A izquierda y a derecha se denuncia que Israel es un estado genocida y terrorista, por la guerra que lleva adelante contra Hamás y Hezbolá. Al respecto, y en defensa de dicho Estado, cabe afirmar que, entre las 14 leyes básicas fundacionales de Israel, no existe un solo párrafo en el que se aluda, ni de refilón siquiera, a la destrucción de otro pueblo y que sus fuerzas armadas fueron creadas con un objetivo principal: el de defender el territorio y su población de agresiones externas.
Hay que recordar que el mismo día en que nació el estado de Israel le fue declarada la guerra. De sus enemigos más directos (entre otros Hamás y Hezbolá) se puede decir exactamente lo contrario. Eso es así porque, en sus actas fundacionales, expresan, confesamente, que se constituyen para destruir el estado de Israel.
Por su lado, el régimen iraní de la revolución de Komeini financia y da apoyo armamentista y logístico a estos grupos terroristas y el ex presidente Mahmud Ahmadineyad, estando en funciones, prometió "borrar del mapa" a Israel.
Los partidos marxistas-leninistas y la izquierda de todo el mundo, por su parte, se pronuncian claramente y sin eufemismos en contra de la existencia del estado de Israel.
Se dicen enemigos del Estado de Israel y no enemigos del “gobierno de Israel”. Es decir, del organismo que tiene por objeto defender la vida, la libertad y la propiedad de los judíos.
Luego, acabar con el Estado judío es dejar a los individuos judíos inermes a merced de Hamás (como lo estuvieron ante los nazis). Corolario: el antisionismo es la fase superior del antisemitismo.
Equiparar al que agrede con el que se defiende de la agresión es un disparate moral y, también, para el agredido, una conducta suicida.
De allí que los países en los que rige el estado de derecho gasten sumas siderales en sus fuerzas armadas y agencias de inteligencia.
Es que el reinado de la paz no depende de los pacíficos sino de los que se arman y están dispuestos a pelear para defenderla. Si no fuera así, los sucesores de los genocidas Hitler, Stalin o Lenin gobernarían el mundo.
LA ARGENTINA
En la Argentina de la década del ’70 la banda marxista-leninista ERP (Ejército Revolucionario de los Trabajadores), organizó y llevó a cabo un serio intento para acabar con el Estado argentino.
El propósito de tan siniestro fin era el de instaurar la dictadura del proletariado. El marxismo-leninismo, como Hamás, es una ideología criminal responsable de los 100 millones de homicidios que ocasionó allí donde se hizo del poder.
A los que se debe sumar la miseria, la esclavitud y, como no, el terrorismo permanente al que sometió a sus ciudadanos. El ERP asesinaba policías, sindicalistas, políticos, civiles, niños y empresarios. También, atacaba cuarteles, centrales de policía y, en Tucumán, ocupaba y quería amputar esa parte del territorio nacional. Así las cosas y al otro día del ataque del ERP al Cuartel de Azul (20 de enero de 1974), el presidente Perón tomó el toro por las astas. Vestido con su uniforme de general de la Nación se dirigió a los argentinos por Cadena Nacional y, entre otras cosas, dijo:
“…Estamos en presencia de verdaderos enemigos de la patria, organizados para luchar en fuerza contra el Estado (…) el Gobierno Nacional, en cumplimiento de su deber indeclinable, tomará de hoy en más las medidas pertinentes para atacar al mal en sus raíces, echando mano a todo el poder de su autoridad y movilizando todos los medios necesarios. (…) El aniquilar cuanto antes este terrorismo criminal es una tarea que compete a todos los que anhelamos una patria justa, libre y soberana, lo que nos obliga perentoriamente a movilizarnos en su defensa y empeñarnos decididamente en la lucha a que dé lugar.”
Toda una declaración de guerra del Estado a los que le habían declarado e iniciado la guerra.
En una carta fechada el 22 de enero de 1974, dirigida a los militares que defendieron el cuartel y que envió a todas las unidades militares, no dejó la menor duda sobre el modo en que reprimiría a a los terroristas del ERP. Ello así en el párrafo donde dice: “…que el reducido número de psicópatas que van quedando, sea exterminado uno a uno para bien de la Republica.”
Ni Perón, ni Videla por exterminar al ERP; ni Netanyahu por hacer lo propio con Hamás, son genocidas. La aniquilación del ERP fue una política de Estado que ejecutaron tanto Perón como Videla, en circunstancias de una guerra revolucionaria.
El primero creo la Triple A (la que inauguró la táctica de desaparecer a los terroristas) y, el segundo, grupos de tareas en función de lograr la victoria en el menor tiempo posible.
