EL RINCON DEL HISTORIADOR

Pastor Obligado, el de las Tradiciones

Hace un siglo, a las 7 de la mañana del 2 de julio de 1922, moría Pastor Servando Obligado en su residencia a los 84 años. Su deceso se produjo a raíz de un accidente doméstico, entendemos que al caer de la escalera que unía la planta principal con el mirador de su casa de la avenida Alvear 322, ámbito en el que tenía su estudio y biblioteca, con una vista todavía privilegiada que le permitía ver las barrancas y el Río de la Plata.

Su nombre pertenece a ese grupo que Félix Luna llamara de Segunda Fila, que permanecen en el olvido a pesar de cuanto dieron en beneficio del país. Hijo de don Pastor el primer gobernador constitucional de la provincia de Buenos Aires y de doña Fortunata Gómez, vivió la última década del gobierno de Juan Manuel de Rosas y en las aulas de la escuela de Juan Andrés de la Peña realizó los primeros estudios para proseguirlos en el Nacional de Buenos Aires.

Su afición a las letras lo hizo publicar su primer trabajo El hijo de Mayo a instancias de Luis L. Domínguez en El Orden, y posteriormente en Los Debates donde Bartolomé Mitre le auguró un brillante porvenir literario; a la vez que cursaba la carrera de derecho, alcanzando el doctorado con una tesis que se basó en la idea de que la libertad es el alma de los pueblos.

Corría el año 1866 cuando el 2 de mayo la escuadra española bombardeó el Puerto del Callao, lo que motivo la solidaridad americana, que para un acto en el Teatro Colón de Buenos Aires convocó a Obligado a hacer uso de la palabra. Su discurso cobró tal intensidad que fue reproducido por todos los diarios del continente y hasta por el Correo de Ultramar de París. Esto lo vinculó a nuestra escritora Juana Manuela Gorriti, que solidaria con los peruanos, había servido como enfermera en Lima.

Soldado por necesidad, estuvo entre los porteños que se batieron en los campos de Pavón junto a Mitre, su jefe, al lado de quien hizo la campaña al Paraguay donde recibió los despachos de capitán. Abogado del foro porteño adquirió merecida fama por sus alegatos, y su sólida formación le permitió ocupar la secretaría del Departamento General de Escuelas, desde el que se ocupó por la educación elemental, fundando escuelas en lugares apartados ocupándose de la alfabetización incluyendo en ella a los inmigrantes que comenzaban a llegar, para arraigarlos a esta Patria que habría de ser la de sus hijos.

Recorrió el país, especialmente el norte argentino (Tucumán, Salta, Jujuy) y fruto de esas visitas y contacto con amigos fervorosos de la tradición reunió anécdotas y comentarios, que fueron la base de sus trabajos sobre La Casa de Yatasto o la Casa del Abrazo y Güemes en Buenos Aires, donde fue Juan Martín Leguizamón quien le hizo la narración del abordaje por el entonces joven oficial salteño a la fragata Justine en ocasión de la reconquista de Buenos Aires en 1806, y que hemos glosado hace años con el título: “Cuando un barco fue abordado por la caballería”.

RELATOS FAMILIARES

A semejanza de don Ricardo Palma en el Perú dejó sus Tradiciones Argentinas. Los relatos familiares que había escuchado de boca de protagonistas o de testigos presenciales los fue dando a conocer en publicaciones como La Revista de Buenos Aires, Correo de Ultramar, Caras y Caretas, La Nación, La República, etc. Estas historias fueron publicadas entre 1888 y 1920 en los libros Tradiciones de Buenos Aires y Tradiciones Argentinas, algunos de los cuáles alcanzaron varias ediciones.

Años más tardes le reconocía al general Mitre: “Ud. fue el primero en trasmitirme sus buenos consejos para que prosiguiera en mis inclinaciones literarias, me creo siempre obligado a presentarle mis libros, resulten ellos buenos o malos. Bien que desde su artículo en ‘Los Debates’, en 1857, ‘Las verdes esperanzas de la vida’ han corrido algunos años, y Ud. que es nuestro eximio maestro en historia patria, no tenga ya tiempo de ojear libros como el que me permito ofrecerle, acaso uno de sus nietos o bisnietos, encuentre uno o más cuentos históricos que le entretengan”.

Socio del Club del Progreso, el Círculo Literario y miembro de número la Junta de Historia y Numismática Americana, hoy Academia Nacional de la Historia a la que ingresó el 5 de junio de 1910, fue evocado por su sucesor en el sitial académico Miguel Ángel Cárcano.

Vale señalar que se incorporó en el sitial que había ocupado Ángel Justiniano Carranza, a cuya personalidad y obra se refirió en esa oportunidad y que fue quien puso en práctica la resolución de hacer el elogio de su antecesor. Por aquellos años la Junta daba cuenta en los diarios de sus sesiones que solían ser los domingos, y siguiendo las noticias fue uno de los más asiduos concurrentes, hasta quince días antes de su muerte.

Obligado también fue un curioso viajero en 1871 hizo un largo periplo que relató en su libro Viaje a Oriente, y pasó por Grecia y llegó a Egipto donde conoció el egiptólogo francés Gastón Máspero con quien mantuvo largo trato y lo introdujo en el conocimiento de esa cultura. De allí siguió a Tierra Santa, la India, Japón y China, regresó por el Pacífico deteniéndose en Lima, y después de tres años retornó a Buenos Aires. Se casó con Teresa Ortega, de antigua familia mendocina, hermana del futuro general y progresista gobernador de la provincia; con la que tuvo cinco hijos, de los cuales a excepción de Mercedes llegaron a edad adulta: María Esther, María Evangelina, Alejandro Pastor, Pastor Luis y Carlos Antonio, de los cuáles hay descendencia de la primera que casó con Carlos Dose.

En 1876 emprendió con su mujer un viaje a la Exposición de Filadelfia en el centenario de los Estados Unidos, disertó en la Universidad de Harvard, estuvo en Lima donde alternó con Juana Manuela Gorriti y con Ricardo Palma que le presentó a la intelectualidad peruana; recorrió el mundo en aquellos tiempos. Le comentaba al embajador de Egipto, don Mohamed Kazem, que regresó a esa tierra, y como era tiempo de fotografías, quedó registrado luciendo alta galera, libreta de apuntes en mano y traje claro posando junto a su hija, y los camellos en las pirámides (foto). Un hallazgo sin duda de precursores de un turismo nada convencional en aquellos años, he podido ver en su archivo las etiquetas de los hoteles en que se alojó por el mundo.

Activo y plenamente hasta último momento a pesar de fallarle la vista envió un artículo a la revista El Hogar que se publicó en forma póstuma el 11 de julio de 1924, y que tituló “¿Para qué sirve la gloria?”, referido a una anécdota de San Martín. Maud de Ridder de Zemborain (con quien pensamos en algún momento dedicarle una biografía) me comentaba que se comentaba en la familia, que el título era por una preocupación en su propia posteridad, y por eso ante el olvido pensábamos dedicarle una pequeña biografía.

Porteño singular, de mirada pícara, Martiniano Leguizamón apuntó al despedir sus restos que “era uno de esos hombres en que la nobleza del pensamiento y la bondad del corazón se armonizaban para dejar sólo buenos recuerdos a su paso”. Y David Peña, agregaba que podía decirse de Obligado lo que de Dumas:

“Ha enseñado al pueblo en sus romances más historia que los más grandes historiadores”.