Premiaron a una maestra que se juega

Gloria Cisneros fue distinguida por la Fundación Varkey por su compromiso educativo. Brinda su conocimiento y pasión por la enseñanza con los niños en una escuela rural ubicada en el Impenetrable chaqueño. Quiere que su historia sirva de inspiración a otros.

“La docencia siempre fue un acto de amor, incluso hace muchísimos años, se enseñaba con honores. Hacerlo con esa misma devoción y con la misma vocación, llena de satisfacción a los propios docentes. Porque lo están haciendo por los niños que van a ser el futuro de nuestro país, no necesariamente para que ellos sean profesionales, sino también para que aprendan a desenvolverse en la vida y responder de buena manera a la sociedad”, explicó a La Prensa Gloria Cisneros, una de las docentes elegidas por la Fundación Varkey en la campaña que lanzó en la Argentina para destacar y homenajear la labor de los educadores argentinos.
Gloria es la maestra de la escuela primaria 793 “Don Carlos Arnaldo Jaime” del paraje La Sara, en el Impenetrable chaqueño. Este punto en el monte es su hogar de lunes a viernes. Al caer el sol, busca refugio en el sueño para escapar de la soledad, y despierta antes del alba. Ocho años atrás, al llegar al lugar, solo un estudiante asistía a clases.
Gloria recordó cómo tuvo que tocar puertas, conversar con las familias, ganarse su confianza para que los chicos volvieran a esta escuela que podía ser cerrada por falta de estudiantes. “No fue sencillo, en el campo la gente es más reservada, sobre todo con los que vienen de afuera. Pero con el tiempo, logré que algunos padres se animaran a cambiar a sus hijos a la escuela que les quedaba más cercana, a pesar de que antes los llevaban a escuelas a kilómetros de distancia”, recordó la docente que contó en los primeros meses a sus propios hijos en el aula lo que también ayudó a convencer a otros. Hoy el establecimiento se ha convertido en un faro de esperanza para la comunidad gracias a la dedicación de la joven maestra.
Pero el camino de Gloria hacia la docencia no fue directo ni sencillo. “Me gustaba mucho el inglés y traducía todo lo que me daban. Pero al terminar el colegio, no tuve la oportunidad de irme a estudiar a otro lugar. Empecé a estudiar técnico en agroindustria, pero lo dejé porque me faltaban cosas y me sentía muy cansada. Creía que no iba a poder, así que lo abandoné”, recordó la educadora.
”Poco después, quedé embarazada de mi hija Julia -señala-. Me fui a vivir al campo con su papá. Vivimos allí durante cuatro años, hasta que nació mi segundo hijo, Oscar. Lamentablemente, cuando tenía dos meses, le diagnosticaron síndrome purpúrico, una enfermedad muy rara que, según el médico, aparecía una en un millón”.
El síndrome purpúrico es un término general que describe un grupo de trastornos que causan pequeñas hemorragias debajo de la piel. Estas se manifiestan como manchas rojas o moradas en la piel, llamadas púrpura, que no desaparecen al presionarlas. “Los médicos me decían que la situación era muy preocupante. La ambulancia nos llevó a Resistencia, y desde allí, un helicóptero nos trasladó a Buenos Aires. El diagnóstico fue devastador: mi hijo Oscar tenía un principio de leucemia. La hemoglobina que la pediatra le administró en Resistencia fue crucial para salvarle su vida. Pasamos un mes angustioso en el hospital. Durante ese tiempo, me cuestioné todo: mi vida, mi situación, los sacrificios de mi familia y la sensación de no haber logrado nada”, aseguró la docente.
Tras la experiencia personal devastadora, Gloria decidió que era hora de un cambio. "Tenía que progresar en mi vida. No solamente por lo que a mí me estaba pasando, sino también por toda mi familia que había luchado tanto para que pudiéramos terminar el secundario", sostuvo la educadora.
Tras el alta de Oscar, Gloria regresó al campo. Pero su madre, consciente de la necesidad de un cambio, la había inscrito en la carrera de magisterio durante su estancia en el hospital. La educación se presentaba como una oportunidad para transformar su vida. Gloria, con una determinación renovada, llevaba a Julia a casa de su madre mientras asistía a clases con Oscar a cuestas. Su esfuerzo era incansable. A pesar de las dificultades económicas, nunca faltó a clase y se dedicó por completo a sus estudios. Su perseverancia dio frutos: aprobó las once materias en el primer intento y se recibió el 7 de octubre de 2013. A los dos días ya tenía trabajo.
Pasaron 4 años llenos de desafíos y de aprendizajes en las aulas y en 2017 comenzó uno de los más gratificantes: dar clases en la escuela rural La Sara. Hoy siete chicos más se sumaron a la propuesta educativa. “Cada uno de mis alumnos lleva consigo una historia de vida única, algunas más difíciles que otras. Tengo tres niños que han perdido a sus padres y viven con su abuela. Otros también enfrentan situaciones complejas en sus hogares”, señaló Gloria.

