Alberto Fernández intentó el viernes pasado justificar la prórroga “sine die” de la cuarentena comparando la estrategia argentina con la de otros países de la región. Apeló al triunfalismo. Su mensaje fue “estamos ganando”. Pero ese triunfalismo resultó efímero. 48 horas después el gobierno chileno difundió datos opuestos a los del presidente. La controversia se produjo porque Fernández pretende construir una épica del encierro colectivo para justificar una hecatombe económica que se ve venir.
El kirchnerismo tiene historia en el falseamiento estadístico. Los ejemplos resultan innecesarios. Pero Fernández no falseó los datos, se limitó a manipularlos a juzgar por la exposición chilena.
En lugar del confinamiento colectivo en Chile se hacen muchos tests y sobre el resultado se toman medidas sanitarias que toman en cuenta la economía.
Para no agobiar con números la diferencia entre ambos países respecto de los casos detectados de coronavirus obedece a que los chilenos hicieron en términos absolutos cuatro veces más tests que el gobierno de Fernández. Si se mide en relación a la cantidad de habitantes hicieron diez veces más.
En síntesis, las buenas noticias de Fernández tuvieron una corta trayectoria. El éxito de su clase con “powerpoint” mostró limitaciones, aunque la hayan difundido todos los medios. Y en este punto cabe una aclaración. Desde el principio de la cuarentena el presidente intentó utilizarla para sacar ventaja política y las encuestas exhiben su éxito. Pero su jugada dividió aún más a la sociedad en dos bandos que se trenzan en las redes sociales, ya que los medios apoyan al gobierno.
Así hay periodistas kirchneristas que denuestan a las redes sociales, asegurando que por ellas la información falsa llega más rápido y más lejos que por otros medios. Citan como ejemplo la difusión de la falsa teoría de que el virus podía combatirse mediante el consumo de bebidas calientes.
Bienvenidos al descubrimiento de los mitos populares, pero son tan viejos como la civilización. Sócrates ya los combatía en el siglo V antes de Cristo. Los llamaba “doxa”. En el siglo VI de nuestra era el monje Cosmas en su “Topografía Cristiana” aseguraba que la Tierra no era esférica, sino cuadrangular como el Tabernáculo de Moisés. Hoy los terraplanistas le rinden homenaje sin saberlo. Innecesario señalar que tanto los sofistas como Cosmas ignoraban a Twitter.
Además de anacrónicos algunos periodistas filo K son candorosos. Afirman que la combinación de una imagen y un dato falso resulta catastrófica para la verdad y redescubren a Göbbels por aquello de que una mentira es más creíble cuanto más se la repite. Pero la credibilidad de una afirmación depende menos de su soporte que de quien la propala y en eso la desventaja de Fernández parece difícil de remontar.