PSA: un método de diagnóstico polémico ¿y una mina de oro para los urólogos?

Bruce Davidson, profesor de Humanidades en la Universidad Hokusei Gakuen de Sapporo, comparó el mal uso de las PCR durante el covid con las pruebas de antígeno prostático específico para el diagnóstico del cáncer de próstata. Bajo la lupa están las lucrativas biopsias y prostatectomías que derivan de estos estudios.

¿La utilización indebida en medicina de ciertas pruebas o estudios puede convertirse en una amenaza para la salud? La respuesta categórica es sí. De hecho, en los últimos años hemos visto cómo las pruebas de PCR se emplearon para hacer diagnósticos de covid, incluso en personas que no presentaban síntoma alguno, y a pesar de que el propio creador de la técnica denominada “Reacción en Cadena de la Polimerasa”, Kary Mullis (1944-2019), había aclarado que su desarrollo no estaba destinado al diagnóstico de enfermedades.
Pero lo de las PCR no es un hecho aislado de la medicina moderna, sino que existen en la actualidad otras pruebas y estudios que -a pesar de haber despertado un debate sobre su verdadera fiabilidad y utilidad- aún se utilizan como método de diagnóstico. Es el caso, por ejemplo, de las pruebas de antígeno prostático específico (PSA, por sus siglas en inglés) y los diagnósticos de cáncer de próstata.
Sobre las semejanzas entre las pruebas de PCR y PSA, escribió recientemente Bruce Davidson, profesor de Humanidades en la Universidad Hokusei Gakuen de Sapporo (Japón), quien destaca que “la desmesurada respuesta médica a la pandemia de covid dejó una cosa meridianamente clara: los consumidores de productos médicos deberían investigar por su cuenta los problemas de salud que les afectan”. “Ya no basta con buscar una ‘segunda opinión’ o incluso una ‘tercera opinión’ de los médicos. Es muy posible que todos ellos estén mal informados o tengan posturas sesgadas”, agrega el catedrático, quien reconoce que éste es un problema anterior al fenómeno covid.
“Un ejemplo sorprendente de ello puede encontrarse en la historia reciente de las pruebas y el tratamiento del cáncer de próstata, que, por razones personales, se ha convertido en un tema de interés para mí. En muchos aspectos, se parece mucho a la calamidad del covid, en la que el uso indebido de la prueba PCR provocó daños a los supuestos infectados por covid con tratamientos destructivos”, enfatiza Davidson.
En ese sentido, el profesor de Humanidades cita dos libros que arrojan luz sobre las cuestiones relacionadas con el cáncer de próstata: “Invasion of the Prostate Snatchers” (Invasión de los ladrones de próstatas), cuyo autor es el Dr. Mark Scholz, director ejecutivo del Instituto de Investigación del Cáncer de Próstata de California, junto a Ralph Blum, y “The Great Prostate Hoax” (El gran engaño de la próstata), del patólogo que inventó la prueba del PSA, Richard Ablin y Ronald Piana. “Ablin se ha convertido en un ferviente crítico de su uso generalizado como herramienta de diagnóstico del cáncer de próstata”, señala Davidson.
Según relata el catedrático de la Universidad Hokusei Gakuen, las pruebas anuales obligatorias de PSA en muchas instituciones abrieron una mina de oro para los urólogos, que podían realizar lucrativas biopsias y prostatectomías en pacientes con cifras de PSA superiores a un determinado nivel. “Sin embargo, Ablin ha insistido en que ‘el cribado rutinario del PSA hace mucho más daño a los hombres que bien’. Además, sostiene que los médicos implicados en el cribado y tratamiento de la próstata representan ‘una industria que se autoperpetúa y que ha mutilado a millones de hombres estadounidenses’”, escribe Davidson, para luego agregar: “Incluso durante las audiencias de aprobación de la prueba del PSA, la FDA era muy consciente de los problemas y peligros. Para empezar, la prueba tiene una tasa de falsos positivos del 78%. Un nivel elevado de PSA puede deberse a varios factores además del cáncer, por lo que no es realmente una prueba para detectar el cáncer de próstata. Además, el resultado de la prueba del PSA puede incitar a los hombres asustados a someterse a biopsias innecesarias y a intervenciones quirúrgicas perjudiciales”.
En opinión de Davidson, una persona que comprendió bien los peligros potenciales de la prueba de PSA fue el presidente del comité de la FDA encargado de evaluar su aprobación, el Dr. Harold Markovitz. El funcionario de la FDA declaró: “Tengo miedo de esta prueba. Si se aprueba, sale con el imprimátur del comité... como se ha señalado, no se pueden lavar las manos de culpa. ...lo único que hace esto es amenazar a un montón de hombres con una biopsia de próstata... es peligroso”.
“Al final, el comité no dio su aprobación incondicional a la prueba del PSA, sino sólo ‘con condiciones’. Sin embargo, posteriormente se hizo caso omiso de las condiciones”, recuerda Davidson.
