El rincón del historiador

Otra visita presidencial a Tucumán

La firma de El Pacto de Mayo nos trae a la memoria la visita que hiciera el presidente Nicolás Avellaneda en 1876. La pluma de Thomas O. Osborn, ministro de los Estados Unidos en Buenos Aires informando al Secretario de Estado, Hamilton Fish, que formó parte de la comitiva nos aporta datos interesantes aunque también erróneos.

El Congreso cerraba sus sesiones el 30 de setiembre y “el presidente Avellaneda, su gabinete y el cuerpo diplomático, y unos 300 invitados, partieron de Buenos Aires el 25 de octubre con destino a Tucumán para inaugurar unas quinientas millas del ferrocarril, recién terminado desde Córdoba a Tucumán”. La distancia era mayor, ya que alcanzaba unas 900 millas.

Anotó el diplomático: “Es una ciudad de unas dos mil almas, emplazada al pie de las bajas laderas de los Andes y a unas cuatrocientas millas de la costa del Pacífico. La provincia de Tucumán es llamada El Jardín de la República. Ciertamente ella está en un estado más avanzado de cultivo que cualquiera de las otras provincias que yo he visitado. Poco después de atravesar la línea de su frontera nos encontramos con bellos ríos, magníficas chacras y suelos ricos. El pueblo de esta provincia, hasta ahora sin comunicación con el mundo exterior, excepto por diligencia y carretas de bueyes, vive principalmente de lo que produce: cosecha su propio trigo y maíz, produce su propia caña de azúcar, manufactura sus propios vinos y quesos, todos los cuáles encontramos de excelente calidad”.

Tucumán era la ciudad natal de Avellaneda. Era la primera vez que un presidente constitucional visitaba esa región del país; Urquiza, Derqui, Mitre y Sarmiento no la conocían. La realidad es que el presidente viajó unos días antes en un vagón especial que ostentaba sus insignias y previa escala en Rosario, donde sin anunciarse ni comitiva se presentó en el Colegio Nacional para inspeccionarlo. Llegó finalmente a la flamante estación que hacía poco se había habilitado, y que aún se conserva, el 19 de octubre y se alojó en la casa de su viejo amigo el gobernador Tiburcio Padilla. Pudo afirmar en un discurso memorable que después de diecinueve años de ausencia había experimentado “la suprema de las emociones: la ebriedad del corazón”.

Dice Osborn que la “recepción por parte de sus viejos amigos y comprovincianos fue cálida y entusiasta… la señora del presidente (Cármen Nóbrega) y su familia lo acompañaron, junto con su comitiva a Tucumán. Es una peculiar coincidencia en la historia de ambas familias que después del asesinato del padre del presidente, entonces gobernador de Tucumán, la señora de Avellaneda vio a su padre, también asesinado en Barracas, pocas millas debajo de esta ciudad, por orden de Rosas”.

En esa comitiva iba Sarmiento, que también habló largamente y dijo: “¡Tucumanos! Enseñad a leer a todos, a fin de que haya luego carga para el ferrocarril. La inteligencia es dinero, y para pueblos tan lejanos la industria inteligente es la única salvación”.

Justamente al firmarse en Tucumán los Pactos de Mayo volvió a volar el alma de Sarmiento a hacerse presente en uno de sus puntos que promete: “Una educación inicial, primaria y secundaria útil y moderna, con alfabetización plena y sin abandono escolar”.

En aquel acto inaugural el 30 de octubre habló Avellaneda. Dijo que Tucumán “creció amando la libertad”, algo en coincidencia con las ideas que nuestro actual Presidente pone en vigencia y también con ciertas medidas como reducir el número de empleados y de sueldos.

Los visitantes después de tres semanas volvieron a Buenos Aires. Osborn añadía: “Gran alivio se ha experimentado aquí durante el mes y medio pasado tanto por el gobierno, como por el pueblo, a raíz del empréstito de diez millones de pesos otorgado al gobierno nacional por el Banco de la Provincia de Buenos Aires”.

Aún golpeaba la crisis económica, comentaba el diplomático estadounidense: “Durante muchos meses los empleados del Gobierno, incluso los miembros del Congreso, no han sido pagados. El presidente ha rehusado percibir sus sueldos; los apremios han creado un gran descontento… pero luego del empréstito y el arribo de las lanas al mercado, el precio del oro ha caído de 36 y 40 a 14 y 16: y el dinero es mas barato. Las perspectivas son mejores…”

La historia como decía Cicerón es la maestra de la vida, afortunadamente en estos tiempos los sueldos se han abonado, incluso los de algunos funcionarios signatarios del Pacto de Mayo más allá de lo razonable, mientras que otros y especialmente los jubilados deben esperar que decidan su futuro algunos de esos firmantes. Quiera Dios iluminar a estos hombres, como lo hizo con Avellaneda para hacer resurgir la Argentina como lo prometen en este documento signado en la Casa de la Independencia.