Reflexiones sobre el fracaso argentino

 

¿Por qué es tan difícil gobernar Argentina?

Por Marcos Novaro

Fondo de Cultura Económica. 300 páginas

El descalabro político y económico de la Argentina de los últimos veinticinco años que desembocó en la irrupción de un verdadero outsider que -creemos- defiende las ideas correctas es una tentación y un reto para los pensadores de fuste. ¿Qué diablos nos ha pasado? ¿Por qué tanta incompetencia en nuestra clase dirigente? ¿Por qué no podemos instrumentar reformas de largo aliento? Marcos Novaro (Buenos Aires, 1965) recoge el guante y propone explicaciones en su libro más reciente.

¿Por qué es tan difícil gobernar Argentina? Y cómo nuestros presidentes y coaliciones podrían hacerlo mejor es un ensayo útil y bien intencionado. Al autor -sociológo y doctor en filosofía- podríamos definirlo como “institucionalista”, es decir cree profundamente en la importancia de los compromisos formales para elevar la acción política. El “vamos viendo” resulta fatal en este arrabal “que parece haberse vuelto un caso extremo de subdesarrollo, incluso de desaprendizaje de las más elementales expertises políticas”.

Novaro transmite la impresión de que la avenida del centro -tan denostada en estos tiempos de polarización forzosa- es la vía más apropiada para salir del pantano. Hace unos días, acompañó la presentación del libro María Eugenia Vidal, toda una definición ideológica.

“Cada vez nos gobernamos peor porque cada vez hay más disputas irresueltas y menos colaboración”, sentencia el excelente politólogo en la introducción. ¿Y esto por qué? Tiene relación con la fragmentación de nuestro sistema de partidos (tenemos 46 fuerzas nacionales, un récord mundial), con un sistema electoral y de relaciones inadecuado para el surgimiento de coaliciones firmes y con un federalismo fallido que tiende a generar inestabilidad. Los cambios urgen (no sólo económicos) y al final de su trabajo Novaro desgrana una serie de recomendaciones “para desatar los nudos del mal gobierno”.

 

DE LA ALIANZA A MILEI

 

Para el lector no avezado la parte más interesante del libre es probable que comience en la página noventa (la ciencia política, aunque necesaria, es aburrida de leer). Novaro examina las experiencias de gobierno recientes. Desde 1997 hasta mayo de 2024. Vale decir, desde la Alianza hasta los primeros pasos de Javier Milei.

Es notable como la lupa del entomólogo va develando la lógica del accionar de un Fernando De la Rúa, un Eduardo Duhalde, una Cristina Kirchner, un Mauricio Macri o un Rodríguez Larreta, por mencionar algunos de los especímenes estudiados. Destacando siempre cuál es, más allá de las ambiciones personales, el marco de incentivos y reglas de juego imperantes que los llevaron a hacer lo que hacen o hicieron. “Demasiadas reglas que favorecen la incongruencia”, denuncia el erudito.

Un ejemplo: el problema de la sucesión del liderazgo está directamente ligado al hecho constitucional de la reelección indefinida; no simultánea pero indefinida. Este dato explica los juegos maquiavélicos de Cristina y Mauricio para mantener la preeminencia en sus partidos. Ella eligiendo un títere como candidato (era claro que Alberto F. no tenía pasta de líder ni peso político propio); él desquiciando al PRO primero con sus titubeos luego con maniobras que, a la sazón, fueron una de las causas fundamentales de la debacle electoral de Juntos por el Cambio en 2023. El señor Novaro nos recuerda que, en medio de una “enorme dosis de personalización y precariedad institucional, casi ningún líder destacado de nuestra historia se ha retirado de la lucha por el poder hasta su muerte y sus partidos han atravesado largas batallas intestinas sin resolución”. Qué distinto a un George W. Bush o un Barack Obama, ¿no?

La mirada de Novaro sobre Javier Milei es severa. Reconoce su inesperado talento para conectar con las demandas de una comunidad hastiada de los políticos inútiles. Explica el aguante social al ajuste por cierto cierto entrenamiento que mantenemos los argentinos hace lustros “en la adaptación al empobrecimiento”. Y conjetura que la diferenciación básica del liberalismo de los libertarios respecto a las fuerzas existentes “no pasa por un afán particular por asegurar la transparencia de la cosa pública, mucho menos en el sueño de construir una república potente y equilibrada sino, en esencia, y más modestamente, pasa por hacer que el manejo del Estado sea lo más barato y los más sencillo posible para un gobierno encabezado por un presidente popular pero carente de bases en el resto de las instituciones”.