En una entrevista de 2014 con la revista New Scientist el patólogo Ablin fue categórico con su respuesta a qué pretendía lograr con su libro “The Great Prostate Hoax”:  “Espero sacar a la luz cómo la comunidad urológica y la industria farmacéutica han abusado de la prueba del PSA, anteponiendo el dinero a los intereses de los pacientes. También quiero mostrar cómo la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. incumplió su deber con el público: sus asesores advirtieron de que el cribado rutinario de PSA causaría un desastre para la salud pública, pero se aprobó bajo la presión de grupos de defensa y empresas farmacéuticas”.
La prueba del PSA pasó a ser célebre como la vía de salvación contra el cáncer de próstata, apunta el profesor de Humanidades, quien menciona que en 1999, el Servicio Postal de Estados Unidos incluso puso en circulación un sello que promovía las pruebas anuales de PSA. “Un buen número de personas se hicieron ricas y conocidas en la empresa Hybritech, gracias a la prueba Tandem-R PSA, su producto más lucrativo”, subraya.
En aquella época, la influencia corrupta de las empresas farmacéuticas en el proceso de aprobación de dispositivos médicos y medicamentos ya era evidente, sostiene Davidson, quien rememora un editorial del Journal of the American Medical Association (citado en el libro de Albin y Piana), donde la doctora Marcia Angell escribió: “La industria farmacéutica ha adquirido un control sin precedentes sobre la evaluación de sus productos... cada vez hay más pruebas de que sesgan las investigaciones que patrocinan para que sus fármacos parezcan mejores y más seguros”.  Angell también es autora del libro “The Truth About the Drug Companies: How They Deceive Us and What to Do About It” (La verdad de las compañías farmacéuticas: Cómo nos engañan y qué hacer al respecto).
Respecto de la magnitud del daño que es capaz de causar la utilización inadecuada de un test como el de PSA, Davidson asevera: “Un diagnóstico de cáncer suele causar gran ansiedad, pero en realidad el cáncer de próstata se desarrolla muy lentamente en comparación con otros tipos de cáncer y no suele suponer una amenaza inminente para la vida”. 
En esa línea, hace referencia a un gráfico que aparece en el libro de Scholz y Blum, donde se compara la duración media de la vida de las personas cuyo cáncer reaparece tras la cirugía. En el caso del cáncer de colon, los pacientes viven una media de dos años más, pero los pacientes con cáncer de próstata viven otros 18,5 años.
En la inmensa mayoría de los casos, los pacientes con cáncer de próstata no mueren a causa de él, sino de otra cosa, tanto si reciben tratamiento como si no. 
Asimismo, el profesor universitario cita un artículo de 2023 sobre esta cuestión titulado “To Treat or Not to Treat” (Tratar o no tratar), en el que el autor informa de los resultados de un estudio de 15 años de seguimiento de pacientes con cáncer de próstata publicado en el New England Journal of Medicine. Sólo el 3% de los hombres del estudio murieron de cáncer de próstata, y recibir radiación o cirugía para ello no parecía ofrecer mucho beneficio estadístico sobre la “vigilancia activa”.
Scholz lo confirma al escribir que “los estudios indican que estos tratamientos (radiación y cirugía) reducen la mortalidad en los hombres con enfermedad de riesgo bajo e intermedio sólo entre un 1% y un 2%, y menos de un 10% en los hombres con enfermedad de riesgo alto”.
Según refiere Davidson, hoy en día la cirugía de próstata es una opción de tratamiento peligrosa, pero sigue siendo ampliamente recomendada por los médicos, especialmente en Japón. Lamentablemente, también parece ser innecesaria. Un estudio citado en el libro de Ablin y Piana concluía que ‘el cribado masivo de PSA provocó un enorme aumento del número de prostatectomías radicales. Hay pocas pruebas de que hayan mejorado los resultados de supervivencia en los últimos años...’, escribe el catedrático.
Davidson hace hincapié en que, sin embargo, varios urólogos instan a sus pacientes a no esperar para operarse de la próstata, amenazándoles con una muerte inminente si no lo hacen. A Ralph Blum, paciente de cáncer de próstata, un urólogo le dijo: “Sin cirugía, morirá en dos años”. Muchos recordarán que amenazas de muerte similares también eran habituales en la promoción de la inyección de ARNm covid, remarca.
En contra de la cirugía de próstata pesan diversos riesgos, como la muerte y el deterioro a largo plazo, ya que se trata de una intervención muy difícil, incluso con la tecnología robótica más reciente. 
Según el Dr. Scholz, aproximadamente 1 de cada 600 operaciones de próstata acaba con la muerte del paciente. Un porcentaje mucho mayor sufre incontinencia (del 15% al 20%) e impotencia tras la intervención. El impacto psicológico de estos efectos secundarios no es un problema menor para muchos hombres.
