Picaresca a la japonesa

Botchan

Por Natsume Soseki

Impedimenta. 234 páginas

 

En los últimos tres lustros el sello español Impedimenta ha venido publicando buena parte de la obra de Natsume Soseki (1867-1916), uno de los escritores más populares de Japón en el siglo XX.

Entre los títulos más recientes en ser editados se cuenta Botchan, la segunda de las 14 novelas de Soseki, y un querido clásico de la literatura nipona.

Se trata de una obra de 1906 escrita con humor agrio, cínico, de cierta inspiración inglesa, a la que sus lectores más entusiastas han comparado con modelos disímiles, desde el entrañable Huckleberry Finn, de Mark Twain, al mucho más corrosivo El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger.

“Botchan” es la manera cariñosa de referirse en japonés a un niño mimado e inmaduro. El apelativo se lo aplica al protagonista la sirvienta que lo crió desde que quedó huérfano de madre. Y que parece ser la única persona en la que confía este joven descreído y rebelde, que casi por descarte y sin ninguna vocación termina trabajando como profesor de matemáticas.

Su primer destino laboral, que se basa en experiencias similares vividas por el autor, lo lleva a una escuela secundaria en una isla perdida del interior de Japón.

Allí debe enfrentarse a una doble exigencia: poner en vereda a un alumnado irrespetuoso y díscolo, y congeniar con el extraño cuerpo de profesores.

Botchan no se amilana ante ninguna de las dos situaciones. Hace honor a su temperamento impulsivo, desconfiado, terco, burlón y despreciativo. Lanza y recibe pullas y se entrevera en relaciones ambiguas con sus colegas, que de manera alternada le ofrecen ayuda y lo ponen a prueba en su trabajoso proceso de adaptación a un entorno desconocido. “La verdad es que siempre he sido un caso perdido”, confiesa el protagonista en algún pasaje.

En la introducción de la novela, Andrés Ibáñéz la califica de “hilarante” y asegura que “nos hace reír a carcajadas”, dos juicios exagerados para definir el humorismo más bien leve de sus páginas.

Es otra la característica que puede llamar la atención de un lector sudamericano de hoy. La sorpresa está en el clima de alegre irresponsabilidad que envuelve a educadores y educandos, una desidia maliciosa que no suele vincularse con la imagen que en estas tierras tenemos de lo japonés. Dicho de otra manera: en sus bromas pesadas, su “carrerismo” ramplón, sus envidias y sus malas jugadas, más que nipones los personajes parecen argentinos.