te bendiga. Puedes devolverme todo lo que te pueda pedir, adhiriéndose a tu fe, manteniendote puro y sobrio y dándome tu confianza. Todo buen padre merece la amistad fraterna de sus hijos cuando crezcan. Pero por supuesto, desde mi punto de vista, no he cumplido más que con mi deber, y ésto, no demasiado bien. (...) Y al trabajar y mantener a mi hijo simplemente pago la deuda que tengo con Dios, mis padres y mis benefactores. La vida es así. No podemos pagar nuestras deudas con aquellos a quienes debemos: tenemos que seguir adelante: Si tienes hijos tendrás que sudar por ellos. Mientras tanto, estás haciendo todo lo que se le puede pedir a un joven. Podrías mirar a cualquiera a los ojos y decirle: ´Soy un hombre y cumplo con mi deber´. Y si puedes hacerlo con alegría, perdonando los errores de los demás y la eficacia, también estás haciendo penitencia(…)”.
Vemos claramente que ser padre es un curso permanente de crecimiento en virtudes morales y sobrenaturales. Escuela de amistad. Escuela de generosidad. Escuela de fe. Escuela de esperanza. Escuela de amor. Escuela de humildad. Escuela de fortaleza. Escuela de paciencia. Escuela de penitencia. Escuela de perdón. Escuela de reconciliación. Escuela de alegría. Imposible que no resuenen en nuestros corazones estos versículos de la parábola del hijo pródigo, la cual nos pinta de cuerpo entero la imagen del amor del padre y del hijo, dándonos la pauta de aquello que debemos imitar: “Traed enseguida el mejor vestido y ponérselo; ponedle también un anillo en la mano y sandalias en los pies. Tomad el ternero cebado, matadlo y celebremos un banquete de fiesta, porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido encontrado” (Lc. XV, 22-24).
Así me lo han enseñado con su ejemplo cotidiano mi papá, mi abuelo, mi padrino y mi suegro. Y a ellos especialmente, van dedicadas estas meditaciones agradecidas.
HÉROE DE MALVINAS
Luis Carlos Martella nació en Buenos Aires el 16 de septiembre de 1957. Egresó del Colegio Militar, en gesto de gratitud y siguiendo la tradición paterna. Con 21 años se convirtió en subteniente del arma de Infantería. En 1982 fue ascendido a teniente. Al desatarse el conflicto que dará lugar a la Gesta del Atlántico Sur en la cual nuestra Patria se enfrentó al Reino Unido de Gran Bretaña y a la OTAN, recibió como destino el Regimiento de Infantería 4 en Monte Caseros, provincia Corrientes. Con dicho Regimiento, desembarcó en las Islas Malvinas el 26 de abril de 1982. Tenía 24 años. Su primera orden fue ocupar el Monte Kent, en la isla Soledad, pero poco después fue trasladado a Dos Hermanas.
Era de noche un 11 de junio cuando fuerzas inglesas, apoyadas por intenso fuego naval, atacaron la posición donde Martella se encontraba con sus hombres. Junto a otros oficiales, suboficiales y soldados resistieron con valentía hasta quedarse sin municiones, es decir, hasta no tener ni piedras que tirar a los ingleses. Ante ello, Martella resuelve el repliegue de su sección. Así lo relata su hijo Santiago (actualmente, reconocido periodista) en una entrevista realizada por el Ejército Argentino en el marco de los 35 años de la Gesta del Atlántico Sur bajo el título “Historias de Padres e Hijos. 35 años” (video íntegro disponible en Internet en el canal de YouTube de ‘La espada de fuego Malvinas’ https://youtu.be/lzhXnOAJhYU?si=qkUZI4EJeVTPuiK9).
“La posición de mi papá empieza a ser atacada. Y unos soldados que estaban a cargo de él estaban más adelante. Y llega la orden de replegar. Y mi papá y el teniente Nasser salen a buscarlos. Escuchan una ráfaga de ametralladora y los dos se tiran, hacen cuerpo a tierra. Y cuando mi papá se vuelve a levantar hay otra ráfaga que le da en el pecho… Mi papá le alcanza a decir a Nasser que siga… Usted siga…”.
