La comentada correspondencia de Don José de San Martín con su apoderado en Buenos don Miguel José de Riglos, es muy interesante y permanece prácticamente inexplorada. Reafirma algunos conceptos de Oscar Carbone y Raúl de Labougle, respecto al patrimonio del general. Pero nos informa de otros aspectos desconocidos sobre los movimientos o actividades de San Martín.
En noviembre de 1824 le informaba desde Bruselas: “He visto maniobrar setenta mil prusianos en el campo de Innsbruck por el espacio de once días. ¿Quién hubiera podido remitir algunos de ellos para el Perú?”.
Y agregaba: “He recorrido toda Holanda, es país digno de verse tanto por el carácter original de sus habitantes como por su industria sin igual, pero sobre todo por sus magníficas obras hidráulicas”.
Además sabemos que había remitido a Buenos Aires “un gran cajón de libros y grabados” por Mr. Lafitte en el Havre, para que se embarcaran en La Bayonesa y dos chimeneas por medio de un señor Dickson para su hermano político Manuel de Escalada.
San Martín para desplazarse en Europa había comprado en un remate una berlina, y pensaba utilizarla Buenos Aires en esta ciudad a su vuelta, pero como había demorado su retorno decidió que Riglos la vendiera, por lo que la embarcó en el buque De Hope.
También le encargó que idéntica conducta tomara con los libros modernos, no los viejos ni las estampas para comprar otros; lo que nos revela su permanente afición a la lectura y contar con una buena biblioteca consigo.
PROBLEMAS DE SALUD
Su salud no era la mejor, sufría fuertes dolores debido al reumatismo, pero no dejaba de señalar estos episodios con humor como cuando le escribió general Miller: “Casa vieja todas son goteras. Esto es lo que pasa por mí; ayer me he levantado después de once días de cama de resultas del incómodo reumatismo que se apoderó de mi pierna izquierda y que sólo se ha podido desalojar a fuerza de sanguijuelas y baños; algo mejorado…”.
En otra carta afirmó: “Mi salud sigue buena en el día: no es extraño en la buena estación -está firmada el 21 de junio de 1827 primer día del verano en Europa- más análoga al temperamento a que estamos acostumbrados, porque es menester haberse criado en ellos”.
Para aliviar las molestias del reumatismo, el 1º de mayo de 1828, le anunció a Miller “dentro de doce o quince días partiré para Aix la-Chapelle, a fin de tomar los baños, a fines de junio estaré de regreso en ésta”.
El 16 de junio de 1828 ya instalado en la estación termal le narraba su experiencia: “El 27 salí de Bruselas para estos baños, bastante aliviado de mi reumatismo: más bien fuese el movimiento del carruaje o lo húmedo del día, a mi llegada a Liège, el 28, me encontré en un estado de postración tal, que me fue imposible continuar mi marcha hasta el 11 del corriente, que llegué a ésta, sufriendo lo que es indecible, especialmente el brazo derecho, que se me había hinchado monstruosamente. El 6 comencé a tomar los baños, y a pesar de la estación, que no me ha ayudado por lo fría y húmeda, me encuentro en el día con un alivio extraordinario”.
Minucioso en detalles, daba cuenta de la visita de su viejo ayudante el general irlandés Juan O´Brien, “pero como el estado de mi salud me obligaba a partir; no pude estar en su compañía más de dos días… Si mi salud sigue en la mejoría que hasta el presente experimento, regresaré a Bruselas el 12 del entrante”.
Y aclara los motivos: “con el fin de traerme a casa a Mercedes, pues, en este día, se cierra la pensión en que se halla hasta el 1º de agosto, que concluyen las vacaciones de verano: en seguida regresaré a esta para continuar los baños por todo el tiempo que me lo permita la estación… Justo, que se halla en mi compañía”.
Cuando encontró que su correspondencia había “sido pasto de la curiosidad de la policía prusiana y francesa”; aconsejó a Miller omitiera en los nombres el nombre de “general y ponga simplemente Mr. St. Martín”.
Por 1828 a causa de la guerra con el Brasil, la falta o demora de los pagos de sus sueldos, el Libertador empieza a sufrir una merma en sus ingresos, por esa razón decide abandonar la casaquinta de las afueras de Bruselas y trasladarse al centro.
Así le cuenta a Miller: “Si tiene usted algo que escribirme, hágalo a esta -Rue de la Fiancée, num 14222- que es la nueva casa que habito, que desde aquí me dirigirán sus cartas”.
Al año siguiente se realizó un censo de población, quien fuera nuestro colega académico Luis Santiago Sanz, que además fue embajador en el Reino de Bélgica lo encontró registrado en uno de los departamentos de esa dirección como “Marcelis, Josephus Jan, de 48 años, natural de Buenos, rentista, de religión católica, viudo de María Escalada”.
Uno de sus subordinados, el general Miller estaba escribiendo sus memorias y lo consultaba permanentemente por distintos temas de la campaña libertadora, que él contestaba prolijamente; en octubre de 1827 le advirtió: “Permítame le haga una observación, la que espero no la atribuya a un exceso de moderación, sino a verdadera justicia. Usted carga demasiado la mano en elogios míos: esto dará a su obra un aire de parcialidad, que rebajará su verdadero mérito. Conozco demasiado bien la honradez e independencia de su carácter para atribuirse sus elogios por deferencia hacia mí…”.
Intentó el conseguir un editor para la obra de Miller en Bruselas, vio a dos libreros a los que conocía, pero no tuvo éxito en la gestión, razón por la cual aclaró: “Dicen que todos los de este país son miserables”.
EL RETRATO
En esa carta del 10 de octubre de 1828 el Libertador habla de su retrato “que estará concluido la semana entrante… Afortunadamente me avisaron había llegado un francés de regreso de Spá, hombre de habilidad, y efectivamente puedo asegurar a Ud., que por lo que respecta a la ressemblance no deja nada que desear. En fin, Ud. me ha hecho quebrantar el propósito que había hecho de no volverme a retratar en mi vida”.
El 24 le envió la prueba del trabajo realizado por el francés Jean Baptiste Madou y apuntó: “Los que lo ha visto dicen que aunque se parece bastante, me ha hecho más viejo y los ojos se encuentran defectuosos; ello es lo mejor que se ha podido encontrar para su ejecución; -al fin yo he cumplido con su encargo, asegurándole será el último retrato que haga en mi vida”.
No fue el único retrato, otro de esa etapa en Bruselas. El famoso cuadro que lo muestra envuelto en la bandera argentina algunos autores dicen que fue pintado por una maestra de dibujo de su hija y que ella intervino en su confección, y Bonifacio del Carril opina que la mano de Madou estuvo en ese lienzo que es tan conocido. Otro retrato atribuido al pintor Francois-Joseph Navez, uno de los más reconocidos de su tiempo, que culminó su carrera como Director de la Academia de Bruselas, se exhibe en el Museo Histórico Nacional.
(Continuará)
* Fragmento del discurso pronunciado por el historiador Elissalde el jueves 26 de septiembre en la ceremonia de incorporación como miembro de número de la Academia Sanmartiniana.