La belleza de los libros

¿Pasamos lista…?

En mi artículo “Epigramas” (1), me referí al libro de lecturas Facetas. En él se halla una poesía de homenaje a Sarmiento titulada “¡Presente!”. Hasta que alguien demuestre lo contrario, la consideraré anónima. El texto publicado no ha de ser el auténtico, pues los versos están dispuestos de manera demasiado caótica y al principio aparece, como injerto, la palabra “Llueve”.
Merced a Internet, pude encontrar una versión que considero más confiable. A ella voy a referirme con algunos comentarios.
Describe una terrible tormenta:

Del cielo plomizo muy rudas desatan
vencidas las nubes raudales de plata.
Las iras del cielo y el rayo que mata
y los campos todos se cubren de agua.
La huella se pierde, el sendero es nada,
tan sólo se escucha el tictac del agua
y en los charcos claros el croar de ranas
.

La acción se traslada a la escuela:

Una choza baja de paredes blancas:
flamea en lo alto nuestra enseña patria.
Dos hombres conversan de cuestiones varias.
Recio el temporal en su furia ataca
.

Por tal motivo el director se muestra pesimista y práctico:

Dice el director: “Cerremos la escuela
pues nadie podría cruzar entre el lodo
con este aguacero. ¡Locura sería!”.

A pesar de tal imposibilidad, tanto él como el segundo
hombre (el maestro) habían logrado“cruzar entre el lodo con este aguacero”. Éste tiene una mirada más positiva:

El maestro dice:
“Por lo menos uno esperar podemos,
uno a quien no aterra ni el caer del agua
ni el rugir del viento”.


Y, en efecto, se concreta su esperanza:

“En ésas estaban, cuando ante su vista,
chorreando agua, la ropa empapada,
las medias caladas, la mirada altiva,
perdiendo el aliento, entra al recinto (2)
¡Domingo Sarmiento!

Se para en la puerta y dice “Buenos días”,
se quita la capa, se torna a su asiento
y estudia y estudia Domingo Sarmiento.


Hasta aquí, todo bien. No hay nada que objetar. Pero, a continuación:

Ruge afuera el viento, sin paz, inclemente…
y al pasar la lista una voz se escucha
que, al nombrar “Sarmiento”, contesta: ¡PRESENTE!


REGLAMENTARISMO ESTRICTO

Es una escuela rural que funciona ¿en una choza? Su plantilla se reduce a dos personas: el maestro y el director. Éste, quizás algo frustrado por tener que ejercer su autoridad sobre un solo subordinado; y el maestro, a su vez, bastante molesto por tener siempre cerca a ese moscardón jerárquico.
Había llegado el alumno Sarmiento. Ya saludó, se quitó la capa, tomó asiento y se entregó, sin perder un segundo, al estudio. Sólo hay tres personas: el director, el maestro y el alumno. Se decide pasar lista. El director delega esa tarea, subalterna, en el maestro, quien, mirando panorámicamente el aula, empieza por la letra A. Supongamos (apellidos inventados):
–¡Álvarez! (silencio: Álvarez no está).
–¡Báez! (silencio: Báez no está).
–¡Castro! (silencio: Castro no está).
Y continúa, hasta llegar a la letra S, donde, por fin, obtiene el anhelado ¡PRESENTE!


Sistemático, sigue adelante:

–¡Tejada! (silencio: Tejada no está).
–¡Ugarte! (silencio: Ugarte no está).
Y así sucesivamente, hasta llegar a la Z:
–¡Zorzini! (silencio: Zorzini no está).


Recordemos que, apenas arribado, el único alumno tomó asiento y se puso a estudiar. Aunque se había quitado la capa, todavía está chorreando agua, tiene la ropa empapada, las medias caladas… En consecuencia, no goza del mejor talante del mundo. Sin embargo, incluso en esas condiciones desfavorables, procura concentrarse en su aprendizaje, mientras debe soportar la retahíla de apellidos con que el docente convoca a fantasmas invisibles.
Entonces –se me ocurre suponer– es probable que Domingo Faustino, entre dientes, le haya dirigido al desatinado maestro una imprecación del estilo de:
–¿Por qué no te callás y me dejás de romper las pelotas?

(1) https://www.laprensa.com.ar/Epigramas-494438.note.aspx
(2) A este verso le falta una sílaba. La solución era poner “entra en el recinto”.