Es en el contexto de una guerra en el que se deben valorar los acontecimientos. El del genocidio es la mentira más grande jamás contada en la Argentina. Mienten o son unos burros que no conocen la historia, los Firmenich, los Gorriarán Merlo, los Vaca Narvaja; mienten las madres de los terroristas, los periodistas, los sacerdotes (Bergoglio, incluido) que afirman lo contrario; por supuesto, mienten como bellacos los peronistas que niegan que Perón haya iniciado el genocidio, pero peor todavía, miente el Estado.
Vaya como prueba el siguiente caso: El fiscal general Martín Suárez Faisal, a cargo de la Oficina de Derechos Humanos del Ministerio Público en Santa Fe, pidió el procesamiento de Gabriel Kesler. Según éste, Kesler desde el año 1973 hasta 1979 operó como agente de inteligencia del Estado con la misión de infiltrase en el ERP.
Su trabajo habría consistido en proveer información sobre la identidad y ubicación de los miembros. Él, aunque reconoce su pertenencia al ERP, niega categóricamente que haya sido un delator.
Para el fiscal, Kesler habría señalado a unas 150 combatientes desaparecidos, pero, por ahora, le imputa sólo cuatro casos. Éstos últimos, habrían ocurrido en 1974 en la provincia de Santa Fe.
La respuesta del juez federal Reinaldo Rubén Rodríguez fue dictar el procesamiento, con prisión preventiva y embargo de bienes, de Gabriel Benjamín Kesler por "considerarlo presunto partícipe necesario de las privaciones ilegítimas de la libertad -agravadas por haberse cometido con violencias y amenazas-, tormentos -agravados por tratarse de perseguidos políticos- y homicidios…”
En opinión del que suscribe, un escándalo de proporciones colosales cuyo grado de aberración no debe medirse tanto por la causa (aberrante en sí misma) sino porque ésta no escandaliza a nadie.
En primer lugar, hay que decir que exponer, públicamente la identidad de un espía del Estado, en este país, constituye la comisión de un delito. Segundo: si es cierta la acusación, Gabriel Kesler arriesgó su vida siguiendo las directivas de sus superiores. Entre ellos, nada menos que Juan Perón; quién, como está probado en sus discursos del mismo año en que desaparecieron las cuatro personas, instó a exterminar a los “sicópatas”.
A propósito, ¿alguien siquiera puede imaginar que un juez de Israel procese a un agente del Mossad por infiltrarse y dar información de Hamás?
Plan sistemático
Tercero, para el juez Rodríguez y el fiscal Suárez Faisal, la actuación delictiva de Kesler se hizo bajo la cobertura de un Plan Sistemático de Exterminio de la Población Civil (genocidio).
Ahora bien, omitieron que dicho “Plan” fue diseñado y ejecutado desde el gobierno peronista dos años antes del golpe de Estado de 1976.
Cuarto: para el juez y el fiscal los desaparecidos por la supuesta acción de Kesler lo fueron por hacer política y no por perpetrar asesinatos y todo tipo de crímenes para hacerse del poder. Perón los trató de “enemigos de la patria”, “sicópatas”, terroristas criminales”, etc. Sí, el mismo trato que le da Netanyahu a los criminales de Hamás.
Quinto: Kesler es un caso más de los miles de perseguidos por haber, o no (dado que se condena sin pruebas), combatido al terrorismo marxista-leninista; el cuál se monitoreaba desde Cuba.
No albergo la menor esperanza de que esta miserable situación cambie desde el poder judicial. Miles de hombres, en su gran mayoría, de bien, han sido objeto de persecuciones que incluyen cárcel, difamación pública y negación de sus derechos más elementales. Por esto, la justicia federal, hiede.
Qué se puede decir de un poder legislativo que escracha a media docena de diputados que fueron a visitar a perseguidos políticos a la cárcel. Ni se les ocurra siquiera preguntar por la causa de Kesler. No vaya a ser que los que deben sus cargos al sujeto que envió a Kesler a infiltrase y denunciar (Perón), los corran por “negacionistas”.
Por último, como bien dice el hombre que está sacando a la Argentina del albañal kirchnerista: el cambio pasa por lo moral; el éxito económico es consecuencia del primero.
Los liberales argentinos, en su gran mayoría, han callado, cobardemente, ante esta injusticia. Ahora bien y yendo al rol que jugó el Poder Ejecutivo, está claro que desde la presidencia de Néstor Kirchner hasta hoy, y de diversas maneras, éste ha sido parte de esta ignominia fétida. Por ejemplo, presentándose como querellante a través de la Secretaría de Derechos Humanos, contra los “malditos” represores.
Sr. Presidente, no lo haga usted con Gabriel Kesler…