Así ofrecía si vida por amor, intentando salvar a sus soldados. A los pocos días de su entrada en la gloria, nació su segunda hija, María Constanza. La vida marcha juntos a la muerte y luego de las lágrimas y la tristeza, siempre aparece un destello de luz y de alegría.
Martella fue ascendido post mortem al grado inmediato superior, teniente primero. En su honor se erigió un busto en la plaza del Regimiento de Infantería Mecanizado 4 de Monte Caseros, y se construyó un monolito en la Escuela de Infantería.
Actualmente, sus restos velan en guardia eterna el retorno de las Malvinas en el cementerio de Darwin, en la isla Soledad.
UNA CARTA, UN TESTAMENTO
“Mi papá mandó cuatro cartas -Dice Santiago Martella, su hijo- Una de ellas me la mandó especialmente a mí el día que yo cumplí un año. Es el recuerdo más lindo y más personal y vívido que tengo de mi papá. La tengo guardada en mi casa y obviamente la llevo guardada siempre en el corazón y muy presente”.
La carta del teniente Luis Carlos Martella a su hijo reza lo siguiente:
“Querido hijo: Es esta la primera carta que papá te escribe. Mamá, que es tan buena, te la leerá cuando la recibas y la guardará para que la puedas leer tú mismo cuando aprendas a hacerlo dentro de algún tiempo. Hoy cumples un año de vida. Has crecido dentro del cariño que con mamá y el resto de la familia te hemos prodigado; los días han pasado y has dejado de ser un bebé de meses para convertirte ya en un hombre, con un largo año de vida. Con el tiempo, te enterarás de que aún antes de esta fecha, te convertiste en el hombre de la casa, cuando papá fue a cumplir su deber: defender el suelo de la Patria. Esta Patria que te vio nacer y que todo nos da, nos exige de vez en cuando algún sacrificio, hoy le exigió a papá que no pudiera estar presente en el día de tu cumpleaños, pero sólo físicamente, pues permanentemente papá está con vos.
Quiero que sepas todo lo que tu padre, hijo mío, desea para vos cuando crezcas, y que no es más que seas un hombre de bien, sólo el sacrificio y el trabajo duro y constante rinden sus frutos. En la vida, el hombre debe tener una gran meta que guíe sus pasos, esa meta no debe ser otra que el servicio a Dios, a través del amor a la Patria y a la familia. Nunca debes sentirte dueño absoluto de nada, pues todo te lo da Dios y cuando Dios te lo pida, se lo deberás entregar.
No quiero extenderme más, sólo quiero decirte que seas bueno y comprensivo con mamá, que aunque a veces te reta, lo hace por tu bien; además cuida de tus hermanos más pequeños que verán en ti a su ejemplo y alguien a quien recurrir cuando necesiten algo.
Hijo mío, ten fe en Dios. Él sabe por qué hace las cosas, da todo tu esfuerzo a la Patria para engrandecerla cada día más y bríndate entero a tu familia. Cuando tengas la tuya, sabrás qué es lo que hoy papá te dice.
¡Feliz cumpleaños, Santiago!
Te besa, Papá”.
Comenta con emoción Santiago Martella: “A medida que fui creciendo y la fui leyendo, cada vez más grande, fui entendiendo algunas cosas distintas. Es como mi propio Principito. Al Principito uno lo lee de chico es una historia o cuento de un chico… y después cuando uno lo va leyendo de más de grande va entendiendo otras cosas”.
Podemos ver cómo el teniente Martella tenía en claro el cancionero tradicional hispanocriollo que rezaba: “La ciencia más consumada es que el hombre bien acabe, porque al fin de la jornada, aquél que se salva sabe, y el que no, no sabe nada. En esta vida emprestada donde bien obrar es la llave, aquel que se salva sabe, el otro no sabe nada”.