SOLUCIONES CREATIVAS
La labor de Gloria en este destino chaqueño no ha estado exenta de desafíos. La escuela, ubicada en una zona rural remota, enfrenta dificultades logísticas y de acceso. Muchos de los alumnos viven a kilómetros de distancia y deben recorrer caminos difíciles para llegar a la escuela. "El traslado también de sus hogares a la escuela es otro desafío para todos. En estos tiempos de calores no me quiero ni imaginar sufrir el traslado. Bueno, en todas las épocas, si no es el calor, es el frío. Y, de todas formas, ellos no faltan", aseguró orgullosa.
Para superar estos obstáculos, Gloria ha implementado soluciones creativas. Desde organizar el transporte de los alumnos hasta adaptar el horario escolar a las necesidades de la comunidad, la docente ha demostrado una capacidad excepcional para encontrar soluciones prácticas y efectivas.
Consultada sobre qué significa la escuela para los chicos, la maestra fue enfática: “Es mucho más que un lugar de estudio para ellos. Es un espacio de encuentro, donde comparten historias y experiencias, donde aprenden juntos y se divierten. Desde pequeños, entienden que la educación es la clave para mejorar sus vidas, y nosotros reforzamos esa idea constantemente. Para muchos, la escuela es el único lugar donde pueden socializar y sentirse parte de un grupo”.
Por otra parte, a pesar de la ubicación remota de la escuela, la maestra ha logrado integrar la tecnología en el proceso de enseñanza-aprendizaje. A través de la plataforma virtual TICMAS, los alumnos tienen acceso a una amplia gama de recursos educativos y herramientas digitales.
"La plataforma es un libro abierto, proyectado. El niño puede interactuar con el contenido mediante la lectura y el diálogo, los juegos que le presenta TICMAS, encuestas, mirar videos, un montón de cosas que tiene la plataforma y que realmente cambia la calidad educativa y acerca a los niños a la tecnología", señaló la educadora.
De esta forma, la incorporación de la tecnología ha permitido a Gloria ampliar las oportunidades de aprendizaje de sus alumnos y prepararlos para los desafíos del siglo XXI. También le posibilitó seguir capacitándose de forma remota, algo que de otra manera no lo hubiera podido lograr.

MAS ALLÁ DEL AULA
La influencia de Gloria se extiende más allá de las paredes del aula. Como maestra rural, desempeña un papel fundamental en la comunidad. Es un referente, una confidente y una amiga para sus alumnos y sus familias.
"Muchas veces la figura de la mamá soy yo, la más directa. Ellos tienen muchas expectativas de salir adelante, pero también sin abandonar sus tierras, porque ellos aman su lugar", señaló la destacada docente.
Para estos niños “el monte es su hogar, su patio de juegos. Crecen explorando sus senderos, trepando árboles y conviviendo con los animales. Sin distracciones como la televisión, su diversión está en la naturaleza: jugar al aire libre, recolectar frutos del bosque. Los niños mayores incluso asumen responsabilidades, ayudando a su madre con el ganado y la caza”.
Gloria entiende la importancia de preservar la identidad y la cultura de la comunidad. Su enfoque educativo, arraigado en el contexto local, promueve el respeto por las tradiciones y el amor por la tierra.
Cuando llega el fin de año, la maestra junto a los niños y sus familias hacen un acto especial en la escuela. “Damos premios, pero no se trata de distinguir al que sabe más, sino al que es mejor compañero. Los propios chicos eligen, y eso es lo lindo. También reconocemos al que nunca falta, y créeme, ¡se lo toman muy en serio! Cada vez que termina el mes, me preguntan cuántas asistencias tienen, y se comparan entre ellos. Algunos me dicen: "Seño, ¿cómo me va ganando?". Y se prometen no faltar más para alcanzar al otro. Es algo muy bonito de ver, cómo se motivan y se apoyan”, señaló la docente.

RECONOCIMIENTO
La labor excepcional de Gloria ha sido reconocida a nivel nacional e internacional. La Fundación Varkey la eligió como una de las cinco maestras argentinas destacadas por su compromiso con la educación de calidad.
"Es un honor muy grande, pero también es una responsabilidad. Quiero que mi historia inspire a otros docentes, que les muestre que es posible hacer una diferencia, incluso en las circunstancias más difíciles”, enfatizó la maestra.
Así, la difusión del legado de Gloria es un testimonio del poder transformador de la educación y del impacto que un maestro comprometido puede tener en la vida de sus alumnos y su comunidad. Su historia recuerda que la educación no es solo un derecho, sino también una herramienta poderosa para construir un futuro mejor.