LA MIRADA GLOBAL

¿Qué se dirime en Egipto?

Cada vez que les dieron a elegir, los islámicos eligieron a partidos religiosos. Resulta evidente, entonces, que la "primavera árabe", que no sólo liquidó a Hosni Mubarak, sino también a los regímenes de Túnez y Libia y desató una guerra civil en Siria expresó una condena a los gobiernos secularizados que proliferaron en esa parte del mundo desde la Segunda Guerra Mundial.

El olvidado escritor italiano Giovanni Papini imaginó en una de sus novelas a un historiador que, para mejor comprender los hechos del pasado, escribía sus libros en orden cronológico invertido, de lo más reciente a lo más remoto. "Sin haber narrado la aventura de Napoleón no se comprende nada de la Revolución Francesa", explicaba a los incrédulos.

La parodia de Papini acaso tenga más validez de la que aparenta. Podría ayudar por ejemplo a analizar la situación en Egipto, donde el vendaval informativo de los últimos días desdibuja una secuencia de hechos que se comprende con más nitidez relatándola hacia atrás.

Veamos. La crisis actual explotó la semana pasada por la cruenta represión a los simpatizantes del gobierno islamista de la Hermandad Musulmana, depuesto el 3 de julio por las Fuerzas Armadas. Ese gobierno había asumido el año pasado tras vencer en las que se definieron como "las primeras elecciones democráticas" de la historia del país. Esos comicios, a su vez, fueron la consecuencia de la caída del régimen secular de Hosni Mubarak, quien gobernó el país por tres décadas hasta que fue derribado en 2011 por la ola de protestas englobadas bajo la denominación de "primavera árabe".

El relato podría seguir, pero ya en este punto pueden percibirse algunas ventajas del orden cronológico invertido. Resulta evidente ahora que la "primavera árabe", que no sólo liquidó a Mubarak sino también a los regímenes de Túnez y Libia y desató una guerra civil en Siria, no expresó tanto la demanda de un sistema democrático de tipo occidental cuanto una condena a los gobiernos secularizados que proliferaron en el mundo islámico desde la Segunda Guerra Mundial en adelante.

Sin duda es probable que una porción considerable de las sociedades musulmanas quiera vivir en sistemas democráticos. Pero también es cierto que cada vez que les dieron a elegir, la mayoría de los votantes del mundo islámico eligieron a partidos religiosos. Pasó en Argelia en 1991, donde los militares anularon las elecciones y lanzaron una feroz represión para impedir el seguro triunfo islamista; pasó en Gaza en 2006, donde se impuso el grupo extremista Hamas, y ocurrió en Egipto el año pasado.

Sin ingenuidad aparente, gobiernos y analistas de las grandes potencias esperaron hasta estos días para verificar que la disputa que desgarra a los musulmanes no es entre democracia y dictadura, sino entre religión y secularismo. Comprobaron además que, como el islam no distingue (todavía) la religión del Estado, las urnas pueden arrojar resultados desagradables. Pero aseguran que el remedio está al alcance de la mano: se trata de arrear a 1.200 millones de musulmanes por el mismo camino que transitó Occidente en los últimos cinco siglos.

"Sin la tradición occidental de separar lo sagrado de lo secular -que sólo ocurrió después de las sangrientas guerras de la Reforma protestante-, las batallas por el papel del islam en la política incomodarán por generaciones a las democracias incipientes del Medio Oriente", alertó Charles Kupchan en el New York Times.

Con mayor seguridad, el ex canciller israelí Shlomo Ben Ami se animó a vaticinar en El País de Madrid que "la batalla entre el laicismo y la religión en el mundo árabe no ha de durar siglos, como ocurrió en Europa"", y ello gracias al "largo proceso de progreso social y científico que permitió a Occidente preparar el terreno para la democracia moderna".

Opiniones como las anteriores revelan entonces que el método del historiador de Papini no estaba tan desorientado: sólo ahora, y gracias a los hechos de Egipto en 2013, parece que estaremos en condiciones de comprender qué significaron la Reforma y las guerras de religión en la Europa de hace 500 años.