SANTIAGO EN MALVINAS
Comenta Santiago Martella que estuvo en Malvinas en tres ocasiones y que cada una de ellas tuvo su impacto y aprendizaje particular: “Tuve la posibilidad de estar en las Islas tres veces, también durante tres épocas diferentes de mi vida. Una fue cuando era muy chiquito, en el año ´91. Después cuando viajé en el 1999 tenía 18 años y en el 2009 viajé otra vez, ya tenía 28, o sea que ya era más grande que mi papá, y ahí te terminan de cerrar un montón de cosas (...): la tranquilidad, la paz (...) de estar ahí en su cruz, en su tumba, sentarse, charlar…aunque está todos los días con nosotros pero…contarle, contarle cómo fui creciendo, cómo fui cambiando en esos años entre que fui y volví”.
Y con lágrimas en los ojos y la voz quebrada de amor y gratitud, expresa: “Y ahora espero que no pase demasiado tiempo para poder tener una cuarta visita y poder mostrarle a su nieta”.
DON RECIBIDO, DON INMERECIDO
Santiago concluye el comentario a la carta de su padre diciendo que: “En definitiva, casi todo [en este mundo] es efímero. Es tuyo pero no es tuyo. Es tuyo y lo tenés que cuidar pero, como me dice mi papá, venga Dios y te lo pida se lo vas a tener que dar porque en definitiva todo es de Él”. Este es el hijo de un héroe. Lo había entendido todo. Su padre sin duda alguna está orgulloso de él y lo guía. Pues como cantó José María Peman con excelencia en sus extraordinarios versos Romance para un hijo: “Un hijo es como una estrella a lo lejos del camino; una palabra muy breve que tiene un eco infinito. Un hijo es una pregunta que le hacemos al destino. Hijo mío, brote nuevo, en mi tronco florecido, si no sé lo que será de ti cuando me haya ido; si no es mío tu mañana ¿por qué te llamo hijo mío? El tiempo, como un ladrón, quiere robarme a mi hijo y llevárselo muy lejos hacia un mañana indeciso, donde no pueda abrigarle con el sol de mi cariño. -¡Es mío!- le grito al tiempo, y el tiempo responde -¡es mío!-. Y así me lo va llevando poco a poco de mí mismo, igual que a una rama el viento, igual que a una flor el río. íMano cerrada y cruel del porvenir indeciso; abre un poco, que yo vea lo que traes a mi hijo! Es, en mi vida toda, lo que tengo por más mío, ¡y no puedo ni quitarle una piedra en su camino! ¡Qué vana cosa es el hombre! ¡Qué vano es su poderío! A eso que es toda su vida y que es todo su cariño, ¿por qué con tan loco orgullo le llama el hombre hijo mío? ¿Acaso es suyo el mañana? ¿Acaso es suyo el destino?”.
Que el buen San José, obedientísimo a la voluntad del Padre Celestial, nos enseñe a ser agradecidos con nuestros padres y bienhechores. Y que como Padre nutricio de Nuestro Señor Jesucristo, para todos aquellos que hemos recibido el don inmerecido de la paternidad, nos guíe con su mano segura para ser dignos de llevar el mejor título que un hombre puede tener en esta tierra: papá.
*Profesor de Historia. Diplomado en Conducción y Liderazgo Sanmartiniano por la Escuela Superior de Guerra Conjunta. Vicepresidente de la Asociación Civil Movimiento Jóvenes por Malvinas.
“Papá está permanentemente con vos”, le escribía, desde su posición en Malvinas, el teniente Luis Carlos Martella, de 24 años, a su pequeño hijo Santiago, quien cumplía un añito de vida. Que esta historia de amor entre un padre y un hijo, que nos regala la Gesta de Malvinas, sirva para meditar en este día del padre sobre nuestro rol como tales y nos robe el corazón para reafirmarnos en la gratitud y la misión de donarnos silenciosamente y generosamente a nosotros mismos por amor a quienes tenemos encomendados.
LA PATERNIDAD COMO DON
Afirma el Santo Evangelio que: “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna” (Jn. III, 26).
