Con Perdón de la Palabra

Represión y represores

Es notable hasta qué punto la manipulación del idioma puede llegar a tergiversar el sentido de las palabras al inyectarles una carga de mala intención. Los ejemplos de ello son múltiples pero me reduciré al que es motivo de estas líneas y que son los términos represión y represores que les sirven de título.

Resulta en efecto que la sola mención de los mismos provoca en el lector desprevenido una actitud de rechazo por considerarlos descalificatorios sin más. Y la cosa no es así. 

Reprimir es una noble actividad que llevan a cabo las fuerzas armadas y de seguridad. La cual hace incluso a su razón de ser. Reprimen aquéllas a los enemigos externos de la nación y reprimen éstas a los enemigos internos de la sociedad. Y cuanto más eficaces sean en realizar tales tareas mejor estarán cumpliendo con su misión. 

Sin embargo, la carga de mala intención efectuada a su respecto llevó a que se descalifique lisa y llanamente a quienes las llevaron a cabo. Lo cual ha tenido por consecuencia, entre otras cosas, que el común de la gente acepte como algo lógico que los represores estén presos.

PENOSA SITUACION

Sobrellevan aquí esa penosa situación quienes, en su momento, enfrentaron a la subversión marxista durante los años 70. Y que permanecen presos, imputados como autores de delitos de lesa humanidad. Muchos sobrellevando una interminable prisión preventiva y otros en virtud de condenas dictadas con ligereza cuando no decididamente inicuas. Centenares de ellos han muerto en prisión y otros tienen su salud seriamente quebrantada.

Se me podrá objetar que esa gente no está presa por haber combatido a la guerrilla sino por los métodos que emplearon entonces. Es decir por haber hecho desaparecer a sus adversarios. Cosa que no siempre fue así. Y que, aunque lo fuera, contrasta con la suerte corrida por los guerrilleros, que gozan de total libertad, han desempeñado cargos públicos e, incluso, recibieron elogios por parte de funcionarios actuales.

Disparidad de criterios que refleja claramente el hecho de que a los represores se les imputen delitos imprescriptibles y hayan prescripto los cometidos por guerrilleros. Por ejemplo, murió en su cama Fray Antonio Puigjané, organizador y partícipe del asalto al cuartel de La Tablada y del asesinato de Tachito Somoza en Asunción. Mientras tanto sigue preso el Teniente Coronel Losito, que comandó a los defensores de Top Malo House en la Guerra de Malvinas. 

Tiempo atrás la misa terminaba con una oración al arcángel San Miguel, en la cual, con referencia al demonio, se decía: Reprímale Dios pedimos suplicantes. Lo cual traigo a colación para ratificar hasta qué punto, a veces, reprimir es necesario y conveniente.