ENTREVISTA A OSVALDO BAIGORRIA, AUTOR DE ‘TERMINAL 2020’
Recuerdo de los días más inciertos
La novela cuenta una relación amorosa situada en medio de las cuarentenas y la emergencia sanitaria mundial. Pretende ser una historia a la vez íntima y colectiva.
El reconocido escritor y periodista Osvaldo Baigorria presentó Terminal 2020, su más reciente novela, en la que combina lo íntimo con lo colectivo, lo real con lo onírico e interpela directamente al lector sobre cómo se vivieron –y sobrevivieron– los días más inciertos de la pandemia. Con una prosa reflexiva, sensible y a la vez punzante, Baigorria despliega una historia de amor situada en el año más crítico del covid-19, cuando el aislamiento y la incertidumbre sacudieron los vínculos más profundos.
En una charla exclusiva, el autor nos deja pasar a la antesala de su hermética y solitaria privacidad, a la cual solo se llega a través de una lectura analítica de su obra y publicaciones precedentes.
“El origen de Terminal 2020 fue una combinación de lecturas y experiencias” comenta Baigorria cuando se le consulta sobre la génesis de su nueva novela. “Inmediatamente después del 2020, ese año que fue como una bisagra entre épocas, sentí la necesidad de procesar la experiencia de transitar la pandemia, ver la muerte de cerca y aprender a cuidar al otro. Luego, la lectura de relatos de duelo, como los escritos por Roland Barthes, Joan Didion, Nathalie Léger y otras, me impulsó a escribir la historia de una pareja confinada por la plaga que rondaba por la ciudad, acechada por la muerte y por todo lo que se puso en juego durante esos meses”.
En Terminal 2020 (Seix Barral, 220 páginas) Baigorria elige el formato de la ficción con tintes autobiográficos para retratar un vínculo amoroso que se desarrolla en un contexto más que crítico y doloroso. Pero lejos de limitarse a una simple historia de pareja, la novela se sumerge en múltiples dimensiones del cuidado: el cuerpo enfermo y vulnerable, los lazos afectivos puestos a prueba por el encierro y el miedo, y los rituales íntimos de acompañamiento en medio del caos.
“La Beatriz de este libro evoca a la Beatriz de Correrías de un infiel -afirma-. Una de mis novelas anteriores, la cual fue situada en un contexto muy diferente, dentro de un viaje a La Pampa en busca de las raíces nativas del narrador. Viaje en el que también se abren las preguntas sobre el amor, la pareja, la posesividad y la ancestral poligamia de las sociedades indígenas. En cierta medida podría encontrarse una continuidad temática entre aquella y esta novela, aunque desde luego con otro cierre para la protagonista”.
UN ARTESANO
Nacido en Buenos Aires en 1948, Osvaldo Baigorria dice ser mucho más que un escritor y periodista: es también un viajero incansable, un sembrador de árboles, un artesano de la palabra y del cuerpo.
Su vida es un mapa de rutas alternativas, que incluye un conocimiento de las grandes ciudades que habitó, como también las de los márgenes. Redacciones de revistas, charlas de café con atmósfera de cigarrillo y las desérticas orillas del Delta en momentos de reflexión absoluta.
Vivió en Lima, Quito, San José de Costa Rica, Oaxaca, Madrid, Milán, San Francisco y la Columbia Británica canadiense. Fue obrero, bombero forestal, traductor, docente universitario y cultivador de una ética del desvío.
-Su escritura tiene una gran base en lo vivido. ¿Qué sensación debe encenderlo para que lo experimentado se convierta en un libro?
-Creo que la experiencia tiene que ser lo suficientemente fuerte, singular y hasta cierto punto extraordinaria, sea por las emociones, descubrimientos o aprendizajes vitales que suscita, para que pueda armar un relato que interese a quien lo lea. No me imagino ponerme a escribir sobre cómo desayuno o meriendo cada día, ni dedicarme a hacer un registro de actividades cotidianas en las que realmente no pasa nada.
Baigorria a los 76 años puede jactarse de una vida cincelada por varias existencias. Fue muchas personas en una y trabajó en muchas áreas que siempre terminaron de condensarse en la escritura. Como periodista, formó parte de revistas del pensamiento crítico y contracultural como Crisis, El Porteño y Cerdos y Peces, entre muchas otras. También escribió para diarios como Página/12, Clarín, El Independiente y Tiempo Argentino. Su mirada ha sido siempre incómoda, contestataria, sensible y profundamente personal. Durante años también fue docente en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, donde formó a nuevas generaciones de periodistas y escritores.
CAMBIOS
-¿Qué siente que cambió de aquel autor que publicó ‘Llévatela, amigo, por el bien de los tres’ en 1989 al escritor consagrado de hoy con ‘Terminal 2020’?
-Muchas cosas se repiten, para bien o para mal. Quisiera pensar que es porque tratan de cuestiones eternas y no por obsesiones personales. Las preguntas sobre la relación de pareja, la posesividad y la utopía del poliamor, que estaban tematizadas en Llévatela… vuelven a aparecer en otros libros y por cierto también en Terminal 2020.
-¿Qué mirada tiene sobre la situación actual del país, en la cual la política parece atacar directamente a la cultura como un área de pérdida de recursos?
-La situación actual es caótica, pero en ese sentido el país no queda muy lejos de lo que pasa en el resto del mundo, que también vive en estado de caos permanente. Si la política es el arte de vivir juntos en tanto partes de una ciudadanía, se ve que hoy existe mucha voluntad de destrucción, de tensionar y exacerbar conflictos que afectan a la convivencia, pero si ampliamos la noción de cultura a lo que hacemos con nuestras manos, voces y cerebros, también podemos ver una interesante multiplicación de la expresividad y la creatividad a nivel microsocial y micropolítico.
-El Gobierno actual se adueñó del concepto libertad y usted es un alma muy libre, al menos eso parece de leer sus trabajos y observar su historia.
-La libertad es una idea bastante relativa. Siempre se es libre con relación a algo y se es prisionero con relación a otro algo. Deberíamos aspirar a liberar el propio pensamiento de toda idea que lo fije, paralice o inmovilice en una posición única, cuando la realidad es siempre dinámica. Para ser más libres, sería necesario liberarse incluso de toda idea fija de libertad, que finalmente es solo un concepto, una entelequia o abstracción que puede usarse en diferentes direcciones según quién lo enuncia.