Ser padre es cumplir una misión no merecida, pero recibida como don gratuito y generoso de Dios. Y como tal, somos deudores de este amor tan grande, amor inconmensurable, y es nuestra obligación retribuirlo amando a quienes nos han sido encomendados para ejercer esta vocación de servicio. Por ello, ser padre es donarse: es no vivir más para sí, sino vivir para el hijo. No es compatible con el egoísmo. Ser padre es ser ejemplo y puntal en la vida. Es ser oído que escucha, hombro que acoje, abrazo que repara, voz que guía. Ser padre es un acto de amor.
En este marco se comprende la profundidad de las palabras expresadas por el eximio filólogo y escritor JRR Tolkien a su hijo Michael Tolkien en su carta 38 A, que descubrimos gracias a la labor incansable de Juan Tomás Widow y su equipo de Sr. Bombadil: “Querido hijo, en cuanto a tu gratitud hacia mí y tu sentimientos de no ser un hijo digno: Dios te bendiga. Puedes devolverme todo lo que te pueda pedir, adhiriéndose a tu fe, manteniendote puro y sobrio y dándome tu confianza. Todo buen padre merece la amistad fraterna de sus hijos cuando crezcan. Pero por supuesto, desde mi punto de vista, no he cumplido más que con mi deber, y ésto, no demasiado bien. (...) Y al trabajar y mantener a mi hijo simplemente pago la deuda que tengo con Dios, mis padres y mis benefactores. La vida es así. No podemos pagar nuestras deudas con aquellos a quienes debemos: tenemos que seguir adelante: Si tienes hijos tendrás que sudar por ellos. Mientras tanto, estás haciendo todo lo que se le puede pedir a un joven. Podrías mirar a cualquiera a los ojos y decirle: ´Soy un hombre y cumplo con mi deber´. Y si puedes hacerlo con alegría, perdonando los errores de los demás y la eficacia, también estás haciendo penitencia(…)”.
Vemos claramente que ser padre es un curso permanente de crecimiento en virtudes morales y sobrenaturales. Escuela de amistad. Escuela de generosidad. Escuela de fe. Escuela de esperanza. Escuela de amor. Escuela de humildad. Escuela de fortaleza. Escuela de paciencia. Escuela de penitencia. Escuela de perdón. Escuela de reconciliación. Escuela de alegría. Imposible que no resuenen en nuestros corazones estos versículos de la parábola del hijo pródigo, la cual nos pinta de cuerpo entero la imagen del amor del padre y del hijo, dándonos la pauta de aquello que debemos imitar: “Traed enseguida el mejor vestido y ponérselo; ponedle también un anillo en la mano y sandalias en los pies. Tomad el ternero cebado, matadlo y celebremos un banquete de fiesta, porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido encontrado” (Lc. XV, 22-24).
Así me lo han enseñado con su ejemplo cotidiano mi papá, mi abuelo, mi padrino y mi suegro. Y a ellos especialmente, van dedicadas estas meditaciones agradecidas.
HÉROE DE MALVINAS
Luis Carlos Martella nació en Buenos Aires el 16 de septiembre de 1957. Egresó del Colegio Militar, en gesto de gratitud y siguiendo la tradición paterna. Con 21 años se convirtió en subteniente del arma de Infantería. En 1982 fue ascendido a teniente. Al desatarse el conflicto que dará lugar a la Gesta del Atlántico Sur en la cual nuestra Patria se enfrentó al Reino Unido de Gran Bretaña y a la OTAN, recibió como destino el Regimiento de Infantería 4 en Monte Caseros, provincia Corrientes. Con dicho Regimiento, desembarcó en las Islas Malvinas el 26 de abril de 1982. Tenía 24 años. Su primera orden fue ocupar el Monte Kent, en la isla Soledad, pero poco después fue trasladado a Dos Hermanas.
