Mirador político

Segundos, afuera

El escenario electoral 2025 está comenzando a delinearse cada día con mayor nitidez. Habrá polarización entre Javier Milei y Cristina Kirchner, aunque ellos no sean los candidatos y aunque esa realidad espante al grueso de la dirigencia de los partidos que queda fuera de carrera. Por ejemplo, a Elisa Carrió, que predice una catástrofe institucional con la caída del Gobierno, si la dos veces presidenta gana la provincia de Buenos Aires.

Carrió volvió a su rol de Casandra porque, al igual que otros dirigentes de segunda línea, corre riesgo de desaparecer, si la grieta sigue ahondándose. Por eso advierte que dar por terminada la carrera política de CFK es subestimarla; el error cometido por Mauricio Macri en 2019 que terminó con el peronismo de vuelta en el poder. Ese razonamiento es, sin embargo, falaz por dos razones centrales.

La primera es que Milei no es Macri. El fundador del PRO era parte del sistema, la “casta”, que el actual Presidente impugna. Macri nunca tuvo un proyecto reformista. Quiso captar el voto peronista para hacer reformas liberales, una “contradictio in terminis” que por poco desemboca en un desastre.

Milei, en cambio, es el portavoz de los que están hartos de la ineptitud y la corrupción de la dirigencia tradicional. La motosierra no solo funciona para el gasto público.

Milei tiene además un liderazgo fuerte y personalista. El único que se maneja con cierto grado de autonomía es Luis Caputo. Las demás áreas de gobierno y los bloques legislativos son descartables. Mondino acaba de comprobarlo.

El reducidísimo núcleo de poder (los dos Milei y los dos Caputo) es el que permitió la drástica poda del gasto público, clave de la estabilidad macro porque fortaleció al Presidente y eliminó la alternativa del helicóptero.

La segunda razón está en el marco económico. Después de ganar en 2017 Macri creyó haber llegado a la orilla y postergó el esfuerzo fiscal. Difícilmente Milei cometa igual error. Descubrió que la mayoría de sus votantes quiere sacarles recursos a los que viven del Estado. Cree que esa política es un activo electoral, no un pasivo. Esto provocó expectativas económicas favorables que se reflejan en los mercados, por ejemplo, el cambiario.

Así como Milei tendrá la voz cantante en el armado de las listas oficialistas, Cristina Kirchner la tendrá en las de la oposición. Hoy es la oferta más nítida contra la propuesta libertaria. Además controla al peronismo, porque nadie la desafía. Axel Kicillof amagó con hacerlo, pero desistió. Es el calco de Eduardo Duhalde en su pelea con Carlos Menem. Todos saben cómo terminó Duhalde.

Por último, los que quedaron fuera de la polarización -Carrió, los radicales, peronistas marginales, algunas fuerzas de provincia, la izquierda- carecen de candidatos atractivos y de propuesta viable. Su problema no es la grieta, ni la pérdida de institucionalidad, ni los malos modos de Milei o la corrupción K. Es que recitan libretos que ya no interesan a nadie en teatros vacíos.