A la luz de los importantes riesgos y los escasos beneficios demostrados del tratamiento, el Dr. Scholz censura ‘la persistente mentalidad de sobretratamiento del mundo de la urología’. Es evidente que el exceso de cribado del PSA llevó a infligir sufrimientos innecesarios a muchos hombres. “Más recientemente, el fenómeno covid ha sido un caso aún más dramático de ensañamiento médico”, lamenta Davidson.
Por último, el profesor universitario apunta que el libro de Ablin y Piana hace una observación que también arroja una dura luz sobre la respuesta médica al covid: “¿Acaso la innovación de punta que introduce nuevas tecnologías médicas en el mercado no es algo positivo para los consumidores de atención sanitaria? La respuesta es sí, pero sólo si las nuevas tecnologías que entran en el mercado han demostrado ser más beneficiosas que las que sustituyen”.
“Este último punto se aplica especialmente a Japón en estos momentos, donde se está instando a la gente a recibir la innovación de ARNm de nueva generación: la vacuna covid de ARNm autoamplificante. Afortunadamente, parece que esta vez algunos se resisten”, concluye Davidson.
HISTORIA
La prueba del antígeno prostático específico (PSA) fue aprobada por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) en 1986, como medio para ayudar a detectar el cáncer de próstata.
“Desde entonces, la inclusión de la prueba en los exámenes físicos estándar ha dado lugar a un aumento significativo en el número registrado de casos de cáncer de próstata. Sin embargo, sigue habiendo controversia sobre la fiabilidad y utilidad de los resultados de la prueba del PSA”, escriben los doctores Derek J. Lomas y Paras H. Shah en el libro “Mayo Clinic on Prostate Health”.
“El mero hecho de que su nivel de PSA esté por debajo del límite superior de la normalidad no descarta la presencia de un cáncer de próstata. Del mismo modo, que su PSA esté elevado no significa necesariamente que tenga cáncer. Algunos hombres tienen niveles de PSA superiores a los normales y próstatas sanas”, explican Lomas y Shah, quienes detallan otras afecciones o acciones que también pueden aumentar la cantidad de PSA en el torrente sanguíneo:
- HPB (hiperplasia prostática benigna). El agrandamiento no canceroso de la próstata es la afección más común que puede causar una lectura elevada de PSA. A medida que el tejido prostático crece, sus células producen más PSA, a veces hasta tres veces más de lo normal.
- Prostatitis. La irritación de la glándula prostática debida a una inflamación o infección puede hacer que las células liberen o filtren mayores cantidades de PSA al torrente sanguíneo.
- Infección urinaria. De forma similar a una infección en la glándula prostática (prostatitis), una infección urinaria puede aumentar el nivel de PSA en la sangre.
- Eyaculación. La liberación de semen puede provocar un aumento temporal de los niveles de PSA. Por ese motivo, algunos médicos han aconsejado a los pacientes que se abstengan de mantener relaciones sexuales durante un máximo de dos días antes de someterse al examen de PSA.
Además, los procedimientos utilizados para tratar la HPB  pueden irritar temporalmente la glándula prostática, produciendo niveles anormales de PSA.
“Como ya se ha mencionado, otro inconveniente del uso del PSA como herramienta de cribado es que los resultados no distinguen entre cáncer y otras enfermedades de la próstata. Entre los hombres con niveles elevados de PSA que se someten a una biopsia, el 75% no tiene cáncer. El aumento de los niveles de PSA en estos hombres puede ser consecuencia de la HPB, la prostatitis u otros factores. En consecuencia, muchos hombres que no tienen cáncer se someten a pruebas que son caras, llevan mucho tiempo y pueden ser duras para su salud física y emocional”, reconocen los especialistas de Mayo Clinic.
Debido a estos inconvenientes, no todos los médicos y organizaciones médicas están de acuerdo en que los beneficios de la prueba del PSA superen sus limitaciones. Por eso esta sencilla prueba sigue siendo controvertida, admiten Lomas y Shah, para luego añadir: “Entre los hombres cuyos resultados de las pruebas son normales, los resultados pueden proporcionar una falsa sensación de seguridad. Y entre los hombres con un PSA elevado, pueden pasar por preocupaciones innecesarias y procedimientos diagnósticos caros e innecesarios para saber que no tienen cáncer”.
Asimismo, plantean: “Otra cuestión es si la prueba conduce a un tratamiento innecesario. Si tiene un cáncer de crecimiento lento, puede controlar su estado y vivir con el cáncer durante años sin que le cause ningún problema. Sin embargo, a algunos hombres les resulta difícil aceptar la espera. Cuando se enteran de que tienen cáncer, quieren hacer todo lo posible para deshacerse de él, optando por tratamientos como la cirugía o la radioterapia. Estos tratamientos pueden provocar efectos secundarios, como incontinencia o impotencia. Estas afecciones pueden disminuir la calidad de vida de hombres que, de otro modo, podrían haber disfrutado de vidas perfectamente sanas y productivas”.