Era de noche un 11 de junio cuando fuerzas inglesas, apoyadas por intenso fuego naval, atacaron la posición donde Martella se encontraba con sus hombres. Junto a otros oficiales, suboficiales y soldados resistieron con valentía hasta quedarse sin municiones, es decir, hasta no tener ni piedras que tirar a los ingleses. Ante ello, Martella resuelve el repliegue de su sección. Así lo relata su hijo Santiago (actualmente, reconocido periodista) en una entrevista realizada por el Ejército Argentino en el marco de los 35 años de la Gesta del Atlántico Sur bajo el título “Historias de Padres e Hijos. 35 años” (video íntegro disponible en Internet en el canal de YouTube de ‘La espada de fuego Malvinas’ https://youtu.be/lzhXnOAJhYU?si=qkUZI4EJeVTPuiK9).
“La posición de mi papá empieza a ser atacada. Y unos soldados que estaban a cargo de él estaban más adelante. Y llega la orden de replegar. Y mi papá y el teniente Nasser salen a buscarlos. Escuchan una ráfaga de ametralladora y los dos se tiran, hacen cuerpo a tierra. Y cuando mi papá se vuelve a levantar hay otra ráfaga que le da en el pecho… Mi papá le alcanza a decir a Nasser que siga… Usted siga…”.
Así ofrecía si vida por amor, intentando salvar a sus soldados. A los pocos días de su entrada en la gloria, nació su segunda hija, María Constanza. La vida marcha juntos a la muerte y luego de las lágrimas y la tristeza, siempre aparece un destello de luz y de alegría.
Martella fue ascendido post mortem al grado inmediato superior, teniente primero. En su honor se erigió un busto en la plaza del Regimiento de Infantería Mecanizado 4 de Monte Caseros, y se construyó un monolito en la Escuela de Infantería.
Actualmente, sus restos velan en guardia eterna el retorno de las Malvinas en el cementerio de Darwin, en la isla Soledad.
UNA CARTA, UN TESTAMENTO
“Mi papá mandó cuatro cartas -Dice Santiago Martella, su hijo- Una de ellas me la mandó especialmente a mí el día que yo cumplí un año. Es el recuerdo más lindo y más personal y vívido que tengo de mi papá. La tengo guardada en mi casa y obviamente la llevo guardada siempre en el corazón y muy presente”.
La carta del teniente Luis Carlos Martella a su hijo reza lo siguiente:
“Querido hijo: Es esta la primera carta que papá te escribe. Mamá, que es tan buena, te la leerá cuando la recibas y la guardará para que la puedas leer tú mismo cuando aprendas a hacerlo dentro de algún tiempo. Hoy cumples un año de vida. Has crecido dentro del cariño que con mamá y el resto de la familia te hemos prodigado; los días han pasado y has dejado de ser un bebé de meses para convertirte ya en un hombre, con un largo año de vida. Con el tiempo, te enterarás de que aún antes de esta fecha, te convertiste en el hombre de la casa, cuando papá fue a cumplir su deber: defender el suelo de la Patria. Esta Patria que te vio nacer y que todo nos da, nos exige de vez en cuando algún sacrificio, hoy le exigió a papá que no pudiera estar presente en el día de tu cumpleaños, pero sólo físicamente, pues permanentemente papá está con vos.
Quiero que sepas todo lo que tu padre, hijo mío, desea para vos cuando crezcas, y que no es más que seas un hombre de bien, sólo el sacrificio y el trabajo duro y constante rinden sus frutos. En la vida, el hombre debe tener una gran meta que guíe sus pasos, esa meta no debe ser otra que el servicio a Dios, a través del amor a la Patria y a la familia. Nunca debes sentirte dueño absoluto de nada, pues todo te lo da Dios y cuando Dios te lo pida, se lo deberás entregar.
No quiero extenderme más, sólo quiero decirte que seas bueno y comprensivo con mamá, que aunque a veces te reta, lo hace por tu bien; además cuida de tus hermanos más pequeños que verán en ti a su ejemplo y alguien a quien recurrir cuando necesiten algo.
Hijo mío, ten fe en Dios. Él sabe por qué hace las cosas, da todo tu esfuerzo a la Patria para engrandecerla cada día más y bríndate entero a tu familia. Cuando tengas la tuya, sabrás qué es lo que hoy papá te dice.
¡Feliz cumpleaños, Santiago!
Te besa, Papá”.
Comenta con emoción Santiago Martella: “A medida que fui creciendo y la fui leyendo, cada vez más grande, fui entendiendo algunas cosas distintas. Es como mi propio Principito. Al Principito uno lo lee de chico es una historia o cuento de un chico… y después cuando uno lo va leyendo de más de grande va entendiendo otras cosas”.
Podemos ver cómo el teniente Martella tenía en claro el cancionero tradicional hispanocriollo que rezaba: “La ciencia más consumada es que el hombre bien acabe, porque al fin de la jornada, aquél que se salva sabe, y el que no, no sabe nada. En esta vida emprestada donde bien obrar es la llave, aquel que se salva sabe, el otro no sabe nada”.
SANTIAGO EN MALVINAS
Comenta Santiago Martella que estuvo en Malvinas en tres ocasiones y que cada una de ellas tuvo su impacto y aprendizaje particular: “Tuve la posibilidad de estar en las Islas tres veces, también durante tres épocas diferentes de mi vida. Una fue cuando era muy chiquito, en el año ´91. Después cuando viajé en el 1999 tenía 18 años y en el 2009 viajé otra vez, ya tenía 28, o sea que ya era más grande que mi papá, y ahí te terminan de cerrar un montón de cosas (...): la tranquilidad, la paz (...) de estar ahí en su cruz, en su tumba, sentarse, charlar…aunque está todos los días con nosotros pero…contarle, contarle cómo fui creciendo, cómo fui cambiando en esos años entre que fui y volví”.
Y con lágrimas en los ojos y la voz quebrada de amor y gratitud, expresa: “Y ahora espero que no pase demasiado tiempo para poder tener una cuarta visita y poder mostrarle a su nieta”.
DON RECIBIDO, DON INMERECIDO
Santiago concluye el comentario a la carta de su padre diciendo que: “En definitiva, casi todo [en este mundo] es efímero. Es tuyo pero no es tuyo. Es tuyo y lo tenés que cuidar pero, como me dice mi papá, venga Dios y te lo pida se lo vas a tener que dar porque en definitiva todo es de Él”. Este es el hijo de un héroe. Lo había entendido todo. Su padre sin duda alguna está orgulloso de él y lo guía. Pues como cantó José María Peman con excelencia en sus extraordinarios versos Romance para un hijo: “Un hijo es como una estrella a lo lejos del camino; una palabra muy breve que tiene un eco infinito. Un hijo es una pregunta que le hacemos al destino. Hijo mío, brote nuevo, en mi tronco florecido, si no sé lo que será de ti cuando me haya ido; si no es mío tu mañana ¿por qué te llamo hijo mío? El tiempo, como un ladrón, quiere robarme a mi hijo y llevárselo muy lejos hacia un mañana indeciso, donde no pueda abrigarle con el sol de mi cariño. -¡Es mío!- le grito al tiempo, y el tiempo responde -¡es mío!-. Y así me lo va llevando poco a poco de mí mismo, igual que a una rama el viento, igual que a una flor el río. íMano cerrada y cruel del porvenir indeciso; abre un poco, que yo vea lo que traes a mi hijo! Es, en mi vida toda, lo que tengo por más mío, ¡y no puedo ni quitarle una piedra en su camino! ¡Qué vana cosa es el hombre! ¡Qué vano es su poderío! A eso que es toda su vida y que es todo su cariño, ¿por qué con tan loco orgullo le llama el hombre hijo mío? ¿Acaso es suyo el mañana? ¿Acaso es suyo el destino?”.
Que el buen San José, obedientísimo a la voluntad del Padre Celestial, nos enseñe a ser agradecidos con nuestros padres y bienhechores. Y que como Padre nutricio de Nuestro Señor Jesucristo, para todos aquellos que hemos recibido el don inmerecido de la paternidad, nos guíe con su mano segura para ser dignos de llevar el mejor título que un hombre puede tener en esta tierra: papá.
*Profesor de Historia. Diplomado en Conducción y Liderazgo Sanmartiniano por la Escuela Superior de Guerra Conjunta. Vicepresidente de la Asociación Civil Movimiento Jóvenes por Malvinas.